El pecado original (2da Parte)

Day 2,399, 07:25 Published in Argentina Romania by A R C A N G E L

La parte interna de la fruta estaba cruzada con venas color de sangre. He visto cómo se oscurecían, perdiendo el resplandor que los envolvía y sus rostros perdieron la serenidad. Parecióme que hasta el sol se retiraba. La serpiente bajó al punto del árbol y huyó sobre sus cuatro patas. No vi comer la fruta, como se hace al presente, con la boca; pero la fruta desapareció de entre las manos. Entendí que Eva ya había pecado cuando la serpiente estaba en el árbol, puesto que la voluntad de Eva estaba ya con la serpiente. Supe entonces algo que no puedo ahora explicar debidamente.
Era como si la serpiente fuese la figura y la representación exterior de la voluntad de Eva, como de un ser con el cual pudiesen ellos hacerlo y alcanzarlo todo. Dentro de esta voluntad (en figura) entró Satán. Por el gustar de la fruta prohibida no estaba aún completo el pecado; pero esta fruta de tal árbol, que echa sus ramas en la tierra y reproduce nuevas plantas de la misma especie, que hacen lo mismo luego al hincarse en el suelo, tiene en sí la significación de un trasplante y de una reproducción de su mismo poder, y esta reproducción es como un trasplante pecaminoso, apartado de Dios. De este modo se realizó, con la desobediencia y con el gustar de la fruta, la separación de la creatura de su Dios y la reproducción en sí y por sí, y el amor de sí, en la naturaleza humana. El hecho de gustar la fruta, que tenía en sí esta significación y este concepto, tuvo como consecuencia una reversión, una marcha hacia atrás en la naturaleza, y trajo el pecado y la muerte.

La bendición de una descendencia santa y pura en Dios y por Dios, que había recibido Adán después de la creación de Eva, le fue quitada después de probar la fruta. Yo he visto cómo al dejar Adán su lugar en la colinita para ir hacia Eva, que lo llamaba, se aproximó el Señor por detrás de él y le quitaba algo de su cuerpo. Tuve la persuasión de que de ello debía salir la salud del mundo. Tuve una vez, en la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, una visión de Dios sobre este misterio. He visto en Adán Eva encerrada la vida corporal y espiritual de todos los hombres, y como por el pecado y caída fue esta vida corrompida y mezclada, y como los ángeles caídos adquirieron entonces poder sobre los hombres. He visto en esta visión cómo la segunda Persona de la Santísima Trinidad descendió sobre Adán y con una especie de cuchillo retorcido le sacaba esa bendición antes que consintiese en el pecado. En el mismo momento he visto salir, como del costado de Adán, de donde se le había sacado la bendición, a la Virgen Inmaculada y remontarse como una nubecilla luminosa hasta Dios en su gloria4. Con el gustar de la fruta prohibida se encontraron Adán y Eva como embriagados y con el consentimiento en el pecado se obró en ellos un cambio muy grande. Estaba entonces la serpiente entre ellos. Ellos estaban como penetrados con la esencia de ese ser y se vio entonces a la cizaña entre el buen trigo. La circuncisión fue instituida como penitencia y castio. Como la viña se poda para que el fruto, el vino, no sea agreste ni la planta estéril, así tuvo que hacerse con el hombre para que pudiera ser nuevamente ennoblecido. Cierta vez que se me mostró en visión la reparación de la culpa, vi un cuadro donde salía Eva del costado de Adán y ya estiraba el cuello hacia la fruta prohibida, corría apresurada y se abrazaba con el árbol. Y luego vi otro cuadro donde, por el contrario, se veía a Jesús, nacido de la Inmaculada Virgen María, que corría hacia el árbol de la cruz y se abrazaba con él. En esta ocasión vi que la descendencia de Eva, oscurecida por el pecado, se purificaba por los padecimientos de Jesús, y comprendí que debe ser arrancado el placer prohibido de la carne del hombre mediante el dolor de la penitencia. Las palabras de la Epístola (Gal. IV, 30-31) donde dice que el hijo de la esclava no debe ser heredero, las entendí siempre en el sentido de que bajo el nombre de esclava se comprendía la carne y la sujeción de la misma. El matrimonio es un estado de penitencia y requiere abnegación, oración, ayuno, la necesidad de dar limosna y de tener la intención de aumentar el reino de Dios con los hijos.