Una visión alquímica del juego

Day 963, 05:17 Published in Spain Spain by Pechorin
En la antigua Grecia Chrysopoeia era el nombre que se le daba al arte de fabricar oro, con el tiempo se desarrollo esta práctica con el nombre de alquimia y aunque parecía olvidado siempre hay lugar para reencuentros en un juego que tanta importancia le da a ese metal.

Se ha considerado que los alquimistas eran unos meros charlatanes y embaucadores que intentaban convertir plomo en oro. La cultura popular ha fomentado esta visión y es la que ahora voy a utilizar con estos alquimistas “modernos”.

Nuestro eMundo siempre ha conocido una pasión enfermiza por el oro, metal al que se le ha atribuido la capacidad de conceder a su dueño toda la diversión, prestigio y status que el juego pueda proporcionar. Nuestros apreciados admin en su esfuerzo por recuperar el dinero de sus inversores son los primeros que han promovido, o simplemente han mirado para otro lado durante el tiempo suficiente, esta la cultura alquímica. Nadie olvida el goldbug, lana o desconoce los nuevos boosters, todos ellos ejemplos del papel central que el oro juega en este juego.

Los aficionados a la alquimia pronto lo entendieron. El oro podía dejar de ser un medio para ser un fin en sí mismo. Algunos de estos alquimistas quisieron imitar a Pigmalión y crearon su propia legión de estatuas vivientes. En este caso el alquimista se hacía con el control de un buen número de zombies que le proporcionaran oro de varias maneras: al nacer (aquí se nace con un oro debajo del brazo que además disfruta otro), mediante el trabajo esclavo en empresas o a través del acceso a los beneficios estatales, es decir controlando el gobierno.


Trabajadores del sector alquímico

Este tipo de jugadores acaba por darle una importancia excesiva a las cosas, a los cargos, a las medallas, y no disfrutan de ellas por lo que en verdad son, sino que las tratan como un símbolo de algo más. Así, obtener la presidencia del gobierno no llega a ser valorada en sí misma sino como medio para poder equipararse con aquellos que antes gobernaron o de obtener un medio más rápido de “producir oro” (dícese también de acceder a las fuentes de oro estatal) en el futuro.

No parece suficiente divertirse con las cosas “pequeñas” que puede aportar el juego, desde el debate político pasando por la prensa o las relaciones sociales en la comunidad de jugadores. El alquimista trabaja de modo diferente, con su actitud deja escapar lo valioso del momento (siguiendo el ejemplo anterior, dirigir el país) para desarrollar un método que le permita alcanzar un objetivo superior.


Tenemos cargos importantes, nos ocupamos exclusivamente del oro, nuestro oro

La alquimia se convierte en el fin en sí mismo del juego, la diversión no es la meta sino la excusa. Su huida hacia delante se ha ido transformando en símbolo de una incapacidad manifiesta, la incapacidad para darle verdadero valor a los logros que se pueden obtener en el juego. Así, la acumulación de oro se antepone a todo lo demás, dejando de lado cualquier otro objetivo. Los logros del juego no son más que meros adoquines en el camino, hay que pasar por encima de ellos pero no son nuestro destino final.

A toda esta gente sólo queda decirles, parafraseando el dicho oriental, que: “no hay camino hacia la diversión, la diversión es el camino”. El alquimista desconoce el camino pero es un gran amante de la colección de adoquines.