Relato para el concurso,escrito por Galizalivre

Day 2,481, 02:25 Published in Spain Spain by WarmYmY

No soy la autora,sólo presto el periódico y cumplir la norma de publicar en españa,esta es la participación de Galizalivre:


Hace algún tiempo me contaron una historia, fue un viejo jugador de eR al que me encontré por casualidad en la Festa do Polbo do Carballiño. Cosas que tiene la vida, unas simples palabras y nos dimos cuenta de que habíamos estado conectados en una vida virtual anterior.

Compartimos unas tazas de tintorro y comimos unas cuantas tapas de pulpo á feira, era como si nos conociéramos y en la vr no lo había visto en mi vida, en la sobremesa fue cuando me contó lo que os voy a contar:

“En aquel tiempo en el que jugaba, ya cuando el juego había comenzado a caer en decadencia, cuando aquello de admins y presidentes imbéciles, me comencé a sentir mal. Comía poco, dormía poco, follaba poco”, -Estabas enganchado a esa mierda- le dije yo, pero parece ser que no el continúo con su relato. “Mi abuela, una abuela de las de siempre me comentó que conocía a alguien que me podía ayudar, así que me llevó a ver a una anciana, de la que no le dijo que era meiga pero que lo supuse, si no meiga curandeira, pero ya sabes que aquí la diferencia entre una cosa u otra es muy difusa. La señora me miró y remiró, extendió sus manos sucias y callosas ante mí, manos lavadas en orujo anteriormente, que hacían penetrar aquel aroma alcohólico y dulzón y me trasladaban a otro tiempo, cuando de pequeño el abuelo hacía el aguardiente en casa durante días. Pero al abrir los ojos, allí estaba la señora como intentando mirar por dentro de mis ojos cerrados.

-O teu neto ten o aire dos mortos, sentenció con seguridad, la anciana.

La abuela lloró desconsolada, parecía algo malo, se agarró desesperada a la meiga pidiendo una solución, que era su único nieto y que no quería por nada del mundo que me pasase nada.

Por lo que entendí del lenguaje críptico que utilizaban entre las dos mujeres, mi problema era que había estado en contacto con el “aire dos mortos” algo así, como parte del alma que todavía no se ha ido y si chocas con ella te contagia de una melancolía que te resta las ganas de vivir, especialmente peligrosa en bebés, no tanto en mayores pero que no deja de ser un grave problema pues puede llevarte a la muerte. Para ser sinceros lo había escuchado en recién nacidos, para confirmarla tienen que aparecer pelos de gato en los orines expuestos a la luz de la luna, conocía a muchos niños así paliduchos llevados para confirmar el mal, pero en mayores nunca lo había escuchado.

La curandera comenzó a hacer preguntas obsesivamente, una tras otra y yo respondía como en un mantra, buscando el lugar del contagio, pues no podía haber sido mucho antes. En la aldea no había muertos recientes, me preguntó si había ido a algún entierro, si no había bajado la cabeza ante el paso de una comitiva fúnebre, quizás podía haber visto la Santa Compaña, algún amigo de la infancia al que estaba muy unido fallecido, si era adoptado y podía tener una familia desconocida a la que estaba unido, posibilidad de aborto de hijo propio.

La verdad es que no se me ocurría nada parecido a lo que ella contaba, al menos no recordaba haber pasado por aquella situación. Entonces se me pasó por la cabeza una idea, y si quizás? Pero claro como le iba a contar que tenía otra vida en otro mundo, una vida llena de muertos y despedidas, de zombies y muertos en vida, un emundo moribundo desde hacía tiempo. Y si ese era el problema? Intenté a mi manera contar que estuve en un lugar donde la gente se moría cada día, donde muchos se iban para no volver, pero era un lugar muy lejano, pasé verdaderos apuros para explicarlo sin parecer un chiflado.

La señora se quedó pensativa, mojó de nuevo sus manos y me tocó la frente, sentí un frío que me recorría hasta los pies. De repente comenzó a temblar, decía cosas inteligibles, no se parecía a ningún idioma escuchado antes, se le pusieron los ojos en blanco y comenzó a decir nombres de compañeros de eR que nos habían dejado y me habían marcado, habló de amargura y rabia, de políticos incompetentes, troles de pacotilla e imbéciles redomados, de administradores avaros, de abandono y desolación, de desgana y abismo, estaba tan sorprendido que no podía creer lo que estaba pasando. Me pasó su mano húmeda por el pelo y me impregnó una vez más con aquel olor a aguardiente, aunque esta vez parecía distinto, tenía otro aroma que no sabía reconocer, sentí un fuego interior que me quemaba, como si mi alma luchase contra algo, como si dentro de mí se produjese una gran batalla entre dos partes, que me retorcían y estrujaban como si fuera una uva en una prensa.

Entonces todo se calmó y sentí una gran paz, la señora se sentó como agotada y sudorosa, tenía un color a difunto que asustaba, le susurró algo a mi abuela que no pude escuchar y esta le ofreció un billete, al menos me pareció que uno de veinte euros, pero no lo podría asegurar.

Poco después me costó conducir hasta casa, no era de noche pero lo parecía, mi abuela no pronunciaba palabra y al llegar a casa solo le dijo a mis padres que me dejaran dormir tranquilo. Al menos fue lo único que pude escuchar, tenía unas ganas enormes de acostarme, un cansancio infinito me invadía, al meterme en cama pensé en el móvil, en cargar de vida para mañana levantarme a tope, en los salarios o el raw; pero no estaba para ello, solo quería dormir y descansar.

Al principio me costó, me revolvía pensando en la mano de aquella meiga que entraba dentro de mí y sacaba fuera algo informe, ese algo se resistía y me quemaba por dentro agarrándose a las paredes de mi alma, pero ella luchaba con una fuerza descomunal para sacarla de allí, pensaba en mi abuela y su cara de preocupación, en unas ganas inmensas de dormir, en el olor a aguardiente que lo impregnaba todo.

En cuanto desperté me sentí mejor, en el espejo al lavar la cara parecía menos pálido, quizás aquel “tratamiento” había servido para algo, quizás eran imaginaciones de mi abuela, “contos de vellas”. Bajé las escaleras, estaban todos allí desayunando, mi madre me sonrió. Tenía un hambre inmensa, pensé que me comería un dinosaurio, comí ávidamente y entonces supe que había dormido tres días seguidos. –Joé pensé, quien lo diría, pues me encuentro mucho mejor, me ha sentado bien.

En aquel momento sonó el teléfono, mi padre parecía nervioso, miró a mi madre de una forma que no era normal, algo malo había sucedido y parecía que no sabía cómo decirlo, algo malo le había sucedido a la abuela y tuve la sensación de que era culpa mía.”
Nos quedamos callados, aquella nostalgia alegre del encuentro había desaparecido, la fiesta a nuestro alrededor no parecía existir y no se me ocurrió otra cosa que brindar por el alma de su abuela, por el alma de todas nuestras abuelas.