Crímenes en Guerra - 10ª parte

Day 3,439, 09:34 Published in Spain Portugal by Personahumana



Septiembre 2015, Barcelona - Personahumana


La negrura baña la amplia estancia de techos altos. Apenas unos pocos centímetros anejos a los dos amplios ventanales quedan enmarcados con la luz plateada de la luna, y solo cuando esta consigue esquivar el paso de las oscuras nubes que intermitentemente velan su estampa en el cielo de Barcelona. Los discontinuos haces enmarcan un escritorio de fina madera coronada por montones de documentos los cuales, aunque pulcramente ordenados, ocupan en gruesos fajos gran parte de la extensa mesa. Como guardianes silenciosos de los abultados atados se adivinan un juego de pluma y tintero que, de no ser por los aromas entremezclados de tinta fresca con el del papel antiguo, se diría mero ornato caro que lucir ante las visitas. Una caja de puros situada en el otro extremo, con una pequeña guillotina descuidadamente abandonada sobre la tapa como único signo de imperfección humana, completa la estampa y el trío aromático de fragancias, pues aunque el cenicero adjunto al decorado cofre reposa vacío y limpio de restos, la presencia del tabaco es espesa y profunda junto al escritorio. Ya al atravesar las pesadas puertas de roble -las cuales fue decepcionantemente fácil franquear merced a la tarjeta magnética proporcionada por PaJaRiLLo- el olor a cigarro se me había incrustado en la pituitaria sin remedio.

De la entrada hasta el escritorio mediaban unos buenos treinta pasos que, sin duda, habrían arrancado eco a la tarima de no haber encontrado la esponjosidad de una nube en forma de mullida alfombra -seguramente muy cara- bajo mis pies. Casi me apesadumbra pisarla sin calzado adecuado por miedo a estropearla; incluso por unos segundos dudé sobre si descalzarme y palpar por mí mismo la suavidad que adivinaba en aquel tapete; dicen que es muy relajante pasear así sobre tapices de este fuste. Y lo habría hecho si, tras sacar la linterna del bolsillo no hubiese alumbrado las paredes, sacando brillos a las vitrinas que cubren la pared izquierda -tras cuyos cristales se adivinan cientos de libros encuadernados con buen gusto- y después el muro derecho, donde una serie de elegantes cuadros -fácil determinar cuál custodia la caja fuerte- daban prestancia al aposento, en particular uno que acapara toda mi atención. Es un gran retrato de un militar posando para la posteridad, egregia figura uniformada con el pecho cubierto de condecoraciones ganadas en guerras antiguas y gloriosas -como todas las guerras-. La mirada orgullosa y grave escruta severa al espectador, sopesando la valía del observante tal que si tratase de determinar si fuere merecedor de un cuadro tan augusto como aquel en el que él permanecía plasmado para la posteridad. Conozco de memoria el título de este cuadro, y lo repito en un susurro al alumbrarlo con el haz brillante de los leds. Esa pintura decoraba la chimenea del despacho del Comandante de las FAF, Angeldav, en el Cuartel General.


Retrato del GoW Random Deer alias Misteryo

Acaba de llegar. Está bajando del coche.

La voz de Lefuuu rompe el silencio de radio en mi auricular. No despego los ojos del cuadro; no puedo. El hecho de que esté allí me revuelve por dentro, me sacude. Es la pieza definitiva que completa el puzzle de la afrenta, la constatación del escarnio.

PH…

Aprieto los puños con ira. Siento las venas de mis sienes palpitar muy fuerte y las mandíbulas agarrotadas, como si los dientes fuesen a fusionarse unos con otros.

Comprueba la conexión -dice Lefuuu a alguien, probablemente a PaJaRiLLo- ¿PH? Te repito que el objetivo está en la casa.

Afirmativo.

Un suspiro de alivio al otro lado de la comunicación. Ya he dejado todo preparado así que:

Que empiece la función.




kekos00

El smartphone suena justo delante de la puerta del despacho. ¡Qué oportuno! Justo cuando tiene la tarjeta magnética en la mano. A ver que coja el dichoso telefonito... Ah, no, que lo está en el otro bolsillo. Ahora a cambiar el maletín de mano, junto con el informe que estaba leyendo y las gafas, que no consigue enganchar en la solapa del bolsillo. Mete la mano y empieza a sacar cosas: las llaves -que se caen al suelo-, el monedero… ¡Diosssss! ¡Vaya mierda! El móvil lo tenía en el puto bolsillo interior de la chaqueta.

Lo coge: es su asistente. Precisamente el que debería estar allí llevándole todos esos bártulos.

¿Qué? -espeta seco, cortante.
Señor, tiene una visita esperándole.
¿Ahora? -intenta mirar el reloj de pulsera, desistiendo al momento- ¿Quién es a estas horas?
Dice ser la Srta. Marindo, representante de Banco Jones, para hablarle de una nueva línea de crédito.
No tengo tiempo para eso ahora; deshágase de ella. Dele largas, cita para otro día… ¡Lo que sea, joder! Para eso le pago.
S… sí, señor.

Cuelga el teléfono mientras murmura “Inútil” entre dientes, abriendo la puerta y encendiendo la luz, todo en un gesto, echando un ojo al preocupante informe que le han remitido desde Argentina sobre el incidente en el Edificio Libertador y la delicada información que se ha visto comprometida. No llega reparar en la figura embutida en negro plantada en medio de la habitación hasta que el tipo carraspea. “Pero, ¿quién…? ¿Qué coño hace ese tipo en su despacho privado?” Tiene la boca abierta, repentinamente seca como la mojama. Es miedo. El tipo se lleva la mano al costado para dar unos toquecitos. No hace falta que diga nada más. Ya le ha reconocido. Impresionante; nunca pensó que fuese a llegar tan lejos. De hecho, a estas alturas ya debería estar más que muerto. “Estoy rodeado de inútiles” es uno de los múltiples pensamientos que se le amontonan en la mente en ese momento. Otro es cómo demonios va a salir con vida de esta.

Buenassss -dice el tipo con vestimenta negra paramilitar que saluda sonriente antes de palparse a la altura de la sobaquera. ¿Cómo ha conseguido Personahumana llegar hasta aquí?




eclank

Disculpe, señorita Marindo, me temo que no va a ser posible que se reúna con el señor kekos00. Ya le comenté que iba a ser complicado que le hiciera un hueco dado lo apretado de su agenda.

La sonrisa de la dama, amable y educada, parecía ajena a la comunicación. De hecho, incluso se diría que su estampa cortés resulta algo inquietante.

Señorita…

Un rayo no habría alcanzado a interponerse en el gesto de la mujer de sacar su arma del diminuto bolso y realizar un disparo único silencioso y certero.

La sorpresa se pinta en la cara de eclank, quien siente una punzada de dolor en el pecho. No alcanza a ver variar la sonrisa de la tiradora mientras se desvanece a medida que el sedante del dardo clavado en su pecho comienza a liberarse. Los párpados pesan y las piernas no pueden ya soportar su peso. La imagen de la señorita Marindo ya se ha desvanecido antes de que su cuerpo bese el suelo de su despacho.




Personahumana

No tarda en saltar el cierre electrónico con un nuevo clack. La puerta se abre dejando pasar una figura encorvada, con un maletín en una mano, y la cara metida en una carpetilla rellena con lo que parece ser un grueso dossier; la luminosidad de fuera parece empujarle hacia el interior de la habitación, encendiendo con un movimiento rápido y automático de la mano la luz del interior. Es curioso, gracioso, verle avanzar varios pasos antes de reparar en mi presencia y abrir estúpidamente la boca en una mueca de incomprensión y estupefacción perfectamente redonda. Mi mirada acerada debe contrastar con la sonrisa que me esfuerzo en que no parezca forzada. Me llevo la mano a la chaqueta, gesto que mi paralizado acompañante sigue ojiplático, haciéndole entender que lo mejor será que siga todo tal cual entre nosotros. Más invitados resultaría… incómodo.

Buenassss...

Queda feo dejarle así petrificado, así que le hago un gesto con la cabeza indicándole el escritorio; sentados estaremos más cómodos.

Avanza sin dejar de controlar mis movimientos, tomando asiento a vez que yo.

Sé lo que está pensando. Y sí, puede ofrecerme una copa.

Parece soltar aire con alivio. Supongo que piensa que una copa le da tiempo para pergeñar algo. Gira a medias la silla, haciéndola rodar suavemente hasta el recoleto aparador donde varias botellas de fino cristal custodian diversos líquidos de diversos tonos que varían entre el dorado y el tabaco.

¿Whisky?

Asiento complacido. El tipo me ofrece su perfil mientras toma las copas, lleva la mano hacia un cofrecito que ¡oh, sorpresa! es un pequeño congelador con hielos -cosas de ricos, pienso-. los peces de hielo titilan en las copas mientras mi obligado anfitrión queda con la mano en alto unos instantes, meditando sobre la mejor elección alcohólica para esa ocasión. ¿Qué se ofrece a un tipo que te amenaza con pegarte un tiro en tu propia casa? Se decide por servirnos lo mismo, dejando mi copa convenientemente alejada, manteniendo las distancias. Me incorporo atendiendo por el rabillo del ojo a sus movimientos, tomando la copa antes de dejarme caer en la silla. Un sorbo al cristal -hum- para constatar que, efectivamente, es un buen caldo.

Sabe bien quién soy y lo que sé -le miro a los ojos-. Ahora quiero que me cuente lo que usted sabe.

Apoya los brazos en el escritorio, gesto agrio en plan: “No juegue conmigo, amigo”.

Sabes bien quién soy, y si has tenido los huevos (o el poco seso) para plantarte aquí debe ser porque lo has planeado bien. -Se recuesta en su asiento-. Sabes que deberías estar muerto. Así que dime de una jodida vez qué coño quiere de mí.

Me gusta tenerle inquieto, saborear el momento. Borra en parte el gusto amargo de la venganza no satisfecha.

Tengo cierta información que deseo que complete. - Su gesto inerme apunta cierta curiosidad y parece invitarme a continuar-. Verá, para que lo entienda, acabo de llegar desde Buenos Aires tras “adquirir” información concerniente a usted.

Me mira fijamente y asiente. Más que sorprendido, parece confirmar un pálpito temor.

No hago gesto alguno ante la afirmación. Mi mirada lo dice todo.

¿Por qué ha montado todo este circo contra las FAF?- digo para apremiarle a que empiece a hablar

Asiente, meditabundo. Su mirada se desplaza hacia la cajita de puros. Alarga la mano para levantar la tapa y, con mucha parsimonia, tomar un habano para llevárselo a los labios. No tiene la deferencia de ofrecerme uno. Se recuesta tras encenderlo y mira las primeras volutas ascender hacia el techo mientras trata de hacer acopio de recuerdos.

Todo comenzó hace mucho tiempo…





kekos00

Me cuenta todo desde el principio: como siendo un recién llegado al Nuevo Mundo sufrió varias decepciones, una de las más duras fue el rechazo de las FAF a alistarse a pesar de ser su mayor deseo. Cupo completo, le dijeron. Los años le llevaron a varios encontronazos con miembros de la milicia, llegando el día en que padeciera la mayor infamia de su vida. fue durante la batalla por Madrid, último bastión en la guerra con Brasil, que estaba a punto de ser perdida. El Gobierno quería cabezas de turco para justificar la debacle militar y se desató una caza de brujas por el país. Las principales milicias, con interés similar al del Gobierno y con la bula de este, registraron e investigaron a propietarios, periodistas, empresarios… Él había comerciado con compañías brasileñas de caucho desde hacía años, y sí, no todos los tratos habían sido debidamente comunicados a las autoridades; pero esa era una práctica habitual en aquellos tiempos. Pero eso no detuvo a los investigadores -de las FAF-, quienes le denunciaron precisamente a él y no a otros muchos. Quedó arruinado y deshonrado, y su mujer le abandonó avergonzada de vivir con un fracasado.

Todo estaba perdido, todo. Solo el azar quiso que tras varios meses sobreviviendo de la caridad de conocidos, el fallecimiento de un allegado le permitiese disponer de un pequeño capital con el que emprender de nuevo. Pero no lo hizo aquí, en el país que le vio nacer, sino que marchó a las Américas. En Argentina, gracias a antiguos contactos brasileños asentados allí, empezó a crear de nuevo un imperio. Decidió entonces cambiarse el nombre para borrar su pasado y crear un futuro prometedor sin pesadas e incómodas mochilas.

Le fue bien, y a base de trabajo, esfuerzo y sacrificio se rehizo, logrando amasar una auténtica fortuna. Siempre quedó agradecido a su país de acogida, donde dejó grandes contactos y amigos cuando decidió volver a España.

Nadie parecía reconocer al recién llegado millonario. Su poderío le permitió hacerse un hueco desde el anonimato y la discreción que requería su privado plan de venganza.

Al principio se limitó a ajustar cuentas a nivel personal, consiguiendo arruinar a algunos de los que produjeron su desgracia, haciendo que según qué personas recibiesen su merecido. Hasta que un día unos de los matones a sueldo se pasaron en su celo y mataron a un capitán de las FAF. La situación fue peliaguda, pero lejos de amilanarse aun quiso darle una vuelta de tuerca e hizo que el cadáver apareciese en un barco repleto de señoritas de cortesía, consiguiendo de paso hundir la reputación del muerto. Este hecho le hizo darse cuenta de que estaba sediento de una gran venganza y no le bastaba con lo que estaba haciendo para saciarla; necesitaba más, acabar con quienes más daño le habían hecho y habían propiciado su caída: las FAF.

La guerra entre Argentina y España se hizo inevitable al alinearse en alianzas antagónicas, y el pudiente industrial vio llegada la oportunidad de acabar con sus detestados antagonistas pagándoles con la moneda con que ellos le arruinaron.





El conflicto con Argentina hizo recomendable al empresario dejar a nombre de un “hombre de paja” la propiedad de sus empresas en el país americano. Una de esas empresas fue preparada para la trampa.

Consiguió meter a un espía en las FAF, un petimetre que no era sino asalariado -una multi- de un conocido gángster español quien lo usaba más para estar al día de lo que se cocía en la milicia que otra cosa. Pagó una suma importante al mafioso porque su multi introdujese como propia de las FAF una empresa ubicada en Argentina que él mismo había utilizado para el tráfico ilegal de armas con destacados miembros de las fuerzas armadas albicelestes, los cuales eran amigos bien pagados.

A Argentina le venía muy bien que las FAF cayeran por varias razones: para muchos argentinos eran falsos adoradores de roto2, pero, y esto era lo más importante, la caída de una de las milicias más activas y con mayor número de miembros de España debilitaría las defensas del país ante un ataque que tenían pactado con Rumanía: un pacto que cambiaba España por Brasil. Sí, los rumanos se retiraban de España a cambio de que Argentina les dejase atacar a su hasta entonces “aliado” Brasil.

Estaba todo más o menos preparado, hasta que apareció Neospa. Ese tipo estirado, ese capitán con ínfulas de héroe se dio cuenta de que algo no cuadraba. Encargado de los abastecimientos, vio algo raro en esa empresa que habían incrustado entre las decenas que gestionaban las FAF. Dio con su topo, y aunque nunca llegó a saber quién estaba realmente detrás de todo aquello, obtuvo información muy importante que habría desbaratado toda la trama. Y eso precipitó su muerte.

Aprovecharon su viaje a Oporto para entrevistarse con angeldav y el mismo Presidente del Gobierno, quienes estaban supervisando la contraofensiva sobre unos borrados portugueses que querían aprovechar la guerra con Rumanía para liberarse. Allí le hizo apresar para “interrogarle”. Necesitaba saber cuánto sabía y si había comentando con alguien sus descubrimientos. Él mismo estuvo presente y contribuyó a sonsacarle información. Su rabia hacia los hijos de roto2 no hacía más que aumentar y se cebó con el capitán fafero. Habiendo ya acabado de sonsacarle se produjo un bombardeo portugués en el barrio donde estaban torturando a su preso, y una bomba llegó a destruir parte de la vivienda. Protegidos en el sótano no sufrieron heridas, pero precipitaba la decisión sobre qué hacer con Neospa una vez muerto. Pensaron simplemente en llevarle a un cráter y lanzarle una granada, pero habría levantado sospechas que alguien de su graduación hubieses estado por la zona él solo. Enfurecido, disparó al fafero en la cara con su arma personal, una de un calibre demasiado pequeño, por lo que el proyectil no salió. Tomaron la decisión drástica de usar un torno para sacar la bala del cráneo y evitar comparaciones balísticas y, de paso, dificultar la identificación, para lo que le rebanaron las huellas dactilares. El muerto quedó destrozado, parecía la obra de un sádico. Y eso hizo que una bombilla se encendiese en su cabeza. Enardecido por las ansias de hacer daño a las FAF, consultó a un contacto en la policía militar de Oporto si había algún fafero entre sus filas. Al saber que sí. Mandó preparar la escena que Rvega y yo encontramos aquel día hacía tantos meses un cuerpo sin cara atado a una silla en medio de las ruinas de una casa de Oporto. Aquel cadáver que custodiaba una bomba destinada a seguir haciendo daño a las FAF: preparada para matar a quien la quisiese desactivar. Para matarme a mí.

Y aún añadió un detalle más: un cinco pintado con la propia sangre de Neospa sobre la insignia de roto2. Un macabro homenaje al quinto cumpleaños de las Fuerzas Armadas Forococheras.

La bomba no estalló merced a la precipitación con que se preparó todo, pero daba igual: el plan seguía su curso sin obstáculos.

Posteriormente, él y sus colaboradores se fijaron que yo seguía la investigación y decidieron aprovecharlo. Me fueron guiando de manera que llegase a la información que, al liberarla, supuso la caída de las FAF. Aquel virus liberado en Madrid fue el pistoletazo para que los tratos de la empresa a nombre de la milicia viesen la luz. Era incontestable: todos los medios recibieron el dossier y las pruebas y se hicieron eco de la noticia. El Gobierno no tenía mucho margen, y aunque era un golpe en la línea de flotación de nuestro poder militar, no podía dar la espalda. Igualmente, “untó” algunas algunas manos prominentes para asegurarse el resultado deseado, culminando su venganza.





Personahumana

Pero eso pudo suponer la caída de España. Estábamos inmersos en batallas decisivas y retiraron a todos los faferos de los frentes. Más de quinientos efectivos.

Está encantado de constatar mi indignación; lo disfruta:

Recuerde que yo conozco el pacto de rumanos y argentos; no podíamos perder -se da el premio de un buen trago a la copa-. Es más, cuanto antes se vayan los rumanos y entren los argentinos en España, mejor para mí. Necesitarán gente de confianza para reconstruir el país...

Sus palabras parecen entremezclarse con el humo del tabaco, al que da una buena calada sin perder de vista ni uno solo de mis gestos.

No siente ni padece ante el dolor de sus compatriotas, por vender la patria a nuestros mayores enemigos.

Su carcajada corta el espeso aire de la habitación.

Yo no tengo más patria que la plata, viejo - dice impostando el acento argentino-. España me apuñaló por la espalda -escupe con desdén-, solo Argentina me amparó y me permitió seguir adelante.

¿Y sus amigos brasileños? ¿A ellos tampoco les está traicionando conociendo el trueque de argentinos y rumanos?

Templa los ánimos y mira el brillante extremo de su habano con exagerada fijeza.

Daños colaterales.

Me doy cuenta de que mis manos están agarrotadas agarrando los brazos de mi asiento. Estoy a un suspiro de saltar sobre la mesa y estrangular a ese hijodeputa con mis propias manos. Verlo regodearse en su traición me da náuseas. Ha llegado el momento de acabar todo este teatrillo.

Bueno, pues no me queda más que despedirme de usted.

¿Se marcha ya?- dice con un fingido gesto de pena que apenas cubre su júbilo.

Ya ve. Se ha hecho tarde. Y ya tengo todo lo que venía a buscar.

¿Ah, sí? Me alegro.

Un pitido similar al del chirriar de un tenedor contra un plato pero aumentado mil veces me taladra el tímpano. Me saco el auricular del oído, tirándolo al suelo como si quemara. kekos00 sonríe mientras sostiene una pistola que apunta a mi pecho y una especie de telemando en la otra mano.



¿Le gusta? Es un pequeño generador de impulsos electromagnéticos. Fríe cualquier cacharro en un radio de diez metros en la dirección a la que se apunte. Muy práctico. Tecnología argentina.

No sé qué pretende, pero eso no va a detenerme.

El estampido del disparo coincide con un fuerte golpe en mi pecho que me hace dar un paso atrás de la impresión. Me llevo la mano al lugar del impacto y miro como un líquido viscoso rojo empieza a manar. Miro a kekos00 sonreír triunfante y amagando con volver a levantar el arma. Aprieto los dientes antes de caerme al suelo. El dolor es ahora intenso, casi me deja sin respiración. La boca me sabe rara, llena de saliva. Escupo para ver que es toda roja. He dejado perdida la alfombra. Le van a clavar en el tinte. Que se joda.




Manuel III el Exiliado

El gran despacho se llena de media docena de miembros de seguridad uniformados como si fueran de los equipos de asalto, todos de negro y armados hasta los dientes, las armas en ristre y los láseres verdes buscando un objetivo que abatir. Apenas han tardado treinta segundos en patear las puertas de roble tras escuchar el disparo procedente de la sala, pero obviamente han llegado tarde. kekos00 sostiene una pistola humeante y un copa de licor mientras observa desde detrás de su mesa la figura de un individuo con pinta de caco situado sobre una alfombra teñida de rojo sangre. Enseguida asume el enorme fallo de seguridad y antecede la monumental y merecida bronca que les espera a él y su equipo. Empieza a recordar una breve oración que su abuelita le enseñara en su niñez para tratar de conjurar el más que previsible castigo.

Uno de sus hombres retira un arma al tipo del suelo y le toma el pulso. La negación de su cabeza confirma que es un fiambre. Siguen registrándole mientras él se aproxima a kekos00, quien da un tiento a la copa, dejando dos pequeños hielos girando en el fondo. La copa del otro tipo aparece más que terciada. Han estado un buen rato allí departiendo.

¿Por qué no pulsó el botón de alarma antes?

El gerifalte deja el arma sobre un grueso montón de papeles y se recuesta en el sillón, m´s atento a que la ceniza no le caiga en el pantalón que a su interlocutor.

Teníamos cosas de las que hablar -echa una mirada al reloj de oro que brilla en su muñeca izquierda-. Desháganse de él.

Se levanta tomando la licorera y su vaso y se encamina a la salida del despacho. Se para en seco y se vuelve. Levanta el índice de la mano con la copa, agitándolo como si acabase de recordar algo.

Ah, por cierto. Localicen al inutil de mi ayudante. Tengo algo importante que decirle.

* * *


Ya se llevan el cuerpo. Menos mal que uno de los chicos tuvo la feliz idea de acercarse al cobertizo del jardinero para hacerse con unas de esas grandes bolsas de basura negras y unas cuerdas con las que dejarlo todo recogido y poder transportarlo hasta el coche. Dejó de ser su problema para pasar a centrarse en la búsqueda de eclank. Nadie parecía haberle visto tras reunirse con una banquera a última hora de la tarde. No estaba claro él y la mujer habían salido del recinto, si estaban reunidos en privado o qué demonios ocurría. Otro quebradero de cabeza que sumar a la aplazada bronca del jefe. Ya debía estar buena la tipa, pensaba el bueno de Manuel, si el dedicado secretario de kekos00 se había rendido a sus encantos.




eclank

¿Pero qué coño…?

Todo es negrura. La espalda le duele; siente que se está clavando mil cosas a la vez. Trata de incorporarse y su cabeza golpea un tope invisible. ¡Dios, qué dolor! Alarga el brazo para palpar el metal de la cofre donde le han encerrado mientras con la otra mano se frota la frente. Parece el maletero de un coche.

¡Eh! ¡Ehhhhhhh!- grita desesperado-. ¡Sáquenme de aquí, me tienen encerrado!

Escucha abrirse una portezuela y unos pasos tranquilos y firmes sobre la grava acercándose. Unas llaves revolotean tintineantes y pronto se siente urgar en la cerradura. eclank se aferra a un hierro duro, una llave de tubo.

El portón se abre y la potente luminosidad de una linterna le deslumbra. Se cubre con la mano libre, girando la cabeza, hasta que consigue acostumbrarse algo. Distingue la inquietante sonrisa de la señorita Marindo.

De repente se fija en que sostiene un arma con silenciador.

No...

Apenas dos zumbidos y dos pinchazos en el pecho.

Hijapu…

En menos de un suspiro vuelve a caer narcotizado y la misteriosa dama cubre su sueño con la tapa de metal.




Señorita Marindo

Si pusiésemos este nombre en el buscador de ciudadanos de eRepublik no nos mostraría ningún resultado. Eso se debe a que es el seudónimo de una miembro de fuerzas especiales de las FAF, hace tiempo en la clandestinidad, ahora echando una mano a un amigo de un amigo, a un amigo de lefuuu.

Mira el reloj: ya va tocando encender la radio. Un click en un botón de su chaqueta y un breve zumbido en el oído con el auricular.

Estoy.

bulla, soy lefuuu -responden al otro lado de la línea-. El fiambre está envasado.

¿Qué dices?

Digo que el tonto está en el bote.

Mira, lefuuu, déjate de chorradas. ¿Tengo que entrar ya o no?

¡Sííííí!

¡Coño, pues dilo claro!

Se aparta del coche y se aproxima a una puerta de servicio por la que accede al edificio. Un guardia de seguridad le mira con extrañeza desde detrás de un pequeño mostrador gris.

¿Quién es usted? Qué hace aquí?

Esperar un paquete.

¿Qué paquete?

“¿En serio me responde así? ¡Si me lo ha puesto a huevo…!”. La mirada de extrañeza del segurata no alcanza a vislumbrar las intenciones de la soldado fafera, quien decide no responder con una jocosa rima a la pregunta del guardia y sí con un disparo de un dardo narcotizante a su pecho.

No tarda en desplomarse el tipo, quien por poco no se golpea la cabeza con la consola con el botón de alarma y el interfono para contactar con los otros puestos de vigilancia. “Al menos ha tenido la diligencia de caerse detrás del mostrador y me ahorra ocultarle dentro”, piensa bulla. “Avutardo”, lee en la chapita que luce al pecho del inerme bulto. Se encoge de hombros. “Un pardillo. Debe ser un noob”.

Se acerca a una puerta hacia la derecha, junto al hueco de las escaleras que ascienden a las plantas superiores. La abre para descubrir unos escalones menos lustroso y peor iluminados. Las indicaciones de PaJaRiLLo son los correctos hasta el momento, así que baja hasta encontrar entre unos armarios con productos de limpieza la caja de interruptores eléctricos.

bulla, aquí lefuuu. Dice PaJaRiLLo que solo tienes que bajar unas palanquitas para dejar sin luz todo el edificio, que no hace falta que...

La soldado gira la cabeza para encontrar cerca una caja de herramientas. Apenas la abre encuentra un martillo de aceptables dimensiones.



Durante unos veinte segundos lefuuu y PaJaRiLLo solo oyen golpes aporreando algo.

¿Se lo está cargando a golpes, verdad? -dice el fafero polaco. PaJaRiLLo se limita a mirarle para indicarle que entiende que es una pregunta retórica. El mero gesto de engullir una patata frita cierra la absurda conversación con el hacha de la computación.

Desconectado -confirma bulla. Se coloca unas gafas de sol y oprime un pequeño botón para que se active la visión nocturna.

¿No podías haberlo hecho como te dijimos? ¿Acaso no merecía la pena mantenerse en silencio?

Que sensible estás hoy. ¿Echas de menos Polonia?

Céntrate que ya es la hora.

Oído.

La miliciana vuelve sobre sus pasos hacia la planta baja. Apresta el oído para escuchar los sonidos provenientes de la escalera. Los guardias parecen inquietos por el apagón; uno de ellos se impone y ordena bajar el fardo que tanto pesa y del que ya está hasta salve sea la parte. bulla agarra las armas. Las sombras se confabulan para facilitarle la tarea de apostarse en espera. Los resoplidos y maldiciones no tardan en acercarse a ella.las luces que entran por las ventanas de la escalera permiten apreciar los cuerpos y como el cuerpo va dando tumbos contra los escalones. Levanta el arma y dispara hacia el primer guardia. este gime sorprendido por el impacto. El segundo guardia le pregunta qué pasa; le replica que algo le ha picado. “Déjate de gilipolleces y camina, que queda poco”. El primero avanza errático ahora: “Algo me ha picado… algo… me ha…”, hasta que da un traspiés y cae de bruces, arrastrando al fardo y a su compañero. bulla aprovecha para disparar en el suelo a segundo guardia, encarando la escalera ante la llegada de algunos más que llegan a la carrera. Los zumbidos de las pistolas de aire comprimido al lanzar los proyectiles somníferos, haciendo caer dos hombres más en las mismas escaleras.

“Uf, esos se van a levantar con cardenales”, piensa la tiradora.

Se acerca al hombre envuelto en plásticos negros. No muy convencida, le da una patadita para comprobar no se sabe muy bien qué. Tras cerciorarse, se lleva la mano al interior de la chaqueta para sacar una gruesa jeringuilla de gran tamaño a la que quita el tapón protector de plástico para liberar la aguja. Hincando la rodilla, rasga la bolsa con sus uñas para liberar la cara y pecho del finado. Busca el pulso en el cuello con dedos, pero desiste. Abre la chaqueta ya entreabierta y busca el punto exacto cerca del corazón. Sigue sin sentir latidos así que apresta el brazo en alto, la jeringa a la altura de la oreja derecha… ¡y zas!, la hunde hasta el fondo, perforando el esternón e inyectando la adrenalina directamente en el corazón.



El tipo se incorpora de una vez, habría saltado si bulla no le hubiese sujetado. Sus ojos exorbitados no encuentran objetivo en el que centrarse y su respiración acelarada le hace dar bocanadas exageradas. La soldado le palpa el pecho tratando de determinar si hay fractura del esternón. El dolor le hace bajar la mirada con una clara mueca de desagrado al ver la cánula hincada, antes de volverse hacia su rescatadora. No ve su cara en la oscuridad, pero la luz alumbra un destello en el canalillo de su prominente pecho: un roto2 plateado le dedica su característica sonrisa.

Guarro -le dice ella.




Personahumana

La presunta fafera no se presenta pero le ayuda a quitarse su plástica mortaja, dejándola entre los guardias caídos. Si no fuera por su ayuda no podría ni arrastrar los pies. Mi brazo sobre sus hombros, me dirige a la puerta. Un coche cercano es nuestra meta. Me apoya en él para abrirme la puerta trasera, agarrando mi cabeza para no golpeármela con el marco de la puerta y me deja tumbarme.

Sé bueno y no lo babees mucho el asiento. Es de alquiler.

No puedo ni hacer una mueca, solo trato de cerrar la boca y tratar de controlar mi corazón desbocado, cierro los ojos y me dejo llevar.



Continuará…