Conocidos de autobús

Day 1,445, 06:43 Published in Spain Spain by Lola Moreno





Subía corriendo la cuesta empedrada, sudoroso y agotado. La lluvia había mojado los adoquines y con cada paso que daba sentía que iba a resbalar, pero no podía permitirse el lujo de ir con paso firme, llegaba tarde a su cita y no quería que ella le tuviera que esperar ni un minuto más. Sabía que la decisión de ponerse esos zapatos no había sido la más adecuada, el quería ir guapo para ella pero no tenía necesidad porque cuando alguien te espera con tantas ganas no se fija en tu calzado.

Por fin llegó a la parte alta de la calle, a partir de ahora podría correr y recuperaría unos segundos que sabía que eran valiosos porque suponían unos segundos más con ella.





Giró a la derecha, en la segunda calle. Ya quedaba menos pero en su cabeza no aminoraba la velocidad de sus pensamientos.

- ¿Cómo estaría hoy?, ayer la noté más triste pero no me dijo lo que le sucedía.
- ¿Llevará puesto el vestido que tanto me gusta?, no creo porque con esta lluvia y este frío... - - ¿Me sonreirá nada más verme?, esa sonrisa suya ilumina mi alma y me alegra el día.
- ¿Le diré lo guapa que está?, es curioso que nunca me atreva a decírselo, pero se que ella lo sabe.
- Hoy sí, hoy le diré que la quiero con todo mi corazón, que cuando la veo se me olvida el mundo y que soy feliz con un simple cruce de miradas. Ella sabe lo que siento porque se que ella siente lo mismo, estoy seguro, esas cosas se notan.

El claxon de un vehículo le despertó de golpe. No se había dado cuenta, pero caminaba por el asfalto como borracho,. Volvió a la acera y se dedicó a ojear los escaparates, pero sin verlos. Su figura se reflejaba en los cristales, se sentía especialmente guapo hoy y sonrió sabiendo que, aunque a ella no le importaba tanto cómo iba vestido, seguramente le dedicaría alguna mirada especialmente cariñosa. Fue consciente de que su sonrisa de felicidad despertó la curiosa de aquella anciana que le miraba fijamente desde el final de la calle.





Última calle. solo tenía que recorrer cincuenta metros más y se toparía con la parada de autobús donde quedaba todos los días con ella para ir a trabajar. No podía esperar más y aceleró el paso sin darse cuenta de que estaba apartando a la gente de su camino de forma bastante brusca.

Últimos treinta metros, y ya podía distinguir su figura. Ella había llegado a tiempo, le estaba esperando y a el se le iluminó aún más la cara, hoy le diría lo que ambos ya sabían desde hacía tiempo, hoy le diría que la amaba.

Ya solo faltaban 20 metros, no le distinguía bien la cara, pero pudo ver que se había puesto ese vestido, sí. Lo había hecho por el.

Diez metros más y estaba a su lado. La parada del autobús estaba atestada de gente, todos refugiándose del frío, el viento y la lluvia bajo la cubierta transparente. Pero ella sobresalía, su melena cobriza se agitaba y un mechón rebelde le golpeaba la cara una y otra vez, molestando e incomodandola. Pudo ver cómo una mano se lo apartaba un poco y se lo pasaba por detrás de la oreja, una mano ajena que no era la suya ni la de el. Hoy había venido acompañada, sería algún amigo pero los celos empezaron a asaltarle. La vio girar la cabeza hacia el otro hombre, la vio sonreír, la vio cogerle la mano, la vio acercar lentamente su boca a la de el. Su corazón se paró, todo el se paró. No pudo continuar y se quedó escondido entre el resto de transeúntes.





¿Cómo había sido tan tonto? Nunca se habían cruzado una sola palabra. Llevaban un año coincidiendo en la misma parada, el se había ido enamorando de ella poco a poco pero no se había atrevido ni a saludarla. Ella solo le miraba como a cualquier otro “conocido del autobús”. No sabía nada de el porque no se había percatado nunca de su presencia. El la conocía, sabía qué libro estaba leyendo, qué música le gustaba porque ella tenía el vicio de canturrear casi en silencio cuando sonaba en el autobús algo que le llamaba la atención, sabía cómo se llamaban sus amigos, su familia, su jefe... porque escuchaba atentamente sus conversaciones por el móvil...

Comenzó a llorar en silencio, porque acababa de verlo todo claro. En su imaginación se había creado un mundo que no era real, se había engañado a sí mismo. ¿Ahora qué haría? El la quería y ella no sabía ni que existía pero tenía que seguir adelante por poco que le apeteciera. Tenía que coger el autobús para ir a trabajar. Hoy llegaría tarde, ya lo sabía. Esperaría al siguiente, no deseaba coincidir con aquel otro tipo que le había quitado todo lo que el quería.


Esperó durante minutos que parecieron toda una eternidad. La lluvia le había calado hasta los huesos. Miró su reflejo en el cristal del quiosco que tenía en frente y no se reconoció. Aquel tipo triste, gris y ojeroso no podía ser el mismo que caminaba media hora antes con tanta seguridad.

Por fin llegó el autobús, la vio subirse a el y sentarse junto a la ventanilla. Entonces se cruzaron sus miradas y ella le sonrió ajena a todo el daño que le acababa de provocar. El no pudo hacer otra cosa que sonreírle también, por momentos la odiaba pero por momentos la quería.





Continuó su camino hacia la parada, lentamente y cabizbajo. Se sentó en el banco, solo había quedado otra persona pero el no podía levantar la cabeza, no sentía ninguna curiosidad por saber quién podría ser. Solo apreciaba sus pies y por ellos se dio cuenta de que se trataba de una chica. Levantó un poco más la vista, hasta fijarla en sus rodillas y allí vio apoyado un bolso que le resultó familiar y que le hizo querer saber quién era su dueña. Entonces la miró a los ojos y ella le sonrió. Era otra “conocida del autobús” más, pero parecía que le miraba de alguna forma especial, o igual eran imaginaciones suyas, a saber.

- Hola, menuda mañanita de lluvia tenemos hoy, ¿no? Has perdido el autobús y encima vienes empapado - Le dijo ella

- Sí, creo que hoy es uno de esos días en los que no debí levantarme de la cama.

- ¡No digas eso! El día es largo y todavía no sabes lo que puedes encontrar de bueno.

- No lo se, hoy no veo nada bueno, lo siento.

- Eres demasiado negativo. ¿Ves? Yo no soy así, yo hoy sí que he empezado con buen pie. Después de varios meses fijándome en ti y queriéndote hablar, por fin me he atrevido...