Soldados de Fortuna

Day 1,954, 13:47 Published in Spain Spain by hedris



Antares me dejó demasiado escaso. Sin fábricas de panes ni armas, sin capacidad de ser autosuficiente y prácticamente vacío de recursos. Apenas 2 o 3 días después subí a D3.

Vagaba con más pena que gloria por el vasto desierto en el que se encuentra cualquier recién llegado a una división superior, mendigando para poder comer y combatir. No me gustaba esa situación. Me sentía vacío y sin alma, sin un objetivo claro más que esperar a no se sabe muy bien qué…. Y me decidí, me lo fijé. Vamos a por la Mercenary, no es nada espectacular pero dará sentido a este largo camino cuyo final es simplemente volver a ser útil en tu división, no un tirillas más.

Gracias a una TP, una HW y una SS conseguidas pude financiarme los primeros viajes, no muy lejanos y poco a poco ir poniéndome mis fábricas, al menos de comida.



20, 21, 22… menudo coñazo… Sólo por ahí, sin poder acompañar en las pegadas de mis hamadas FAF ni de defensa… Y apareciste.

Te propuse viajar conmigo, conocer mundos y culturas y conseguir juntos la denostada “medalla de los traidores”. Esto, al final, no deja de ser un juego de interacción social, y con más firmeza que recursos nos lanzamos a la aventura.

Recuerdo nuestros primeros viajes. El frío de Kósovo, los mariachis dando por culo en México, aquel tugurio argentino con sus tangos y la rubia… bendita rubia, la botella extraña en Venezuela

29, 30, 31… Cada noche al regresar a la pensión el ambiente se tensaba, nos ayudábamos a limpiar y curar nuestras heridas tras los combates, y cansados, el miedo a relajarse en exceso y caer en tentaciones prohibidas entre compañeros daba lugar a una morbosidad indescriptible. Las miradas se esquivaban y evitábamos a toda costa el roce de nuestras manos mientras nos poníamos las vendas.

37, 38, 39… Día tras día la confianza ganaba terreno. Esa seductora imagen tuya con el uniforme enfundado, rostro serio concentrado en su objetivo abatiendo enemigos no salía de mi cabeza, y cada vez deseaba con más ahínco que terminara la batalla para poder regresar contigo a esas frías y destartaladas habitaciones. Recuerdo la noche de la banderita 39. Aquella noche estábamos en Brasil, tenías ganas de salir a tomar unas caipiriñas pero aquella batalla fue dura para mí, necesitaba descanso. Decidiste quedarte aprovechando la calurosa noche carioca mientras yo me iba duchando… “te espero en la habitación, no tardes”“no te preocupes, llegaré en un ratito”Desapareciste. Quizá entendiste mejor que yo lo que podía pasar y lo inadecuado de ello, y dejándome una notita decidiste aventurarte tu sola “pronto volveré a ponerme en contacto contigo… nos queda mucho mundo que recorrer”. Decido volver al cuartel, no me apetece seguir yo solo esta aventura.

Semanas después, te vuelvo a ver por los pasillos de FAF. Habías conseguido llegar a las 48 banderitas en un abrir y cerrar de ojos!!! Nos cruzamos por uno de los pasillos y al pasar a mi lado, sin que nadie se diera cuenta, me susurraste al oído “cuando tengas 48… avísame… y nos vamos juntos”. “vale, ya te aviso ok?”… intento hacerme el pasota pero mi media sonrisa estoy seguro que me delata. Monto el petate… traje de mercenario… y me voy.
Viajo a Grecia, Serbia y Polonia46, 47 y 48… vuelvo a por ti… “cuando quieras” te digo guiñándote un ojo. Recogimos el petate y las armas y sin avisar a nadie nos fuimos a terminar nuestro camino. Una parada rápida en Hungría, 49 y destino Graübunden a por la banderita suiza.



Precioso paraje que el destino nos tenía reservado como última parada de este viaje, un recóndito valle perdido en mitad de los Alpes, casitas de madera… Como esperaba conseguir la recompensa de la medalla esta vez elegí un buen hotel para pasar la noche, dejando atrás aquellas pensiones de mala muerte, sucias, frías donde solíamos pernoctar para pasar desapercibidos. Ésta vez no, habrá calefacción, cena abundante y un colchón como dios manda.
Terminamos la batalla y conseguimos la última banderita, 50. No fue del todo difícil, quizá las ganas de terminar nos llevó a una rápida conquista. Sin embargo no lo celebramos excelsamente en el propio campo de batalla, unas sonrisas cruzadas sabiendo de un trabajo bien hecho y poco más… quizá la verdadera conquista aún nos esperaba en la 206 del pequeño pero encantador hotel. Recogimos los bártulos y allá que fuimos.

Llegamos al hotel y al entrar en la habitación te cogí en brazos cual novio a la novia en la noche de bodas, “estas locoooo jajajaj” y medio a tropezones por el cansancio acumulado te solté despacito en la cama“te apetece un baño en la piscina del SPA antes de ir a cenar?” te propuse… “mmmm vale, pero el último que llegue paga la coca”. Salimos los 2 corriendo por los pasillos dándonos empujones y haciendo zancadillas como 2 adolescentes y hartándonos de reír. Ya en el vestuario me lo tomé con calma, me cambié tranquilamente dándote tiempo. Cuando salí, allí estabas tú, dentro de la piscina climatizada, apoyada en el borde contrario a la salida de vestuarios, mirándome. Me acerqué al borde y salté… buceé hasta acercarme a ti y salí justo en frente tuya… cerquita… casi pegado. Y allí estábamos los 2, solos, mirándonos a los ojos… tras unos segundos que me parecieron eternos ocurrió lo que tenía que ocurrir… tus manos acariciaron mi cara y me besaste en la frente “creo que me toca pagar la coca verdad?” te dije para romper el hielo, en ese mismo instante los 2 comprendimos que no debíamos cruzar el límite, no debía ocurrir… así fue perfecto… una bella aventura llena de seducción y fantasía que a ambos nos hizo ganar muchas cosas y que todas se podían echar a perder en un segundo.

Gracias compañera.