La Butaca

Day 1,956, 12:23 Published in Spain Spain by Lola Moreno




Tembloroso, llega a la butaca. Una de ésas con orejas y tapizado a cuadros, cómoda, mullida y un poco rozada por el paso de los años. La mira con ojos desgastados y llenos de arrugas. ¿Cuánto tiempo hace que la compró? Ya demasiado, pero le sigue gustando porque ya está hecha a la forma de su figura. Con un crujido de huesos y la mano en la espalda, como queriendo sujetarse ese riñón, se sienta.




Un suspiro de cansancio se le escapa. Ya no está tan joven, tan fuerte, ni tan animado como antes. El peso de los años ha hecho mucha mella en su cuerpo, pero también en su alma. Por la mente asoma fugazmente el recuerdo de su vitalidad juvenil. Apenas se acuerda de nada de entonces, pero conserva la sensación de que era un hombre muy feliz. Cierra los ojos, quiere retener un ratito esa sensación pero se esfuma rápidamente, en cuanto comienza a pensar en todas esas personas que han pasado por su evida y que ya no están.

¡Cuántas cosas han sucedido a lo largo de su existencia! Pero pocas recuerda. Durante su juventud se dedicó a la política pero se acabó hartando de rechazar invitaciones para convertirse en un político corrupto. Es curioso, mucha gente todavía piensa que lo fue. Acabó tomándose unas largas vacaciones a la vida real. Pero volvió, un amigo suyo le insistía constantemente, necesitaban Congresistas y regresó a lo mismo.


Su amigo.


Quemado y muy cansado, ya más maduro y difícil de complacer, optó por el Ejército. Se alistó y le gustaba. Un nuevo aliciente para quedarse. Conoció a mucha gente buena y fue ascendiendo poco a poco, desde un simple soldado hasta el rango más alto. La gente dedicada a la política criticaba su forma de actuar y él lo entendía, había estado demasiado tiempo ocupando el lugar que ellos ocupaban y criticando lo mismo. Pero ahora lo veía desde otro punto de vista diferente y ésto le ayudó a madurar pero también acabó cansado de tanto luchar con personas que nunca razonarían porque no estaban en su piel.

Entonces compró una pequeña empresa y empezó a especular en el mercado. No tenía muchos ahorros, nunca había sabido conservar el dinero, pero poco a poco le fueron enseñando los entresijos del negocio y consiguió aumentar su patrimonio. Tenía empleados, trataba de cuidarlos y de vez en cuando les enviaba regalos. La mayoría le eran fieles y trabajadores, pero los que no cumplían eran despedidos sin más. Los años lo habían convertido en un hombre más duro.




A veces escribía artículos en su periódico. Siempre le gustó, aunque nunca quedaba del todo contento con lo que publicaba. Ganó algunos premios que le fueron animando a escribir más y más, en sus ratos libres, cuando terminaba de atender sus negocios.

Un buen día se levantó de la cama y se dio cuenta de que ya lo tenía todo hecho y que la rutina le ahogaba. Era hora de partir de nuevo. Vendió sus empresas y repartió todos sus bienes entre sus amigos. Así no tendría la tentación de mirar atrás. Y estuvo mucho tiempo, en la vida real.

Ahora sólo vuelve de vez en cuando, para visitar a los pocos amigos que le quedan con vida. Algunos de ellos le han ayudado a montar una pequeña empresa a la que no dedica mucho tiempo, pero gracias a la cual puede mantenerse cuando viene. Lee la prensa y ya nada le sorprende. Siempre sucede lo mismo, pero los jóvenes no lo saben aún. A veces se encuentra con personas por la calle que le dedican comentarios que pretenden ser dañinos, en estas ocasiones se ríe para adentro. ¡Qué poco le importa lo que digan! Es sorprendente cómo los años se transforman en un chubasquero.

En su cabeza dan vueltas miles de pensamiento pero un flash le hace darse cuenta de algo: antes era feliz porque le gustaba lo que hacía, ahora es feliz porque le gusta no hacer nada.




“Envejecer es como escalar una gran montaña; mientas se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.”
Ingmar Bergmann