La Venganza - Castigo VII

Day 2,015, 08:35 Published in Spain Spain by pabman11




Las olas chocan contra el barco, mojando levemente el vestido de Blanca, quien no ha cambiado su posición al frente, y sigue mirando su futuro, con una media sonrisa en los labios…

Una paloma se le acerca, volando, y deja caer un trozo de papel, arrugado por el viento, y con una escritura rápida a tinta negra…

Mi querida señora:

Las tropas de los Tautófagos se acercan cada vez más a Aiwent, símbolo espiritual de su Reino… Algunos de ellos han avanzado hacia la isla shakta desde una cala al norte de nuestro pueblo… No sabemos cuáles han sido sus razones para abandonar el continente, pero el pedimos, oh Nuestra Señora, que nos ayude, que venga y que con su gran diplomacia, contenga el ataque…
Esperando la ayuda:
Shyvala, alcalde de Aiwent.


— ¡Capitán! — grita Blanca al capitán del barco. — De media vuelta hacia Aiwent. Tengo un Reino que salvar…



Lis curiosea por la habitación Real, de Blanca. Curiosamente, la daga que le ha servido para ganarse la confianza de los nobles del castillo, es también llave de ese habitáculo… Pero no ha venido para eso, tiene que buscar algo que le permita saber que pasa… Leonarth la espera fuera, necesita esa información sobre las cosas que pasan en el continente y la sublevación de los nobles…

— ¿Y tú quién eres? — se acerca un hombre uniformado con una túnica azul ya fuera de la habitación…
— Soy Lis, una prima de la Reina Blanca. Estoy buscando unos documentos para su alteza. — Responde inocente Lis.
— A mí no me engañas. No tienes el porte de llevar un vestido de tal calibre…
— Pues sí, miento. Soy una de los soldados del ejército de Nuestra Señora. Está lejos de palacio, cerca de Aiwent — Así no miente, claramente. — He venido en su nombre a buscar unos documentos utilizando uno de sus vestidos, para no llamar la atención.
— ¿Y por qué no viene ella en persona? Que yo sepa no hacemos daño a nadie…
— Eso no lo sé. Solo sé que necesitaba estos mapas para la Señora.

Lis sale del palacio y se dirige hacia la puerta principal… Pero se desvía hacia uno de los cuarteles adyacentes, convencida de que su coartada de “prima” funciona con todo esos…
Dos soldados gigantes, de casi dos metros de altura guardan la entrada, y dentro, dos agiles, ¿monstruos? ¿Qué es eso que está casi volando? Lis sale corriendo, y coge la yegua de la taberna…

Cuando llega al lado de Leonarth, le cuenta lo sucedido…

— Bueno, dos cosas. Lo primero, ese que te ha descubierto es uno de los magos más poderosos del Reino. Ha sido sospechoso de adorar al Dios Incandescente en múltiples ocasiones, pero como no conviene tenerlo en contra, no se le ha hecho nada… Tiene muchos nombres, pero se le conoce como Esporo…
— Hay que tenerlo en cuenta para esa traición, ¿no?
— Por supuesto. Estoy seguro que es el que ha colaborado con Laertes para la traición… Y bueno, lo segundo es que esos soldados extraños son Tautófagos… Has tenido suerte de salir con vida de allí. Suelen ser más despiadados que los propios shaktas. Eso confirma el cambio de bando que tenemos… Propongo volver atrás, hacia Aiwent, y organizar la defensa del puerto, así enviaremos mensajeros a los shaktas, si es que aún están vivos, y defenderemos la ciudad…

En ese momento, un grito hiende el ambiente del bosque…
— ¡LIS! — Grita una mujer, desde el interior…
— Boitx — susurra Lis, desde su interior, al recordar la chiquilla que casi la mata en el puente…
— Lis, os he encontrado, por fin. Las cosas están muy mal en el continente. Jervaj ha sido secuestrado por Laertes.



Yus me sigue, hacia Vladius, que sigue preparando su hacha en un rincón del campamento…
— Vladius, los Tautófagos ha llegado, están a punto de desembarcar en la cala, y vienen acompañados de los mejores magos que hay en el mundo…
— ¿Significa que tenemos que luchar?
— Significa que tenemos que pensar como luchamos… Manda a tus arqueros que se escondan entre las ramas de los arboles más altos y cercanos a la cala. Quiero que una flecha sea igual a una muerte. Los que tengan mejores armaduras, delante, en el frente. Y los lanceros, detrás, escondidos en el bosque, pero a la altura del suelo, para evitar ataques por la retaguardia. Solo es un ataque de reconocimiento, pero han enviado a una de mis antiguas sacerdotisas…
— Pabs. Han enviado a Aka para desestabilizarte, porque saben que tú te tomaste esa época como algo muy de caída… — Me dice Yus, intentando tranquilizarme.
— Entendido. — Responde Vladius. — ¿Y dónde voy yo?
— Encárgate de dirigir a los que no puedan luchar aquí en el campamento, repara las trampas. Tu gente no necesita que otro líder muera en combate. — Añade al ver como Vladius abría la boca para protestar. — Yus, nosotros dos estaremos abajo, a pesar de que llevas el arco. Quiero verte cerca de mí, pondré protecciones en torno a nosotros mismos.


— Jervaj, ha llegado el momento. Olvida a quien servías, o a quien dirigías. Ahora eres el dueño del destino de miles de hombres fieles al Dios Incandescente. — Dice su captor.
— No me puedo negar, ¿no?
— Ya sabes la respuesta a esa pregunta. — Dice Laertes desde atrás. — KueRVo, llama a los magos y que empiecen a teletransportar al ejercito.
— ¿KueRVo? — Grita Jervaj. — ¿Papá? Pe pero… — Se pone nervioso.
— Así es, hijo. — Dice el captor, que Jervaj sabe ahora que es su Padre. — Por eso sé que vas a terminar ayudándonos. Tienes mis genes. — KueRVo ríe maléficamente mientras sus pasos se oyen cada vez más lejos en esa habitación minúscula donde todo reverbera…
“No puede ser. Mi padre KueRVo, aquel que me enseñaba a luchar por la Diosa, secuestrándome para que luche a favor de Laertes…” Piensa Jervaj, atónito ante esa nueva situación. Pero si su padre está ahí, debe ser por algo… Y va a descubrirlo…

Jervaj es dirigido por unos pasillos con diferentes temperaturas. Desde su fría celda, hasta una sala caliente, con un sonido cada vez mayor, de charlas interminables e indescifrables de muchas personas. Personas que deben ser los soldados que él, el general Jervaj, debe dirigir hacia la victoria…

— Esporo, puedes empezar. — Dice KueRVo al mago encargado de teletransportarles hacia su incierto destino.

Jervaj nota una sacudida y que sus pies se quedan flotando en algún sitio… De repente, cae al suelo, un suelo sedoso, una alfombra tal vez, que le acoge en una nueva temperatura, más agradable…
— Bienvenido a la casa del pueblo de Aiwent, Jervaj. Por suerte, tenemos un buen alcalde infiltrado aquí. Shyvala, empieza la acción.



Pabman11, Profeta de la Diosa Nevera y General de sus ejércitos…