Datos y curiosidades de Lima

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A la ciudad de Lima se le ha llamado también como: "Ciudad de los Reyes", "Ciudad Jardín", "Reina y Perla del Pacífico", "La tres veces coronada villa", "Ciudad de campanas y de campanillas" y otros títulos nobiliarios que se ganó por su belleza, poesía y cultura que en ella había. Pero, contrastando con ello, a Lima también la han llamado "La ciudad de los gallinazos" y "Lima la horrible".


A inicios del siglo XVII, en el año de 1613, la ciudad de Lima tenía solamente 25,000 habitantes. Diecisiete años después, su población fue más del doble ya que, según el Padre Cobo, en 1630, Lima tenía 60,000 habitantes de los cuales 5,000 eran indios y 30,000 eran negros, el resto eran españoles. Lo que significa que, por ese tiempo, la población de raza negra era mayoría en Lima. Por ello, "Quien no tiene de inga tiene de mandinga".


Más de doscientos años después, en 1857, Lima tenía solamente 94,195 habitantes, según el censo levantado por Manuel Atanasio Fuentes. Lo que significa que en 227 años la población de Lima creció 50 por ciento nomás.

El avance intenso de la población empezó a partir de 1920, cuando Lima contaba con 198,875 habitantes que creció, casi 40 años después, a un poco más de 1.5 millones, según el censo de 1961. Un poco más de 40 años después, según el censo de fines de 2005, Lima bordea los 7.5 millones de habitantes, representando casi el 30 por ciento del total de la población en el Perú.




En el Jirón Trujillo, distrito del Rímac, se encuentra la iglesia más pequeña del mundo, "Nuestra Señora del Rosario", que también se le conoce como “Capillita del Puente”, por hallarse cerca del Puente de Piedra. Las dimensiones de la iglesia son de 8 metros de ancho por 12 metros de profundidad.




La estatua del Libertador Simón Bolívar que se encuentra en la "Plaza Bolívar", frente al Congreso de la República, fue tan admirada desde su inauguración que en la ciudad de Caracas, Venezuela, hay una plaza que tiene una estatua idéntica a la que hay en la Plaza Bolívar de Lima. El gobierno venezolano, maravillado por la belleza de dicha estatua, pidió permiso a las autoridades peruanas de entonces para utilizar los moldes con que se construyó dicha estatua en Europa.





NONONE
Para muchos este nombre, debe sonar a nada o a algo sacado del rico vocabulario popular, pero ni lo uno ni lo otro. Se trata nada más que de uno de los personajes más emblemáticos de la Lima de los años cuarentas y cincuentas. Reinaldo Nonone Vivanco, un moreno originario de la ciudad Chincha, Cabo de la División Motorizada de la Guardia Civil del Perú, que era el nombre con el que se conocía a la actual Policía Nacional del Perú.
Este personaje “limeño”, hizo un arte de su profesión, al extremo de convertirse en todo un símbolo dentro de la sociedad capitalina. Para los limeños era parte de la vida cotidiana, el verlo actuar en las calles y esquinas gesticulando a brazo batiente para dirigir el transito vehicular que para aquel entonces gozaba de buena fama, a comparación de nuestros días en donde solo falta graduarse de maleante para poder conducir un automóvil.
Espigado moreno de un metro ochenta aproximadamente y de fina estampa, hacia gala de un carácter a prueba de histéricos porque por encima de todo sobresalía su alto sentido de la educación y las buenas maneras. Era capaz de controlar los peores desbordamientos de la alteración del orden que no faltan cuando un conductor se exalta por algún desatino cometido por otro, que decidió obviar las reglas de transito y dió rienda suelta a su falta de civismo. Para Nonone, resultaba ser la mejor oportunidad para hacerle recordar de la mejor manera: cual era la forma de conducirse ante el prójimo y ante al autoridad. Este cabo con visos de general, solía ser una dama en cuanto a maneras y cordialidad, pero también un intransigente en el respeto por la ley, para Nonone no existían privilegios para nadie, tanto es así que: un día de esos en que se presenta la oportunidad de hacer ejercicio del deber, este personaje se encontraba en su quehacer cotidiano, un domingo por la mañana que por costumbre en el centro de la ciudad de Lima, el transito vehicular era casi inexistente allá por el año cincuenta y dos. Resulta que el entonces presidente de la republica: Don Manuel Apolinario Odria en circunstancias en que circulaba con dirección a palacio de gobierno en su automóvil conducido por su chofer, quien decidió ingresar por el Jr. Conde de Superunda en sentido contrario, pero al llegar a la esquina con el Jr. Camaná este se dio con la extensa figura del cabo Nonone, que sin más ni más le hizo el alto, a la vez que le indicaba con sus largos brazos que asemejaban aquellas aspas de molino, las mismas que ilustraban al Quijote de la Mancha, que cambiara de dirección, a lo que el chofer descendió del vehículo que dicho sea de paso estaba solo y sin comitiva y le dijo: ¡oiga! es el presidente de la republica ¡ así que quítese del medio y déjeme pasar. A tamaña grosería y desacato a la autoridad, Nonone contestó: si es el presidente de la republica, debería de dar el ejemplo y a lo que a mi respecta, por acá no ha de pasar, porque las normas se han hecho para cumplirlas y ese es mi deber como policía. Dicho esto, Don Manuel Odria, descendió del automóvil para estrecharle la mano y felicitarlo. Desde aquel entonces, cada vez que Don Manuel Odria pasaba por algún lugar en que se encontraba de servicio el Cabo Nonone, bajaba de su vehiculo para estrecharle la mano. Esto por increíble que parezca.





El Conde de Superunda
La noche de 28 de octubre de 1746 aproximadamente a las diez y treinta, Lima comenzó a temblar y a crujir desde sus entrañas. Un terremoto que para algunos duro dos minutos, tres para otros y una eternidad para todos los habitantes de aquella época. En la oscuridad mas absoluta, la implacable furia de la naturaleza, se hacia mas terrible y mas pavorosa, de lo que hubiese sido de cara a la luz del sol, En donde tenemos la opción de saber a donde ir y por donde no.
En aquel momento, la ciudad de los reyes había quedado sumida en la desolación, el caos mas absoluto y en la destrucción casi total de su infraestructura, Solo quedaron en pie, el veinticinco por ciento de sus edificaciones. Hasta la catedral quedó en escombros. Solo gritos desgarradores y una nube densa de polvo, invadían el dantesco escenario de aquel fatídico 28 de octubre.
El costo de la desgracia, fueron más de mil quinientas vidas. Una cifra de grandes proporciones para la época. Y para una ciudad pequeña, como la Lima de antaño.
No tenía siquiera un año ejerciendo el cargo de Virrey del Perú “El Conde de Superunda” cuando tuvo que tomar las riendas de tan grande responsabilidad.
El virrey, no dudo en tomar el toro por las astas y comenzó a trabajar sin suspiro ni aliento, de sol a sol y a brazo partido. Hizo cuanto pudo y cuanto quiso para lograr que la ciudad volviera a la normalidad.
Hay que destacar que, estamos hablando de la ciudad de Lima en sí y no de El Callao su principal puerto. El callao, fue arrasado por un tsunami, cuya ola media más de 17 metros de altura. No quedó piedra sobre piedra y tan solo un promedio de cien personas sobrevivieron a la catástrofe.
La fuerza de la ola, hizo que el mar llegara hasta lo que hoy conocemos como: el cruce de las Av. Elmer Faucett y Colonial. En esta esquina existe un templo, en honor a la virgen del Carmen. Porque el fervor popular, le atribuye el milagro de permitir que hasta ahí llegase el agua.
La distancia entre la playa y el cruce de las mencionadas avenidas es de aproximadamente cinco mil metros o cinco kilómetros. En aquellos tiempos la medida equivalía a una legua.Es por ello que la iglesia lleva el nombre de Carmen de la Legua.
Lima y el Callao, volvieron a renacer y a ser lo que fueron, gracias al virrey Conde de Superunda., quien fue más Allá de sus posibilidades y peleo hombro a hombro con el pueblo para devolverles una ciudad a la altura de su categoría.
La calle que hoy conocemos como Conde de Superunda. Que va desde el Correo Central y hasta la Av. Tacna: originalmente llevaba el nombre de: Paseo de los Conquistadores y luego fue cambiada en homenaje al restaurador de la tres veces coronada Ciudad de los reyes.
Por esta razón, don José Antonio Manso de Velasco y Sánchez, fue honrado por el rey de España con el titulo nobiliario de: Conde de Superunda. El nombre deriva del latín: súper (gran) unda (ola) En alusión ala gran ola que asolo las costas limeñas.




Avenida Javier Prado
Le debe su nombre a Javier Prado y Ugartech, historiador, filósofo, y abogado peruano. Era conocido como “Maestro de la Juventud”. Fue hijo del expresidente Mariano Ignacio Prado. Fundó los museos de Arqueología y Antropología y el de Historia Natural. Fue Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Gobierno durante el primer gobierno de Augusto B. Leguia.



La avenida Javier Prado es una de las más extensas de Lima y recorre 8 distritos.









Hasta la proxima