Crímenes en guerra - 7ª parte [La caída]

Day 2,570, 14:49 Published in Spain Portugal by Personahumana



Barcelona, mayo 2014

La luna brilla alta, inmensa, casi completa, iluminando desde el cielo la noche de manera increible, casi irreal, lo que sumado a la leve brisa proveniente del puerto crea un marco ideal para gozar de una celebración en la noche mediterránea.

Los faros de un gran coche negro, una limusina, rasgan las sombras proyectadas por los árboles que forman una bóveda hacia la entrada de una suntuosa mansión en la exclusiva barriada de Pedralbes (dicen que allí residió cierto exjugador de fútbol ahora afincado en Milán).

El vehículo se detiene ante la caseta de los guardas armados, quienes lo retienen lo suficiente para comprobar identidades y devolver saludos formales, recibiendo paso franco hasta llegar a la iluminada entrada, donde varios sirvientes acuden, solícitos, a abrir las puertas de las que descienden autoridades, empresarios prominentes, diplomáticos… todos ellos vistiendo los elegantes atuendos que se reservan a las fiestas más señaladas en el calendario de la alta sociedad. Sonidos que evocan una agradable velada (entrechocar de fina cristalería, cubiertos de plata sobre vajillas de Limoges, piezas de Bach o Mozart interpretadas por un virtuoso cuarteto de cuerda) llegan a uno de los balcones de la planta superior donde una oscura figura cuasi oculta en las sombras, juguetea con las volutas de humo que emanan del espléndido puro que sujeta con su sí iluminada mano, haciéndolas danzar entre los rayos de luz que atraviesan, como mil hilos de plata, como las trazas de rápidas balas, el velo negro que envuelve el contraluz de una silueta, la de un luchador enchaquetado, encorsetado en un traje pagado con muchas muchas monedas de plata.



Unos toques en la puerta de la gran sala distraen al dueño de la figura en tinieblas, sacándole de su dulce ensimismamiento. Con la desgana de romper el encanto de su entretenimiento, eleva su voz lo suficiente como para que pueda ser oída por quien reclama acudir a su presencia con el repiqueteo de nudillos en la madera noble.

- Pase.

Inmediatamente su mirada vuelve al hipnótico revoloteo humeante mientras sus oídos se centran en confirmar que, efectivamente, sólo una persona camina sobre la gruesa alfombra turca que cubre el suelo de la estancia. Esperemos, por su bien, que lleve bien limpios los zapatos.

- Buenas noches, señor.

A pesar de estar esperando esta visita, una mueca de disgusto cubre su boca. Su mirada se vuelve a las brasas del puro, valorando si merece la pena dejar de lado el placer de disfrutarlo para atender a sus obligaciones. Finalmente, mohíno, saca de un bolsillo de su chaqueta una pequeña guillotina con la que corta la brillante cabeza, dejándola caer y rodar por el suelo del balcón.

- Sí, buenas noches - comenta al girar sobre sí mismo y dirigir sus pasos al cómodo sillón pegado a la barroca mesa estilo Luis XVI, tomando asiento mientras recoge en su mano una copa de whisky que brilla bajo la tenue luz de un elegante flexo de diseño; tan suave es la luz que apenas se adivinan las elegantes pinturas renacentistas, los elaborados tapices holandeses o los detalles de los finos muebles que pueblan la estancia. - Trae el informe.



La figura que ocupa el centro de la sala, prácticamente envuelta por la penumbra pues sólo destacan en ella los apagados brillos dorados de un discreto pisacorbatas y los destellos en unas anticuadas lentes con montura de pasta, parece enderezarse aún más al saberse destinataria de la afirmación, que no pregunta, como buen sirviente adiestrado que responde a la voz de su líder.

- Sí, señor - dice adelantando un pie y la mano que porta la negra carpeta llena de hojas impresas hacia el halo de luz, con la intención de depositarla sobre la amplia mesa de recia madera.

- ¿Lo ha leído?

La cuestión, por inesperada, hace al esbirro dudar, quedando su gesto a medio camino y haciendo vibrar su voz levemente al responder.

- Lo he redactado yo mismo, señor.

Pues tanto mejor. Léame aquello que considere más destacable; hágame el favor - dice el mandamás recostándose en su sillón, decidido a recrearse de nuevo en su bien elaborado habano, encendiendo una cerilla que acerca al tabaco prendido de su boca, la llama protegida por la palma de su mano, desvelando por unos instantes parte de las facciones que tanto cuidado pone en ocultar.

- S… sí, señor. - dice nervioso el subalterno, abriendo la carpeta y dejando que la lamparita alumbre los documentos para poder así recopilar los datos más notables de su detallado informe, completado con un amplio dossier de recortes de prensa. - Sobre las 2😇2 horas del día de ayer, hora peninsular, se inició el programa malicioso informático, cumpliendo con los pronósticos que se habían marcado al respecto, dentro de la semana prevista para su activación...

- Sáltese esa parte. ¿Cuáles han sido las consecuencias? -dice disfrutando anticipadamente las nuevas que espera le relaten.



Nuevamente pillado a contrapié, el hombre empieza a hojear las páginas con rapidez, centrándose en las acciones más relevantes ocurridas tras saltar el aviso de actuar contra todos los componentes de las FAF en el buzón de cada ciudadano español.

- Como era de esperar, la sorpresa se hizo patente en toda la sociedad española, incluidos los objetivos, la mayoría de los cuales fueron detenidos sin que opusieran resistencia, haciendo así buenas las previsiones más optimistas de bajas amigas. -Mirada de reojo al contraluz de su jefe, cuya pechera alumbrada marca un tranquilo compás.- No obstante, habría que destacar una serie de eventos trascendentes, principalmente por la relevancia de sus protagonistas -comenta mientras pasa una hoja con varios párrafos subrayados con rotulador fluorescente.- Por ejemplo, el incidente acaecido al caer la mismísima cúpula de la unidad militar, reunida en Ontario junto con el resto de la delegación española y los representantes de los países aliados de SIRIUS.




Toronto, mayo 2014 - m60a3tts



La reunión está caldeada; se nota que los presentes se conocen desde hace bien poco; es más, no hace ni un mes más de uno se veía las caras en el campo de batalla. Los aliados habían roto la tensa calma en que se mantuvo TWO hasta el fin de su dominio mundial, ruptura que había abierto el futuro a insospechadas uniones. ¿Quién nos habría imaginado en la misma sala de reuniones de la mano de Polonia, planificando estrategias con USA, Croacia o Turquía? Eso piensa m60a3tts mientras sale de la espesa atmósfera de la sala de juntas. El ambiente enrarecido le crispa; eso, y las miradas de uno de los yanquis, un tipo que se ha alucinado al conocer su nombre (claro, el de un antiguo tanque americano) y que además no ha dejado de mirarle las tetas. Cerdo. Si le dejasen, barrería el suelo de la sala con su cara, arrastrando los restos de colillas, los papeles arrugados y los botellines vacíos de Cruzcampo que angeldav está acopiando minuciosamente bajo la larga mesa. Pero ahora es un aliado y tiene que soportar su presencia en silencio por el bien de la incipiente alianza; no en vano, es la Viceministra de AAEE acompañando al sosegado Poggo, quien le franquea a la derecha, y para más inri, es la adjunta a la comandancia de FAF en las reuniones de milicias. Pone los ojos en blanco al verse teniendo que aparentar absoluta normalidad y mostrando una fingida cortesía durante las extensas reuniones, por muy cuesta arriba que se le vaya a hacer.

Pero por ahora no puede más y, disculpándose, ha salido de la sala para tomar un respiro en la antecámara de descanso situada al final del pasillo. Poggo le ha dirigido una mirada que ella ha devuelto con una mueca en el pico de la boca, un “tranquilo, está todo bien”. Sólo va a tomarse un breve receso antes de volver a la carga.

Cierra la puerta y suspira hasta vaciar los pulmones. Malditos idiotas. Es normal que no se pongan de acuerdo en los objetivos: ¿cómo pueden defender los turcos que se ataque a Grecia para conseguir bonus cuando las regiones originarias españolas están borradas por Rumanía? Agradecía la deferencia del resto de participantes de haber viajado hasta sus colonias canadienses para realizar los primeros contactos, pero teniendo casi el ciento por ciento de bonus, ¿en serio querían centrarse en atacar a uno de los más duros rivales del Nuevo Mundo?

Pensando en ello se planta ante los cómodos sofás y las máquinas de vending con la idea en mente de disfrutar una fanta bien fría. Fría, en contraste con los los ojos del arrogante americano, con esa mezcla de deseo y superioridad basada en nada. Los norteamericanos. Son incluso peores que los turcos pues no habían dicho ni una sola palabra que les comprometiese en ningún sentido. Ni prometían ni negaban su participación en ninguna operación; guardaban celosamente sus cartas hasta ver encima del tapete la de los demás, seguramente para leer la mejor jugada a su favor, aquella a la que sacar mejor provecho, esperando a definir sus intereses en función al éxito más cierto, poniendo mientras la mejor cara de taimado tahúr que eran capaces de componer; y eran los mejores en eso. Vamos, que no se habrían mojado ni tirándose a una piscina.



m60 se pasa los dedos entre sus cabellos morenos y lisos hasta soltar la goma que los recogía en una apretada coleta dejando a su aire la larga melena que le llega hasta casi la cintura, tomando la gorra verde oliva con la misma mano con que agarra el dólar canadiense con el que comprar su anhelado refresco. Pero una mano envuelta en una manga llena de galones se le adelanta, imprevista, comprando una fanta naranja que toma para dejarla a la altura de sus ojos. El dueño de la mano es el mismo que luce una amplia sonrisa de oreja a oreja: el yanqui de mirada indiscreta que, de nuevo, se atreve a afrontar, osado, su mirada momentáneamente sorprendida.

- Are you ok? -se interesa el hijo de la tierra de la libertad.

m60a3tts no responde; le mantiene la mirada, ahora helada, obviando el refresco que le ofrecen, introduciendo su propia moneda en la máquina sin mostrar al americano otra cosa que displicencia, con los labios casi imperceptiblemente torcidos en una dura mueca de desagrado, como la que provocaría el nauseabundo aroma de la basura orgánica en descomposición

- ¿Todas las mujeres son tan calladas como tú en España? - insiste el tipo en un castellano prácticamente carente de acento, mientras se decide a abrir la lata reservada a su consumo personal tras el desaire de la mujer. Mil gotas salpican entonces su inmaculada guerrera, perfectamente cepillada. A m60 le hace gracia oir el “Shit!” lanzado entre dientes por el yanqui y el esmerado empeño de éste por enjugar cada una de los cientos de microlágrimas de fanta que brillan en sus medallas; le parece divertido verle luchar por evitar que la tela absorva el agua. Finalmente se decide a tenderle un paquete de kleenex como contribución altruista a su causa, ya perdida. Él cree (quiere) adivinar la sonrisa en su mirada, a pesar del esfuerzo de la española por ocultar cualquier atisbo de simpatía con la pétrea mímica de su rostro. Toma un pañuelo, agradeciendo con el nuevo despliegue de su esmerada sonrisa tal muestra de generosidad.

- ¿Todos los yanquis sois tan creídos?

- Casi todos.

Ambos sonríen ahora de una manera verdaderamente franca; pero la media luna en la boca de m60 se torna rápidamente en la más abrupta seriedad propia de un juez inmerso en la lectura de una sentencia de muerte, sintiendo el americano como su mirada le superaba por encima del hombro, centrándose en un punto a su espalda, en el pasillo que dejaran atrás desde la reunión. Justo se vuelve para encontrar a dos soldados de las Fuerzas Armadas eEspañolas armas en ristre, desfilando decididamente en su dirección, precediendo un séquito donde destacan las figuras de Poggo y angeldav escoltados y esposados de pies y manos.



Los soldados actúan raudos y como si el americano fuese invisible, acercándose a la militar como su único objetivo, elevando a apenas un par de metros el arma para apuntarla, con una de esas miradas de suficiencia y superioridad marcada en el iris que sólo el poder de la autoridad puede darte. Pero no tuvo la opción de señalar con el cañón a su presa, pues con una rapidez inverosímil, m60 agarra el arma, haciéndola desprenderse de la blanda presa de las manos del sorprendido soldado, golpeándole en la cara con la culata de la misma, provocando su caída al suelo con las manos en la cara, manando una sangre que gotea en regueros por entre sus dedos. La aguerrida militar salva a toda velocidad los dos pasos que le separan del otro uniformado, pateándole en el pecho y logrando que trastabille hasta golpear contra la pared, dirigiendo la punta del arma a quien porta los grilletes de sus amigos presos.

El resto de soldados reacciona al unísono encañonándola, gritando una salva de fieras amenazas incomprensibles al enredarse unas con otras en una escala de volumen ascendente.

Representantes de gobiernos y milicias de todos los países aliados se asoman por las puertas de las distintas salas de reuniones para averiguar qué está pasando en ese pasillo, entre ellos Dr.Montecristo, quien corta una llamada de su móvil con intención de mediar en la reyerta, si bien es angeldav quien levantando sus manos encadenadas hacia m60a3tts consigue con su gesto y entereza apaciguar los ánimos y concentrar la atención de todos, hablando con voz calmada a su compañera y amiga.

- m60, baja el arma. No vamos a resolver nada manchando nuestras manos de sangre. Os necesito a todos unidos para salir de ésta.

La brava FAFera no deja de apuntar entre las cejas al portador de las cadenas, un sargento que empalidece más cuanto más lee la determinación de ella por plasmar sus pensamientos contra la pared.

- m60… - angeldav buscaba la testaruda mirada de la dura guerrera, fijada en la mira del arma, consiguiendo que se cruzasen, hablándose, siendo el bálsamo para las manos de ella, que aflojan su presión para dejar caer el rifle a sus pies.

El soldado de la nariz rota y el orgullo herido no tarda en recogerla para intentar devolver el golpe recibido con ella en un intento estúpido por restaurar en parte su dignidad magullada, llevándola hacia atrás como un bate de béisbol… Pero no puede proyectar su deseado golpe contra la soldado de las FAF al sentir como una fuerza traba su garrote, fuerza que se vuelve impulso que le empuja para desequilibrarle y hacerle caer de nuevo bruces ante el asombro de toda la concurrencia. Sorprendido y más airado aún que antes, se vuelve para encontrar ante él la intensa mirada de desprecio del norteamericano.



- En mi país -le espeta- sabemos tratar con respeto a las damas valientes, asshole -regalándole la misma mueca que exhibiría quien acabase de tomar un trago del más fuerte bourbon casero.

El caído trata de levantarse otra vez para encararse al engreído guiri ese, pero su sargento es más inteligente y le ordena callarse y abrir el paso de los detenidos hacia los vehículos de la PM que esperan para llevarlos a prisión.

El yanqui, por su parte, se desentiende de todo y se acerca amable a m60a3tts, quien permanece seria, con sólo un destello de agradecimiento en sus ojos marrones.

- Es una lástima que ya tenga que irse, señorita. - comenta el gringo en soldado.

Y en un arrebato felino, que pilla de improviso a los mismos soldados que le están colocando las esposas, la valiente luchadora planta un cálido beso en la sonrisa del norteamericano, tornando su gesto en sorpresa y dejándole sin habla ni respiración, los ojos grandes como platos soperos.

- Hasta pronto. - dice ella con un punto de coquetería que deja aún más perplejo al sobrino del Tío Sam, quien se pasa los dedos por los labios para intentar retener, por unos instantes, el calor de ese beso, mientras vuelve a su boca su simpar sonrisa de auténtica alegría.




Barcelona

La luz de la brasa del puro refulge intensa ante la potente fruición del fumador, aparentemente deleitado con el resumen de la caída de los notables de las FAF.

¿Cayó toda la cúpula en ese golpe? - inquiere a su discípulo, palpablemente gozoso con la noticia desgranada.

Aclarándose la garganta reseca, incómodo, el asistente vuelve la vista de la figura cuestionante a los papeles, buscando entre la información que ya conoce para asegurarse de corroborar todos los datos.

No, señor -confirma temiendo el disgusto de su mentor. - Tengo aquí el informe sobre el Ministro de Defensa.

La brasa baila nerviosa sobre el fondo oscuro que proyecta la figura arrebatada a la luz. Las manos se cruzan bajo el haz de luz, apoyadas en la mesa, los dedos entrelazados, jugando los pulgares uno con el otro, mostrando cierto desasosiego del patrón.

Cuéntemelo.




Málaga, abril 2014 - Maikel WB



La noche cálida en la capital del la Costa del Sol hace sudar al Ministro. Urgido por el Presidente quien le ha llamado alarmado y eufórico, contento por el éxito reciente de la liberación de Andalucía hace apenas unas horas, aterrado por la amenazante situación que puede torcerse en contra de los intereses españoles en tierras aragonesas, el corazón no deja de palpitarle a todo trapo, corriendo de un lado a otro. No hace ni una hora estaba en el mando de la batalla y ahora se ve llegando a un helipuerto con prisas, recibiendo informes de todo tipo para preparar su informe al CP: bajas, efectivos, prisioneros, objetivos alcanzados... Datos y datos que se acumulan en los papeles y que le hacen cerrar fuerte los ojos y apretarse el arco de la nariz, respirar profundo, intentar evadirse por un solo segundo, una pequeña tregua para aguantar lo que viene. Lo que daría por una cabezada en una cama en condiciones, después de una semana reposando la cabeza sobre una mesa, en un saco terrero, en un camastro de campaña…

Ministro. Ministro. -Una mano le zarandea y le saca de golpe de la breve ensoñación. - Maikel -le dice Norsk_gr. - El helicóptero espera.

Las aspas de los rotores ya van tomando velocidad, agitando el aire a su alrededor. El piloto, un capitán de C.S.I. al que han designado voluntario para trasladar a Maikel WB cuando se disponía a volar al frente con su escuadrilla, un tal Vixort, como reza en su placa identificativa, se cuadra y le saluda. El Ministro le devuelve el gesto.

Siento tenerle aquí retenido, capitán. Sé que desearía estar volando al campo de batalla. No le retendremos mucho tiempo.



Serio, tratando de ocultar su malestar, Vixort baja su mano. La otra sujeta su casco.

Me han dicho que le gusta pilotar los Q4, señor -le sonríe- ¿Por qué no me acompaña en la cabina?

“Un respiro”, piensa Maikel, quien acepta la invitación y se sube al aparato junto al piloto, acomodándose en el incómodo asiento de copiloto. Norsk_gr y Jake Star se le quedan mirando, torciendo las bocas en un gesto de contrariedad; ésto les complica completar su tarea de información del ministro cara a su reunión urgente, aunque la sonrisa de satisfacción de Maikel WB no admite réplica, por lo que toman asiento en la cabina y dejan escapar sendas maldiciones entre dientes.

En unos minutos el aparato despega, dejando una estela invisible marcada por los destellos intermitentes de las luces de posición en la noche cerrada.

La conversación se anima una vez abandonan la zona de vuelo de la base, comenzando los asesores a comunicarse con Maikel WB por los auriculares con micrófono, indicándole la importancia de hacer ver al gobierno que es vital para la reconquistar retomar y mantener Aragón. El ministro lo sabe y resopla intensamente, cansado de horas de tensión y lucha, agotado, perdiendo su mirada en el infinito como un desideratum no expresado de escapar lejos, a un punto guardado por la oscuridad de la noche.

Está cansado ¿verdad, señor?

Maikel se gira, sorprendido. Es el piloto quien le habla, cortando las demás comunicaciones de cabina. - Sí. La verdad es que estoy rendido. Daría lo que fuera por dormir una noche entera en una cama en condiciones.

Puede descansar mientras llegamos. Al menos serán un par de horas de vuelo, si no hay restricciones en el acceso al área de recepción.

Maikel WB trata de componer una mueca de agradecimiento, y asiente, cerrando los ojos para al menos descansar la vista unos minutos, quedando dormido al poco con el balanceo del aparato.

La noche tranquila invita a la relajación. Por la mente de Vixort cruza el pensamiento que de buena gana habría imitado al máximo responsable de Defensa de no haberse tomado dos cafés. Por cierto, que estaba sintiendo unas punzadas en el bajo vientre que apuntaban a una necesidad imperiosa de aliviarse con una larga y cálida meada a la luz de la luna. Menos mal que sólo quedaba una media hora para aterrizar en Madrid.



Base Cuatro Vientos-Madrid a aparato CSI-Vixort 04. Conteste, capitán. Cambio.

CSI-Vixort 04 al habla. Cambio.

Capitán Vixort, ¿puede confirmar que la línea está restringida a su uso exclusivo? - Vixort arruga el entrecejo, extrañado por la petición, pero mira a Maikel, observando su cabeza echada sobre su hombro izquierdo. No ve su cara, pero la relajación total de su cuerpo indica que hace rato que camina por la senda que recorre el profundo valle de los sueños. El piloto cierra la señal de radio a los auriculares del ministro, sin que éste reaccione.

CSI-Vixort 04, línea asegurada.

Capitán, escuche atentamente. Se han recibido órdenes conjuntas de la Presidencia del Gobierno y del Senado indicando la obligación de detener y poner a disposición policial a todos los miembros de la milicia FAF. -Un silencio se establece en la comunicación durante un par de segundos, como si en Cuatro Vientos quisiesen dar un momento al piloto del Q4 para asimilar la noticia-. Puede Ud. verificar esta información en su correo personal y actualizando las órdenes de su misión en su navegador.

Vixort acciona los botones a los lados de la pantalla de navegación, accediendo a las órdenes de su comandancia, leyendo un resumen del mensaje enviado a todos los ciudadanos del país advirtiéndoles de la traición de las FAF y sus miembros, firmado por el mismísimo CalvoSotelo.

Base… -un silencio pesado agarrota su garganta un momento. Le costaba asimilar que toda una milicia con soldados como Maikel WB pudiese ser acusada de traición ¿Cuántas veces había tomado algunas copas tras una batalla con algún fafero?- ¿Cuáles son las órdenes?

No se nos ha comunicado aún, pero debe corregir rumbo y dirigirse aquí a Madrid y tomar las medidas necesarias para poner bajo arresto al Ministro de Defensa. La policía militar le estará esperando cuando toquen tierra. Según se acerquen le indicaremos el punto de aterrizaje concreto. Cambio.

Oído, base. No… - en ese instante gira la cabeza hacia el puesto de copiloto para encontrar una pistola apuntándole a la cara, con los ojos de Maikel mirándole fijamente desde detrás del cañón mientras su dedo índice se cruza sobre la boca advirtiendo de las consecuencias que puede acarrear una indiscreción- …no habrá problema. Esperamos nuevas instrucciones. Cambio y corto.



Maikel mueve los dedos sobre el tablero, desactivando las comunicaciones con el exterior y la cabina de pasaje, sin dejar de mirar al piloto, quien mira de hito en hito hacia el horizonte y al brillante arma niquelada que a luna hace brillar, viendo como su captor también desactiva el transpondedor que marca la situación del Q4 mediante GPS.

¿Qué ha oído? -pregunta Vixort al ministro, centrado en seguir la ruta marcada.

Todo -comenta Maikel con la cara seria, el ceño fruncido- Pero no se preocupe, capitán; sé cómo funciona ésto y Ud. no tiene que preocuparse.

Le creo -dice sarcástico, mirando de hito en hito al arma y a los ojos del Ministro.

Maikel le entiende y encoge los hombros. “Mera precaución”, parece querer decirle con su gesto.

No vamos a Madrid, capitán. Siga hasta Arganda del Rey. A las afueras, a unos cuatro kilómetros, hay una área de servicio. Aterrice allí.

Vixort se le queda mirando, sin responder. ¿Qué puede hacer sino plegarse a las exigencias de aquel tipo? Lentamente, mueve las palancas y pedales para hacer virar casi imperceptiblemente la nave en dirección noreste.

El aterrizaje es suave, cómodo para los tripulantes, si bien levanta una inevitable polvareda que sorprende al personal de la gasolinera y al cliente que justo acaba de pasar su coche por el túnel de lavado, quien con la boca abierta siente como el trapo con el que terminaba de secar las lunas sale volando con el torbellino creado por las aspas del Q4.

Puede bajarse, piloto -dice el político al aviador, añadiendo con una sonrisa.- Y tranquilo, utilizaré bien su cacharro.

Vixort se vuelve a medias, con el pie derecho ya apoyado en el suelo, mirándole fijamente a los ojos.- Señor… -el soldado aspira profundamente y hace un gesto hacia el panel de control, pidiendo con su gesto permiso para acercarse. Maikel WB cabecea levemente dando su consentimiento. El soldado de CSI lleva su mano a una pegatina de su milicia, a una de las esquinas levantadas y teñidas de negro por la suciedad. VIxort empieza a tirar de uno de los extremos, arrancándola, dejando al descubierto una placa con los logos de SPC entrelazados. - ...más le vale hacer algo heróico con este viejo cacharro.

Maikel le devuelve una mirada profunda, sincera, conmovida, y el piloto sabe que puede irse tranquilo. Jodido, pero tranquilo, y suelta el pedazo de pegatina en el remolino del helicóptero que despega, el cañón de luz delineando el improvisado helipuerto antes de volver todo tinieblas y grabar en su retina la silueta negra del pájaro contra la luna blanca plateada.




Arganda del Rey, mayo 2014 - Frozen Stauros



Está tranquila la noche, y una leve brisa barre suave la luminosidad con que la enorme luna la riega. Frozen Stauros contempla los brillos plateados jugando en las gotas de lluvia con que la manguera a presión arrastra la porquería de aquel viejo todoterreno que el paisano se empeña en despegar, barro reseco de los caminos y huertas de la zona.

Niquelao. -le dice con una media sonrisa aquel tipo orondo, con cara de pan Q3 y camisa de cuadritos que pareciera hubieran rescatado de los años 80. La bonhomía de aquel tipo estaba fuera de toda duda, no tanto su capacidad intelectual: en todos los informativos dan lluvia para mañana.

Pero quizá es cosa suya, que no está de buen humor últimamente. Ayer mismo se le estropeó la nevera.



De repente aguza el oído. Un ruidito repetitivo, espasmódico, comienza a hacerse muy palpable, como ocurre con la vibración de los aires acondicionados comerciales, que no te das cuenta de que están encendidos hasta que los apagan. Esto era igual, pero al revés. No se había dado cuenta de que llevaba rato percibiéndolo hasta que ya es muy notable. Y la brisa también también se ha intensificado.

Pronto el sonido de los rotores llena el ambiente, y al volver la vista al propietario del 4x4 y encontrarle mirando por encima de la gasolinera con expresión asombrada comprende, casi intuye lo que pasa. Apenas gira la cabeza al cielo un potente foco barre la explanada frente a su negocio, precediendo a la negra mancha del vehículo militar que desciende hasta la amplia zona abierta. Frozen Stauros no siente sorpresa, sólo curiosidad. No es habitual que aterrice uno de esos “pájaros” por aquellos lares, aunque todo el país estuviese en guerra. Se permite mirar de nuevo a su vecino, quien permanece alucinado con la boca abierta, el coche empapado cubriéndose con el polvo levantado por las hélices del helicóptero. Stauros repasa mentalmente el contenido de sus bolsillos. No, no le quedan caramelos; y a ese pobre lerdo se le va a secar la boca.

El Q4 aterriza dulcemente en el amplio espacio y de sus compuertas abiertas descienden varias personas aparentemente desorientadas, también el piloto, quien parece molesto y que hace algo un poco raro: justo antes de salir se vuelve hacia el interior y toma algo de los mandos del aparato, un papelito que nada más salir arroja al remolino producido por las aspas en movimiento. La aeronave se eleva en seguida con sólo el copiloto como tripulación.

Al tomar cierta altura, el marco de luz que los envuelve a todos se funde a un negro profundo, deslizándose en la noche para dejarlo todo en silencio. Todos contemplan el despegue y el piloto finalmente se encamina a la tienda; los demás se le pegan a los talones, cosiéndole a preguntas. Frozen llega a escuchar la última:

¿Pero a dónde se ha ido?

El militar aéreo se pasa la mano por el pelo, respirando profundamente, vaciando los pulmones de una sola expiración, cansado, irritado, pero contenido.

Ha tomado dirección noroeste -hace una pequeña pausa y añade.- Va a luchar.
Después da dos amplias zancadas para despegarse de su indeseado séquito y pregunta a Stauros:

¿Tienen café ahí dentro?
Pase. -le indica el gasolinero acompañando la palabra con un gesto de la cabeza, las manos cruzadas sobre el pecho.



Frozen Stauros le precede hasta su repleta cafetera.

Seguro que va a ser una larga noche.




Barcelona

Las cenizas del puro reposan en el cenicero mientras la figura sedente aún saborea el ácido y un tanto dulce regusto de aquella obra de arte. Sus dedos repiquetean impacientes en la madera mostrando su malestar.

- ¿Qué se sabe de Maikel WB?

Su sicario ya preveía la pregunta y ya tenía anotada la respuesta en un anexo redactado casi a última hora y que había anexado con un clip por agotársele la reserva de grapas. Había anotado que tenía que hacer un pedido sin falta.

Los restos del aparato pilotado por el Ministro de Defensa han sido identificados en el campo de batalla de Los Monegros, señor.



Vuelta a hojear los datos para asegurarse de lo que ya sabía, y le tiembla la mano al hacerlo, luchando por recomponerse y mostrar autocontrol, entereza, rectitud.

Cuéntemelo.

Dando un leve respingo que confía en que no se haya notado, mira en dirección a la sombra de la cara. No le apetecía responder a eso, no ahora.

¿Señor?

La mano que repiqueteaba para en seco, elevándose en el aire en unos giros enervados. “No me fastidie”, parece decir con el gesto.

Suéltelo ya. -comenta molesto.

Un suspiro contenido, vuelta a mirar los papeles, hojeando aquí y allá, sin decidirse.

Sí, señor.




Desierto de los Monegros, mayo 2014



El estruendo constante de la artillería rumana obliga a mantener la cabeza baja, hundida en el polvo, a la espera de unos refuerzos polacos que no se saben si llegarán. Y la tensión reinante entre la tropa no se limita a oír volar los obuses. La llegada del Q4 con el Ministro de Defensa directamente al helipuerto del Sector FAF justo antes de la alerta por traición de la milicia ha levantado ampollas. Los accesos a la zona defendida por los seguidores de roto2 queda cerrada a cal y canto, las comunicaciones cortadas, el silencio como un gris telón de acero. A ambos lados de las compuertas la tensión es máxima; también la decepción, el miedo, la turbación, la desolación. Doscientos soldados enclaustrados entre otros cientos de españoles, amigos; todos deseando la misma resolución a la crisis.

Los capitanes de FAF, encerrados en un búnker, discuten, gesticulan, gritan, se desesperan.

¿Qué mierda vamos a hacer? -pregunta CobrettiFC, con los puños apoyados en la mesa, las mangas de la guerrera recogidas hasta por encima de los codos, el cuerpo echado hacia adelante, la mirada pivotando entre los papeles revueltos de los informes recopilados a toda prisa sobre esa caótica situación y las caras compungidas de los compañeros.

Javisendo aparta la mirada, incómodo, hacia la pantalla del portátil, rastreando cualquier señal externa de otras unidades FAF no desplazadas al frente aragonés. Paul Daniel y lukevajo comentan por lo bajo la baja moral de los soldados y el no saber qué decirles. Fgdusk, vicastur y Wololooo no encuentran palabras y miran a Maikel WB buscando respuestas.

Yo os diré qué vamos a hacer.

Las miradas se vuelven a un rincón de la sala. poniéndose en pie, echando a un lado el capote que porta sobre los hombros, FAF Ortiz se pone en pie, agitando las manos sobre la pechera para sacudirse las migas de un finiquitado bocata de jamón y queso. Todos los ojos convergen en su alta figura de más de dos metros, en su abigarrada gesticulación, en su espeso mostacho castaño.

Sólo tenemos que hacer lo que hemos hecho siempre.

Pocos minutos después, los capitanes salen del búnker alborozados, relajados, alguno hasta sonriente en dirección al amplio patio situado delante de los portones que dan salida al campo de batalla, frente a la vasta extensión de vehículos dispuestos para el combate, ante los cientos de miradas expectantes de sus soldados y la atenta vigilancia de los mandos de las milicias que flanquean la posición de FAF.

Como una piña, los capitanes llegan más o menos al centro de la explanada, adelantándose FAF Ortiz, quien se sube en dos saltos a la torreta de un tanque Q6. Paul Daniel le lanza un micrófono.



Uno, dos. Uno, dos. Probando. -Ortiz se vuelve a la torre de control y levanta un dedo en señal de aprobación a los compañeros de sonido, quienes le devuelven el gesto.

- Soldados de FAF… shurmanos. Sé que sois conscientes de la situación. Todos habéis recibido la noticia que acusa de alta traición a esta milicia y a todos sus miembros, y que por ello debemos deponer nuestras armas y dejarnos arrestar. No se especifican los cargos concretos por los que se nos hace a todos culpables e indignos de portar en el brazo la bandera de nuestro país mientras luchando por él. -Ortiz sonríe mientras se muerde el labio inferior. Su mano se ve crispada agarrando el micrófono con fuerza, viéndose blancos sus nudillos.

- No somos dignos, señoras y señores. –FAF Ortiz lucía una amplia sonrisa falsa.- No somos dignos de luchar por el territorio en el que nacimos, de defender la ciudad en la que crecieron nuestros hermanos, de avanzar por la tierra regada con la sangre que vertimos una y otra vez para poder decir en voz alta “Somos ciudadanos libres”. No, no somos dignos... o eso dicen. Y me da que pensar; me hace pensar que si así luchan los traidores por este país, cómo deben de hacerlo los patriotas. -Ahora sí que lució una sonrisa cargada de ironía, tan contagiosa que hizo fue copiada por algunos de los FAFeros más próximos a él.- Hemos estado reunidos los capitanes pensando en qué podíamos hacer. Pensamos varias opciones, como la posibilidad de entregar nuestras armas, la de rebelarnos… Estuvimos sopensándolo todo: creímos que no nos ha parecido digno de un hijo de roto2 atacar a otros soldados eespañoles porque eso debilitaría al país y también iría en contra de lo que somos y de lo que creemos y daría la razón a quienes nos acusan de traidores. Tampoco creemos que sea la forma de honrar a nuestros caídos dejar las armas en el suelo y levantar las manos porque sería como reconocer que todo el esfuerzo y los sacrificios demostrados por nuestros hermanos caídos, sus vidas, hubiesen sido desperdiciadas inútilmente. ¡No! ¡Yo no iré a la tumba de mis hermanos a decirles que lucharon por nada! - La mirada de Ortiz es dura ahora, encendida, indignada. Realmente expresa la ira y frustración contenidas, la rebelión contra las acusaciones que se cernían sobre aquellos a los que más respetaba.´- Entonces, ¿qué nos queda? –sonrió de nuevo el capitán del 12º Regimiento de FAF Ortiz, volviéndose a sus compañeros capitanes, quienes le devuelven sus extensas sonrisas mientras blanden sus pesadas armas.

Dicen que un gesto vale más que mil palabras, y por ello el grupo de capitanes esperaron a que Ortiz descendiese del tanque para gesticular de la forma más explícita que uno pudiera imaginar: juntos, armas en ristre, las amartillan mientras se acercan a los portones que permiten salir al campo de batalla, las abren y saltan a las trincheras para empezar a avanzar.



Los chasquidos de decenas de armas restallan a sus espaldas, y los vítores de todos los FAFeros allí congregados atronan el aire mientras empiezan a correr en dirección a las filas rumanas, situadas a casi dos kilómetros de las posiciones eespañolas

Desde el aire, los helicópteros siguen el tumulto FAFero avanzando perseguido por una columna de polvo que empieza a crecer. Pronto los vehículos se ponen en marcha, haciendo tambalear el suelo a su paso, augurando el galope de los caballos del Apocalipsis. La comuna avanza como una gran flecha señalando al centro de las defensas rumanas, donde no dan crédito al ataque de unas fuerzas muy inferiores en fuerza, armamento y moral. Además, el reducido número de atacantes es desconcertante. ¿No será una argucia estratégica? ¿Acaso estarán locos? Quizás pertenezcan alguna secta suicida. En todo caso, no tenían posibilidad alguna de éxito en su asalto.

Algo similar acontece en las posiciones españolas. Los soldados de las milicias más cercanas a los búnkeres FAFeros, los que han podido captar retazos del discurso de FAF Ortiz contemplan anonadados el descabellado ataque destinado a una segura masacre.

Y sin embargo... sin embargo no sienten pena, pues lejos de estar encerrados esperando un ataque aquellos locos se están lanzando a pecho descubierto contra su Destino. Y eso les da envidia. Tanto esa así que allí un capitán de la IX Hispana se ve obligado a plantarse ante los portones con el arma en ristre para retener a su tropa, al borde de la sublevación para sumarse a la carga; entre las filas de División Armada, dos soldados logran burlar el cerco para, gritando por España, unirse a la lucha; unos cientos de metros más allá, un capitán del Frente Popular Republicano en persona abre las puertas para seguir desde su todoterreno la iniciativa de sus compañeros; cerca ya de la posición donde están reunidos la mayor parte de capitanes de las milicias se abre una brecha por la que se lanzan decenas de luchadores quienes saludando apresuradamente de forma marcial, empiezan a galopar sin pararse a pensar en órdenes ni restricciones, continuando el inevitable desbordamiento desde el lado español hasta un intenso crescendo, como un estallido de ira, como un grito de liberación.

Pocos FAFeros llegan al cuerpo a cuerpo con los rumanos. Sus compañeros, a medida que avanzaban, lo hacen pisando la sangre y los cuerpos de los caídos, destrozados por el fuego intenso de las defensas, persiguiéndoles en su huída a la gloria de la batalla, encontrando la punta de lanza ya debilitada y casi a punto de caer rendida a pies del último bastión rumano. Pero los soldados de mil Españas, como las alas de un Fénix, refuerzan en una inmensa segunda oleada el ataque ya debilitado, devastador por desesperado, hundiendo una última resistencia que no daba abasto para contener esa fuerza, obligando a levantar, finalmente, la bandera blanca al comandante del bando rumano.





Barcelona


¿No va a seguir?

La pregunta vuelve a descolocar al narrador, quien ya ordena, apresurado, los diversos apuntes.

Disculpe, no considero que los datos adjuntos tengan la relevancia que…

Léalos. Todos.

La orden es tajante, así que echa mano de las notas para cerrar el episodio relatado:

Cuentan que los rumanos, en las conversaciones con los mandos españoles para pactar la entrega total de las armas, pidieron, casi exigieron, tener el honor de ayudar a levantar del campo de batalla los restos mortales de los soldados de las FAF que tanto les habían impresionado con su valiente carga.

La figura asentía notablemente. En sus dedos vuelve a lucir un nuevo puro intacto.



Me habían comentado algo sobre ese asunto; sólo quería cerciorarme de su verosimilitud. -Dijo mientras llevaba su mano a la boca para atrapar el tabaco, paldearlo, sentir el tacto seco en los labios tomando vida propia a través de su sabor intenso.- ¿Bajas?

De los 200 soldados de FAF que iniciaron el asalto, sólo 75 sobrevivieron, 47 de ellos heridos o gravemente heridos. -responde el acólito, cabizbajo, cariacontecido.

¿Qué le ocurre? -pregunta el superior.- ¿Acaso le apenas el resultado? -comenta, picajoso, el cigarro bailando en sus labios mientras mantiene el encendedor entre las manos, a un gesto de encenderlo.

No, señor, lo que ocurre… Perdone, pero creo que se nos ha ido de las manos. ¿No se supone que el plan era hundir a las FAF? No creo que estas historias sean precisamente algo que nos ayude en esa tarea.

El jerarca encendió el veguero, manteniendo el gesto de las manos en copa mientras daba chupadas con las que ayudar a prender las brasas, dando leves cabezadas que respaldaban las palabras del siervo, como dándole la razón. Tomó el habano entre los dedos y se recostó una vez más en el mullido sillón mientras exhalaba profundamente todo el humo retenido en los pulmones. Las volutas volvían a jugar con los rayos de luna para disfrute del espectador.

Déjelos disfrutar de su gloria. Así será más dulce la derrota cuando inundemos los diarios del país con toda la trama de su traición vendiendo España a los argentinos. Entonces ni todas las heroicidades de la historia de esta milicia les salvarán del odio y la deshonra pública.

El asistente afirmaba también, complaciente. El plan era bueno, pero no paraba de darle vueltas a la cabeza pensando en todo lo que podía fallar o salir mal. Analizaba todo una y mil veces, y quería que todo cuadrase a la perfección, pero su mente no le permite estar tranquilo. Hizo una inclinación y se fue a su despacho a recabar más datos y análisis con los que eliminar cualquier probabilidad de error.




Continuará…


AUNQUE SE AGRADECE, POR FAVOR, NO DONÉIS NADA. NO ESCRIBO POR DINERO