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El vaho se condensaba justo delante de mi nariz. Entre la nieve podía ver como negras figuras equipadas con las voluminosas mochilas de los zapadores abría camino a las divisiones acorazadas de los Jenizaros, y los chu-ko-nus.

Ansioso por la batalla que se avecinaba olvidé los guantes, y mi piel sudorosa se pegaba al acero de mi arma, cusándome pequeñas laceraciones en la piel.

Estaba concentrado en el dolor y en la devastación que nuestra artillería pesada había causado en las posiciones defensivas francesas, cuando un gran estruendo me sacó de mi ensimismamiento.

Las milicias de los COE y FAF habían llegado al combate cerrado, y aunque eran fácilmente rechazadas por los franceses desde sus posiciones fortificadas, pudimos ver como más y más efectivos eran enviados a las zonas comprometidas, debilitando el frente principal.

"Bien, es el momento" masculló East Zone, capitán de los dunadans desde su tanque.

Y nos lanzamos como un sólo hombre sobre los alambres de espino, minas, y balas que eran escupidas desde las armas automáticas francesas.

Por el camina, intentando esquivar a la muerte, vimos como argentinos y polacos corrían a nuestro lado.

Aviones croatas apoyaban nuestra carga fustigando las posiciones artilladas fuera del alcance de nuestras barreras de artillería.

Las unidades aerotranspotadas de Huscarles y Samurais mandaban a sus hombres enmedio de un infierno de fuego antiaereo y automático.

Asumiendo terribles bajas, sin embargo, cogimos a los batallones franceses en un feroz fuego cruzado que devastaba sus posiciones, andanada tras andanada.

Sólo fue cuestión de fracciones de segundo que las líneas francesas se rompiesen y sus soldados corrieran por sus vidas.

Cuando una explosión me desequilibró y caí sobre una bandera tricolor, blanca roja y azul, ensangrentada y machada de sangre, sólo entonces, me di cuenta de que no sólo los Alpes eran nuestros, si no de que Francia entera, ahora temblaba ante nuestro avance, pues éste era imparable.

EPIC WIN