La batalla por la legitimidad

Day 3,091, 05:49 Published in Spain Spain by Zakk Bloodworth
El pasado 21 de abril comenzó un debate en el Congreso del Unificado cuyas consecuencias ya estaban escritas antes incluso de iniciarse las votaciones. La insatisfacción de los congresistas del Frente Patriótico Español —motivada por diversas razones que no vengo a exponer ni a defender más allá de las coincidencias y discrepancias que pudiese yo tener a título personal— les ha llevado a abandonar el congreso, lo que me presenta una situación bastante interesante sobre la que escribir.
Y es interesante, precisamente porque los congresistas sublevados —que representan como mínimo a un cuarto del electorado total— se han instaurado en el nuevo Congreso del Estatal, lo que supone una gran carencia de legitimidad para ambas instituciones. Continuar o iniciar el proceso legislativo en ausencia de los otros vendría a significar lo mismo que actuar ignorando altos porcentajes de la población española.
Lo que está claro, es que esta división del órgano constitucional que representa al pueblo español únicamente beneficia a los oportunistas de turno, aquellos que tratarán de sacar adelante sus proyectos aprovechando la debilidad del momento.

Como excongresista independiente, en no pocas ocasiones he denunciado el malestar y la vergüenza que me produce el contenido y el ambiente que se promueve en el Unificado, un lugar donde las descalificaciones se han convertido lamentablemente en deporte olímpico para buena parte de la veteranía política de nuestra nación.
Por no hablar de los niveles de permisividad e inacción de una moderación gestionada por una administración privada que ninguna relación guarda ni con el congreso, ni con un procedimiento democrático que justifique su existencia como tal, más allá de la confianza que unos han decidido depositar en ellos por su pasado como jugadores. Se coleccionan muchos chocopuntos, pero sanciones pocas, y la miseria verbal sigue imperando con bastante libertad.

Es evidente que el gobierno de las mayorías podrá imponer lo que su santa voluntad desee, pero si no se molesta en dialogar y fraternizar con las minorías políticas, era bastante probable y previsible que alguien terminara dando el paso por desvincularse. Me lo confirman bastantes congresistas, que en estos momentos celebran este fracaso democrático descojonándose en sus foros —algunos hostigadores de esta situación, por cierto— mientras se sacan adelante mociones de perdón para que los sublevados se arrodillen públicamente. El Frente Patriótico Español las ha liado cojonudas, pero aquí yo no veo a ningún mártir defensor del bien ni a los buenos frente a los malos.
El Congreso del Estatal ha nacido alzándose contra el sistema legislativo presente, lo que me lleva a no estar de acuerdo en su forma de constituirse ni en el hecho de que alguien tenga la administración absoluta, pero si me vienen a garantizar el diálogo, la reflexión, el consenso y el respeto, como ciudadano tengo claro dónde depositaré mi legitimidad como un mejor espacio para el Congreso de España.

¡Y qué coincidencia! Esas leyes de goma que presidentes, militares y propios congresistas han estado ignorando de manera sistemática a su antojo, son ahora recordadas y ensalzadas como las grandes víctimas para subrayar la maldad de los actos de quienes han decidido rebelarse. No nos engañemos, por favor, que rebelados de nuestras responsabilidades políticas llevamos todos desde tiempos no escritos; que de sobra es conocida la profesionalidad y eficiencia del Congreso de España como para tratar de ir dando lecciones a nadie.
Como parlamentar nunca ha sido una prioridad para sofocar las diferencias, la transgresión se ha presentado como la menos mala de las opciones. Mientras la dinámica siga siendo exigir perdón antes que el diálogo, creo que vamos a tener un congreso dividido por un buen tiempo.

Anoche, tomando café con Potree —excomandante de las Fuerzas Armadas— en una cafetería surcoreana que han abierto en Vitoria, me dijo: «Zakk, para tener un congreso inútil, prefiero una autodictadura competente».
Y joder, aunque me duela, razón no le falta.