ENTREVISTA CON EL MALIGNO (3ra Parte)

Day 2,421, 12:36 Published in Argentina Romania by A R C A N G E L

(Continuación)
Decía el Maligno: “De este modo, las fábulas de la Inmaculada Concepción, de la Maternidad Divina, de la siempre Virgen, de la omnipotente llena de gracia están siendo desmoronadas como miserables necedades. Dentro de pocos años quedará solo el recuerdo -vergonzante recuerdo- de tan estúpidas leyendas. Mucho he debido esperar pero ahora ha llegado finalmente mi tiempo. ¡Definitivamente ha llegado mi hora! ¡Si supieras lo bien que trabajan mis aliados: curas, frailes, doctores!... ¿Dónde están ahora los fanáticos de su culto, sus calenturientos simpatizantes?”
Parecía que se hubiese marchado. Pero estaba allí, quizás en espera de mi reacción. “Lo sé: Has logrado reunir en torno de tantas verdades del Credo una polvareda irrespirable llena de confusión. Crees suprimir el sol sólo porque lo has escondido detrás de cúmulos de nubes. Pero todo esto pasará. Bastará un soplo del Omnipotente para desbaratar todo lo que estás construyendo.

Un soplo solo y Dios, en su Providencia, también de nuevo sacará bien del mal, incluso de estas confusiones sabrá hacer brillar más espléndida la verdad”; contesté. “No te hagas ilusiones”, agregó. “Sé que no me engaño. La fe me lo dice. Ni tú mismo, eterno mentiroso, crees en esta victoria final. Tú te agitas porque sabes que Dios tiene medido el tiempo en el que, para sus designios, te deja exagerar. Tú sabes que el más poderoso es Él. Él tiene delante de Sí la eternidad.



En un instante te arrebatará de la mano tus victorias momentáneas. Eres el eterno fanfarrón ridículo. Te crees omnipotente; mejor aún, quieres hacértelo creer a ti mismo, pero basta un signo de la cruz para ponerte en fuga, basta un poco de agua bendita para paralizar tu omnipotencia. La parábola del grano y de la cizaña ha sido dicha sobre todo para ti. Eres simplemente ridículo en tus bravuconadas.
Eres un pobre perro atado a tu cadena. Tú no puedes nada más de lo que te permite Dios. Te lo permite para probar a sus elegidos en el tiempo, y derrotarte para toda la eternidad”. “¡Qué elocuente eres! Has hecho una bella predicación para los papagayos de la parroquia. Tu reúnes palabras, yo cuento hechos”. “Te estoy solamente descubriendo tu mentira. Tu historia concluirá como empezó. Tienes la estúpida presunción de creerte semejante a Dios. Te rebelaste y Dios en aquel mismo instante, con un soplo te precipitó a ti y a los tuyos en los abismos infernales.

Bastó un movimiento de su voluntad para fulminaros a todos, para transformarlos de ángeles en horribles demonios”. “Todavía un trozo de predicación” contestó. “Sabes bien que no es predicación. Es un hecho tremendo. Como tremendo es el infierno en el que te precipitaste. A propósito: ¿Qué es el infierno?...” Se produjo un silencio profundo como una pesadilla. “En nombre de Ella, responde, háblame del infierno”. “Imposible decírtelo”. “Prueba”. “Ni siquiera ella misma, en Fátima, supo explicarlo”. “¿Cómo? ¡Aquellos pobres niños por poco no murieron de espanto!” “¿Y qué vieron...? el infierno es bien distinto... Conténtate con esto”.

También esta vez pensé que se había ido, pero mi intuición me decía que se encontraba allí. “¡Desgraciado! Eras un ángel. Dios te creó riquísimo de dones y de bellezas divinas. Tenías la inteligencia de los espíritus elegidos. Es inconcebible cómo tú y los tuyos habéis podido atreveros a un tan estúpido pecado de rebelión. ¿Cómo intentar apropiarse de lo que no era vuestro? ¡Responde!”. “Porque quiso someternos a una prueba infinitamente humillante para nosotros, espíritus altísimos. Una prueba inimaginable, digna sólo de una revuelta”. “¿Qué prueba?” De nuevo un silencio cargado de misterio. “Vamos, en el nombre de Ella que te ha obligado a venir, responde. ¿Qué prueba?” “Nos impuso un plan muy humillante e inaceptable.

Nos puso frente al diseño de la creación del mundo material, de todo el cosmos, por encima del cual os creó también a vosotros los hombres con el propósito de elevaros a la misma dignidad a la que nos había elevado a nosotros, y para colmo de todo, lo que hizo desencadenar nuestra revuelta… nos puso delante de la encarnación del Hijo, hecho hombre, revestido de una naturaleza inferior a la nuestra y nos impuso adorarle. Nuestra inteligencia se pasmó. Millones de ángeles se sometieron vilmente a Él. Muchísimos de nosotros lo vimos como una afrenta a nuestra dignidad y nos rebelamos.

El castigo explotó de inmediato. Nosotros no queremos aceptar nuestra condición de criaturas, de tener necesidad de Él, de estar sometidos a Él. Nos creímos autosuficientes -y lo éramos- capaces de valernos por nosotros mismos... En aquel rechazo nuestro gesto es de rebelión y en un momento nos encontramos como somos. La condena fue sin apelación. Tampoco nos hubiéramos sometido a su voluntad”. “¿Y no era un pecado gravísimo de rebeldía?” Un “Nooo…” lóbrego, largo, cavernoso, de helar la sangre, resonó un buen tiempo en la lejanía. Comprendí que había desaparecido, dejándo atrás un fracaso que parece el estrépito de un alud. Todo lo que era firme tembló. Salí al corredor mirando si alguien se había dado cuenta de algo. Nada. No vi a nadie.

TERCER ENCUENTRO
Esta vez no se hizo esperar mucho. Estaba para meterme en la cama, cuando oí rumores extraños en la habitación. Eran pasos fuertes, que hacían vibrar el pavimento. Advertida su presencia, tomé el rosario, me hice la señal de la cruz, invocando mentalmente a la Virgen cuya imagen estaba junto a mí, al lado de la cama, y esperé. “Siento que estás aquí. Bien, en nombre de Ella, que te obliga a venir y a responderme, dime: inmediatamente después de tu gran pecado, ¿te diste cuenta de todo lo que habías perdido para siempre?” “¡Qué pregunta tan estúpida!” “Gracias, eres muy amable. Sé muy bien que mi inteligencia no se puede comparar con la tuya. Por eso permíteme una pregunta aún más idiota: ¿Jamás te has arrepentido de aquel pecado?” “¿Arrepentimiento?”, la respuesta surgió de inmediato, como un rugido de bestia. “¿Pero no sabes que un acto de arrepentimiento hubiese sido un acto de amor? Y esto es totalmente inconcebible en nosotros.

Nosotros fuimos inmediatamente poseídos por un odio inmenso contra Él. Un odio implacable, eterno. Nos encontramos envueltos, casi petrificados, en una maldición que ha llegado a ser nuestra segunda naturaleza”. Hubiese querido concentrar la reflexión sobre la desgracia irreparable que significó la caída de tantísimas criaturas tan excelsas, pero el otro me interrumpió. “Después de habernos expulsado de su paraíso, se ha vengado destinando a nuestro estado a los seres más nauseabundos, vosotros los hombres, un amasijo de espíritu y de sucia materia. Ha hecho de vosotros un objeto de su amor infinito. Va mendigando de vosotros el amor que nosotros le habíamos rechazado.

El amor por vosotros le ha hecho cometer locuras, hasta humillar al Hijo en el vientre de una mujer. Tiene la ambición de ocupar con vosotros los puestos que nosotros hemos dejado vacíos. Pero antes de que logre esto, llenaremos nuestro infierno con vosotros los hombres. La venganza que no podemos realizar sobre Él, la haremos con vosotros”. Continuará