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Todos oímos de la catástrofe natural ocurrida en Haití hace un par de días; una serie de movimientos sísmicos afectaron el empobrecido país, desolando gran parte del territorio. Una tragedia de tal magnitud de por sí es lamentable, pero el hecho de que afecte a un pueblo tan destruido como el haitiano ha hecho que numerosos países envíen o refuercen su asistencia en el país caribeño.

Es curioso, sin embargo, como despierta el interés caritativo cuando ocurre alguna catástrofe de magnitud en algún lugar. Si bien ya se lleva un buen rato ayudando a la población haitiana a sobrellevar su miseria, esta serie de sismos han movido a varios países a integrarse más activamente a la misión de paz, llegando al punto de que Cuba abriera su espacio aéreo a EEUU para permitir un tráfico de provisiones más expedito desde Florida hacia Haití.
Esto me hace pensar en el decir de que la guerra es la manera en que Dios nos enseña geografía, aunque se puede extender a las catástrofes naturales de igual manera.

Ahora solo queda esperar que la situación no empeoré mucho más de lo mal que esta, y que la ayuda aumente hasta poder cubrir los necesidades del pueblo haitiano; vale la pena remarcar que de los 3 millones de habitantes afectados, solo unos miles han podido acceder a la ayuda que necesitan, mientras que solo una persona de un promedio de diez urgencias pueden ser atendidas. Esto esta solo empezando, y es ahora más que nunca que la comunidad internacional debe hacer un esfuerzo para asistir a esta nación tan damnificada por los acontecimientos de todos estos años. Y quien sabe si esto puede resultar en una nueva oportunidad de reconstruir un país; recuerden que al llegar a lo más profundo del abismo, lo único que queda por hacer es subir.

Patch Katz, periodista de El Rincón Austral