Un ruido estridente rompe de golpe con la tranquilidad

Day 1,342, 11:38 Published in Spain Spain by dsfsfe
Nota: No tengo la costumbre de escribir relatos, me temo, o sea, que el artículo que usted está ahora mismo vislumbrando quizá es una mierda. En ese caso, entenderé que no quiera leerlo y le invitaré a que se dirija amablemente a la cruz que cierra la ventana.

Todavía no ha salido el Sol. El nuevo día no ha empezado pero estoy despierto, en medio de la más oscura oscuridad, con los ojos abiertos mirando hacia el techo. Tumbado en la cama empiezo a mover el brazo para encontrar, con la mano, el móvil y así ver qué hora es. Las seis y dos minutos. Me queda una hora para que suene el despertador. Dejo caer el móvil otra vez, cierro los ojos y con suerte vuelvo a dormirme.

      

Alguien me está gritando, no entiendo lo que dice. Empiezo a abrir los ojos pero, muerto de sueño, con las sábanas aún pegadas al cuerpo, no soy capaz de dibujar mi habitación con suficientes píxeles y la calidad de imagen es muy mala. Eso sí, el sonido llega a la perfección. Antes de que me estalle la cabeza, me incorporo y empiezo a hacerle indicaciones moviendo los brazos para que cese su griterío y vea que ya me he levantado, que estoy despierto.

Es mi nuevo compañero de piso (Casa). Es griego y no nos entendemos si no hablamos con nuestro inglés… Inglés cogido con las pinzas, vamos. Pero nos llevamos bien.

Pongo mis pies desnudos en el frío y helado suelo. Apoyo los brazos en la cama y me impulso hacia arriba con todas mis fuerzas para no caer a medio camino. Acabo de levantarme y mi cabeza da vueltas todavía. El griego, moviendo la mano de un lado al otro para llamar la atención de un zombi todavía dormido como yo, empieza a decir frases en su idioma, que no entiendo, y entre ellas, alguna vez suelta un come on inglés.

      

En un intento de refugiarme del estrés que me produce esa situación, giro la cabeza hacia la cama buscando, sin posibilidad de éxito, la nada absoluta. Pero a estas horas de la mañana me es imposible huir de ese ruido, me estreso de mala manera. Cierro los puños con fuerza, a la vez que los ojos, buscando paz interior pero no lo consigo. Los abro y veo, encima de mi cama, mi móvil. Lo recojo para mirar qué hora es… Las 6:46. Todavía no son ni las siete. Cojo aire y salgo de la habitación siguiendo a mi amigo que, entre tantos gestos y gritos, parece un mimo con la posibilidad de hablar: una mezcla letal. Me acompaña hasta el salón, donde tenemos la tele. Me siento en el sofá.

El tío parece asustado, está alterado. Coge el mando a distancia y empieza a subirle el volumen a la tele. Están emitiendo un telenoticias de emergencia. Última hora: Situación de caos tras declarar el estado de alarma en todos nuestros territorios por la inminente amenaza griega al congreso eEspañol. Los salvajes indígenas provenientes de otra punta del mediterráneo vuelven siglos después con intenciones nefastas, imperdonables, intenciones de acabar con la paz en nuestro territorio. La situación, ahora mismo, es de caos, terrible y apocalíptica […] Le pido el mando al griego y cambio de canal. Lo mismo, lo mismo, emergencia, alerta, peligro… en todos los canales hablan de lo mismo. Apago la tele. En medio del silencio que invade la habitación, nos cruzamos las miradas.

      

Un ruido estridente rompe de golpe con la tranquilidad que inundaba la habitación. Voy corriendo a la cocina para ver qué ha pasado y me encuentro con un montón de cristales en el suelo. Levanto la vista. Una de las ventanas rotas. Quieto sin moverme, sin atreverme a avanzar, sin el valor suficiente para entrar en la cocina, veo al griego adelantarse y recoger una piedra del suelo. Está cubierta por un arrugado papel. Se la cojo de las manos. Ese papel tiene algo escrito: Traidor.

Con la frente sudando por los nervios y el miedo controlando mi cuerpo, doy media vuelta y empiezo a correr hacia la puerta de casa. Tropezando con casi todos los muebles del pasillo llego casi herido cuando, antes de abrir y salir a la calle, veo en el suelo un curioso y pequeño papel blanco con una extraña cifra: 3572. No tengo tiempo para tonterías y, pasados los tres segundos de sorpresa, me decido a abrir la puerta. Me dispongo a girar el pomo de la puerta hacia la derecha cuando noto que alguien me coge del hombro frenándome.

      

Del susto pego un salto y me giro temblando a la vez que me extraño por no haber visto las escenas interesantes de mi eVida que me esperaba. Siento un gran alivio al darme cuenta de que es mi compañero quien me intenta tranquilizar.

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Alguien dispara…