Crónicas de Ovando Mbarakajá: En territorio enemigo

Day 1,528, 18:47 Published in Paraguay Paraguay by Jecs
SUSCRIBIRSE = Mantenerse informado


Ciudades deshabitadas, rutas sin tránsito, campos abandonados; ese era el escenario con el que se encontraron Ovando y sus compañeros a medida que su batallón se internaba en las profundidades del territorio argentino.

Clorinda, Formosa, Resistencia y muchas otras ciudades habían caído en manos del ejército paraguayo sin que se hayan producido más que unas pocas escaramuzas que ni siquiera molestaron a las tropas paraguayas en su disciplinada y veloz marcha.



Vista de una ciudad argentina abandonada. El ejército argentino aplicó la estrategia de "tierra arrasada" para evitar que los paraguayos obtengan recursos.

El batallón de Ovando se encontraba disfrutando de un breve descanso, estaban obligados a acampar en el campo ya que el Alto Mando había ordenado que las unidades del ejército eviten permanecer mucho tiempo en las ciudades, para evitar los saqueos y otros excesos que pueden cometerse debido a la tensión y el ánimo caldeado que produce toda guerra. Por lo tanto estaban acampando al costado de un camino rural que pocos metros más adelante se internaba en un frondoso bosque, compartiendo rondas de tereré y conversando.

Los hombres, habiendo encontrado nula resistencia a su paso, se hallaban en posesión de una moral alta y de un optimismo explosivo. Algunos soldados habían bautizado al conflicto como "Guerra Jaré", asumiendo que sería una guerra corta y fácil, con pocos acontecimientos destacados. Un rubio petizo al que los demás habían apodado
Avatiragüe (por el color de su pelo), dijo en tono alegre que se estaba exagerando al llevar tantas armas y pertrechos de guerra, ya que él solo con su hondita podría "tumbarle a todos estos kurepis, feroz akä rasy les voy a dejar".

Ovando, quien se hallaba sentado mirando al suelo, inmerso en reflexiones varias, levantó la mirada y se dirigió a Avatiragüe: "Mushasho... vo tené que pisar tierra porque no es tanto así hina la cosa, vos agarrá bien nomá tu arma y vamos a ver qué pasa despué".

Ovando Mbarakajá sabía que dejarse llevar por el desprecio y subestimar al enemigo, no sólo representaba una actitud indigna, sino también peligrosa. Muchos argentinos habían cometido el error de embriagarse en su soberbia y haber subestimado al Paraguay durante mucho tiempo, él no cometería el mismo error, trataría con dignidad y respeto al enemigo en la medida en que las circunstancias de la guerra se lo permitiesen.


El batallón se puso en marcha pocos minutos después, ingresando al bosque que era atravesado por el camino. Luego de un par de horas, escucharon el murmullo de un arroyo a la distancia y se acercaron a él para asearse y reabastecer su provisión de agua. El petizo Avatiragüe encontró un caracol y se jactó de ser el campeón de Fórmula 1 Caracolesca en su valle natal. "Mushasho... tu caracolito ni le va a ver al mío de tan rápido que se va a ir", dijo divertido Ovando.

Inmediatamente se apartó del grupo y se puso a explorar la zona en busca de caracoles, siguiendo el trayecto del arroyo encontró un cementerio que estaba a pocos metros de la orilla y se acercó a él. En ese momento Ovando fue testigo de algo que lo dejó perplejo, una luz resplandeciente brotó de una de las tumbas, dando forma a la figura de un anciano en calzoncillos, con cicatrices en varias partes del cuerpo y con aspecto de haber vivido una vida muy dura.

"¡Mba'e pio pea!" exclamó Ovando sorprendido. El fantasma del anciano le dijo en tono calmado: "Usté no tema mi buen amigo, yo sé que esto le puede parecer estrordinario pero le pido que no juya de mí, que yo ningún mal le voy a hacer. Me presento, mi nombre es
Martín Fierro".

El joven Mbarakajá se tomó el encuentro con calma y se limitó a responder "aaahhh bueno... yo me llamo Ovando Mbarakajá".

Acto seguido el fantasma de Martín Fierro le dirigió unas breves palabras al soldado paraguayo.

"Mire usté amigo Ovando, que la cosa está muy fea, pue los patrones de mi tierra, a naides respetan y al gaucho encierran.

"Sepa usté mi amigo Ovando, que aquí no hay más que dos bando, y de países pue no estoy hablando, sino de los güeno y de los malo.

"Sepa bien quién es su enemigo mi amigo, y trate usté con ligereza al buen gaucho, al que le quieren tapar sus penas llenándole con versos su cabeza. Y recuerde bien mi amigo, los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera."

Habiendo dicho esto el fantasma de Martín Fierro desapareció. Ovando no supo comprender plenamente las palabras del fantasma, al menos no por el momento. Volvió junto a sus compañeros habiendo olvidado el asunto del caracol, lo que motivó prolongadas burlas de parte del petizo Avatiragüe.

El batallón prosiguió su marcha y durante horas no encontraron nada interesante, hasta que encontraron una extensa propiedad amurallada. Se acercaron a la entrada y uno de los soldados intentó poner explosivos, "óluo no encuentro la marquita roja esa que te sale en Medal of Honor, voy a poner donde pueda nomás la bomba". Pegó la bomba al portón y tomó distancia, grande fue su frustración cuando sacó su control de Playstation y vio como a pesar de que apretó todos los botones la bomba no estallaba.

El intrépido Ovando Mbarakajá tomó su machete y... ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! Le asestó un par de golpes de machete al portón que de inmediato cayó hecho pedazos. El equipo penetró el perímetro de la propiedad con gallardía y rapidez, se acercaron a una extraña figura que tenía ojos y boca, parecía estar viva.

Reinó la duda hasta que la figura empezó a reír a carcajadas, entonces el capitán comprendió qué era aquello que observaban sus ojos. "¡Es FlorenciaC!", exclamó.



FlorenciaC con su uniforme de gala, imagen obtenida por el batallón de Ovando.

Allí se encontraba, la célebre FlorenciaC, la propiedad era uno de los tantos latifundios poseídos por la mujer a lo largo y ancho de su país. El batallón entero se abalanzó sobre la mujer con la intención de capturarla, cuando súbitamente la tierra comenzó a temblar. Pronto los hombres detectaron el origen del temblor, era una avalancha de ovejas colmillos de sable lanzada por la líder argentina.


Oveja colmillo de sable.

"¡¡¡ABRAN FUEGOOOOO!!!" ¡TATATATATA! ¡BOOOOM! ¡FIU FIUUUU! Al fin Ovando y sus compañeros encontraron su bautismo de fuego, atacaron a las ovejas asesinas con todo lo que tenían a su disposición, granadas, morteros, fuego de fusilería e incluso machetes. La reacción del equipo provocó gran mortandad en sus atacantes, hasta que finalmente todas las ovejas sucumbieron.

Sin embargo, las ovejas no fueron derrotadas sin antes cobrarse una víctima. "¡Ay naaa!" exclamó un soldadito, una oveja le había mordido el brazo izquierdo y pronto empezó a manifestar extraños síntomas, los ojos se le ennegrecían, le brotaba lana de la piel y colmillos aparecían en su boca. Sus compañeros comprendieron que se estaba transformando en oveja y con una pena que embargó sus corazones, tuvieron que sacrificarlo.

Luego de estos sucesos, el batallón avanzó hacia FlorenciaC, mientras avanzaban Ovando recorría con la mirada los cadáveres del rebaño de ovejas de Florencia, pudiendo leer en muchos cuerpos una marca con las siglas
"U.M.A.", no logró comprender su significado.

Pronto la eterna caudilla argentina comenzó a vibrar, a medida que se acercaban, los paraguayos pudieron comprobar que la mujer estaba recurriendo a su habilidad especial. Se estaba clonando.

Ovando hizo gala de su fina puntería, matando una FlorenciaC por cada bala disparada, sus compañeros trataron de imitarlo exterminando una inmensa cantidad de clones, sin embargo sus números eran muy elevados, por cada clon que moría, nacían dos o tres más.

"¡Llamen a los admins!" - gritó un hombre.

"¡No tenemos suficiente tiempo, además los admins están vendidos! ¡RETIRADAAAA!" - indicó con vehemencia el capitán.

El batallón de Ovando se retiró de la propiedad velozmente, pudiendo observar en plena retirada como algunos peones que habían observado la batalla con la esperanza de ser liberados, retornaban a sus barracas apenados.

Una vez fuera de peligro, la radio del batallón recibió un mensaje advirtiendo que muchos batallones estaban retrocediendo del frente de operaciones ante un poderoso contraataque argentino.

Ovando Mbarakajá y sus hermanos de lucha sintieron como el amargo néctar de la pena se derramaba sobre sus corazones. La campaña ofensiva había llegado a su fin, la guerra había solicitado un cambio de domicilio. Nueva dirección: Paraguay.