Iniciación: Exceso y Mesura.

Day 2,091, 13:51 Published in Spain Spain by Sans Nom Castaka


Nadie dijo que superar la iniciación fuera sencillo.

Desde la ventanilla del transporte, miro el campo de batalla con indiferencia. Los compañeros de mi unidad no hablan demasiado. Un mando, sonriente y amable, nos coloca en la pierna unos papeles, una especie de examen remunerado. No necesito mirar a mis compañeros para saber que el esfuerzo del oficial apenas va a recibir recompensa. Yo tampoco lo haré. Sólo estoy de paso.

Vuelvo a mirar la batalla. No me interesa quien se impone, sólo cumplir la misión y recibir la recompensa, para continuar con mi iniciación. Alguien pregunta sobre el dinero que gana el país con todo esto. Le digo dónde está ese dinero, y quien lo manejará. No doy pie a más charla.



El transporte se detiene. Tomo mi arma y salgo junto al resto. Un cartel derribado me dice que estamos en casa. Todos los campos de batalla son iguales. Sólo importa saber quien se mueve en dirección contraria.

Cumplo mi cuota, y me largo en el primer avión de mercenarios. Termino en algún cagadero al otro lado del globo. La iniciación exige al menos una victoria completa, así que intervengo en una revuelta, en ambos bandos. A nadie parece importarle de dónde vengan las balas.



Mi exceso disuade a otros de intervenir. Es una suerte que el patriotismo y la economía estén unidos. No me hubiera gustado tener que volver a desperdiciar así la munición.

Me muevo por las ruinas de una ciudad desconocida, buscando oponentes a los que no puedo vencer. “Sólo aprendiendo a perder se gana”, reza el Bushitaka. Busco enfrentarme a soldados veteranos, provistos de las mejores armas y protecciones, armado tan sólo con una pistola de entrenamiento y la esperanza de ser suficientemente rápido como para mantenerme a una distancia prudencial.



Veo al veterano. A pesar de todo el blindaje, puedo intuir la aspereza de su piel tras una vida dedicada al combate. Ya me está apuntando. Salto a un lado. Mi pierna arde de dolor. Va a recargar, debo levantarme y alejarme. Hay unos escombros cerca. Oigo el familiar chasquido del cargador del rifle. Salto tras los escombros. El proyectil pasa sobre mi cabeza.

Me asomo, muestro la pistola, y vuelvo a alejarme. El soldado me apunta, mientas me muestra un pulgar levantado con la mano izquierda. Mantengo mi arma en alto, y me alejo del área, encañonado, pero vivo. Seguramente esta guerra tampoco sea la suya. No hay necesidad de cebarse. El tiene su victoria, yo mi aprendizaje.

Es un buen trato.



Estoy frente a un jeep destrozado, buscando material médico. Un soldado aparece por la derecha. Es joven, nervioso. Más inexperto que yo. Una pelea que puedo ganar. Disparo mi pistola, mientras él se abalanza sobre mí. El primer disparo falla. El segundo, no.

Devuelve el fuego, pero yo ya tengo lo que quiero. Me alejo y esquivo sus ataques. Me grita, insulta y provoca, buscando un enfrentamiento sangriento. Ya se dará cuenta de que la carnicería es innecesaria en este negocio. Mientras me persigue, lo saco del área y lo despisto.

Un encuentro afortunado.



Acabo de vendar mi pierna. Oigo un crujido a mi espalda. Un soldado fuertemente armado me encañona, con una sonrisa. Mi cuerpo reacciona con la rutina: cuerpo a tierra, corre mientras recarga, cuerpo a tierra, corre mientras recarga. Consigo evitar dos balas. La tercera me alcanza de lleno en la espalda.

Ruedo a un lado, pistola en alto. El soldado tiene una escopeta, y está dolorosamente cerca. Antes de poder levantarme, las postas se clavan en mis piernas. Al final, siempre te terminas encontrando con un sanguinario.

No hay tiempo de hacer cálculos. Tampoco hay muchas posibilidades. Sé que me va a abatir, no hay duda ni esperanza. Disparo mi pistola, consciente de que como mucho lograré estropearle el chaleco antibalas.

La granada estalla y me lanza al centro de la calle. Sangro por la boca. Sólo aprendiendo a perder se gana. Repito la frase para ignorar el dolor y la rabia. Vuelvo a disparar.

Fallo el tiro.

El cañón de la escopeta se ilumina. El pecho me arde. Pierdo el conocimiento.

Nadie dijo que superar la iniciación fuera sencillo.