Hemos llegado al río

Day 2,008, 03:41 Published in Spain Spain by Espanolazo


"Ite, missa est!"
con estas palabras el capellán de campaña ponía fin a la santa misa que, como todas las mañanas, se celebraba a las siete en punto antes de emprender la marcha. Y por el rito tridentino, por supuesto. Los requetés no se jugaban el pellejo cada día en su DO para defender modernidades del Concilio Vaticano II



Artemio Olavarrieta encabezaba la marcha, seguido de Agustín y de Peralta. Nada más ponerse en camino empezó a canturrear una vieja cancioncilla ecarlista.

"Calzame las alpargatas, ponme la boina, dame el fusil,
que voy a matar más guiris que flores tienen Mayo y Abril"
http://www.youtube.com/watch?v=EV0jz0kj9s0

a Peralta, como le solía ocurrir muy a menudo, le traicionó su incontinencia a la hora de hablar.

-Es asombroso, como han adaptado esta cancioncilla a la campaña que nos traemos entre manos. -¿Perdón? gruñó bajo su bigote el sargento Olavarrieta.

-Si, me hace gracia lo de matar guiris, por aquello de enfrentarnos a los canadienses. Me pregunto qué diría la canción con la letra original.

-Peralta, hijo, es una pena que os traigan al batallón sin que sepáis nada de la vida. Ya en la primera de nuestras guerras hace dos siglos los guiris no eran ingleses con la piel color cigala; sino los partidarios de la reina Isabel.

-Isabel?

-Sí, la que echaron de eEspaña por zorrilla.

-¿De verdad la echaron por Zorrilla? No sabía que el poeta anduviera tan metido en política!

Arsenio Olavarrieta continuó en silencio, sin saber quizás cómo salir de aquel jardín sin zaherir al pobre muchacho. Desde luego que la escasez de soldados en servicio se había dejado notar... demasiado.

-Peralta, Agustín, marchad cada uno en una dirección buscando un lugar donde vadear el río. En el momento en que lo crucemos, entraremos en la Historia.

-¿Qué hace a este río tan especial, mi sargento? dijo Agustín.

-Este río, hijo, es el que marca la frontera natural entre clickerismo y contextualismo. Una vez lo crucemos, ninguno volveremos a ser los mismos.

-Pero, mi sargento, qué piensa hacer con el viejecito cuando crucemos?

-Agustín, hijo, te aseguro que nada me gustaría más que que volvieras de esta campaña hecho todo un hombre. Y si eso no fuese posible, que por lo menos te devolviese a tu casa sin que dijeses más sinsorgadas. Ya te dije que no es un viejecito sino Vihesito; que si te vuelve a tirar un pan, pues lo coges, le das las gracias y te lo comes a su salud. Y que él tendrá que aprender que hay banderas que son sagradas, de las que nadie pretende ser iniciador sino recogerlas de las manos muertas que las aferraban y levantarlas de nuevo con toda la dignidad de la que uno sea capaz. Y que la bandera de la Santa Tradición y el grito de "¡Viva Cristo Rey!" ondearán y resonarán siempre que quede uno solo, aunque solo sea uno, de los nuestros. Y al que no le guste ya sabe lo que tiene que hacer. Y ahora andando, buscad un vado y que sea poco profundo; que con este frío no me apetece mojarme por encima de las rodillas.

Y ellos, después de echar un trago de la bota en la que aún les quedaba algo de vino de Los Arcos, desaparecieron al trote, uno subiendo el curso del río y el otro bajándolo.

Artemio Olavarrieta tarareaba..."Cál-zame las al-par-gatas, ponme la boina, da-mel fu-sil..."