Castelnuovo: Las Termópilas españolas

Day 5,890, 02:29 Published in Spain Spain by Derechita Cobarde


Video al final del post para quien le de pereza leer.

A lo largo de los siglos, muchos han sido los acontecimientos que han despertado la curiosidad de aquellos más atraídos por la Historia Bélica y sus tejemanejes. Bien conocidos son los casos de Alesia, Gaugamela, Waterloo o las Termópilas, entre otros. Sin embargo, hubo un tiempo en el que unos pocos millares de voluntarios armados con picas y arcabuces mantuvieron la línea de defensa del, por aquel entonces, imperio más poderoso del mundo.

Sus enemigos fueron tan numerosos como sus frentes abiertos, y sus proezas, tantas como batallas libradas.

Conocidos por su fiereza y buen hacer a la hora de entrar en el campo de batalla, los archiconocidos Tercios españoles compusieron el cuerpo de infantería más avanzado de su época, así como una de las compañías militares mejor organizadas de la historia. Sí, parece mentira que la España que conocemos, incapaz de ponerse de acuerdo hasta en el desacuerdo, descienda de gentes que mantuvieron a un imperio en la vanguardia del mundo durante poco más de un siglo y medio. A base de honra, coraje y muchas picas lograron hacerse un hueco en la Historia, tanto incluso que su nombre aún perdura en la organización actual del ejército en España.

Uno de los hechos que más desapercibidos han pasado para la mayoría, es la defensa numantina de una ciudad en concreto. Un asedio en el que, pese a su enorme diferencia numérica, las tropas de don Francisco de Sarmiento vendieron muy cara su piel en el asedio de Castelnuovo, actual ciudad de Herceg-Novi, Montenegro.

En el contexto de la lucha por el control del Mediterráneo Oriental, la armada hispana tomó aquella plaza al Imperio Otomano en 1538, logrando mantenerla bajo custodia hasta el verano del siguiente año. El 18 de Julio de 1539, el poderoso caudillo otomano Jeireddín Barbarroja, a las órdenes del sultán Solimán I y con una fuerza que rondaba los 50.000 soldados y 200 navíos, sitió la ciudad y los cerca de 3.500 hombres que la defendían.

El recién creado Tercio de Castelnuovo conocía la amenaza invasora desde hacía meses, de modo que la ciudad fue fortalecida con numerosas defensas durante toda la primavera. Tanto hicieron los otomanos, quienes, nada más aislar la ciudad, comenzaron una ardua labor de campo excavando trincheras y defensas en las que situar a la tan temida artillería, que poco menos de un siglo atrás había acabado con los imponentes muros de Constantinopla.

Antes de que un solo cañonazo adornase los muros de la ciudad, Barbarroja ofreció a Sarmiento y los españoles una rendición honorable bajo el pretexto de la imposibilidad de los sitiados de recibir refuerzos por parte de la Corona. Como pago por sus vidas, Sarmiento debía abandonar todas las piezas de artillería de intramuros, así como la pólvora que las hacía útiles. Y he aquí una muestra de la gallardía hispana de la época, que el otomano no obtuvo más respuesta que un lacónico “Viniesen cuando quisiesen”.

El 23 de Julio de ese año se produjo el gran asalto a la fortaleza. Sufriendo los muros de Castelnuovo las mismas consecuencias que los de Constantinopla un siglo antes. No obstante, al término del día y con los muertos otomanos contados a cientos en el campo y el muro, la plaza aún seguía bajo la bandera hispánica.

Es entonces cuando las tropas hispanas ponen en marcha las famosas “encamisadas”; maniobras de escaramuza nocturna con el objetivo de sabotear y hacer el máximo daño posible al enemigo. Se las conocen así debido a que los soldados acostumbraban a vestir camisas de tonos claros sobre las armaduras para distinguirse los unos a los otros.

La más destacada de todas ellas, realizada una mañana, varias centenas de soldados españoles abandonaron los muros para dirigirse al campamento otomano. La fiereza de los asediados, sumada a la sorpresa de un ataque abierto a su ejército obligarona muchos de entre los turcos a emprender una retirada forzosa hacia las galeras que esperaban en el mar. La guardia privada de Barbarroja, temerosa por el ataque español, escoltó al caudillo turco junto con sus estandartes hasta el navío principal de la flota, desde donde se organizaría entonces el ataque a la ciudad.

Con los muros reducidos a poco más que escombros, el fuerte de la ciudad alta cayó la jornada del 4 de Agosto, llevándose las vidas de varios capitanes y numerosos soldados, que retrasaron la toma del mismo durante todo el día, hasta casi el anochecer. Ya heridos, cansados y faltos de pólvora y municiones, Sarmiento condujo a los suyos hasta el interior de la ciudad, desde donde esperarían un último ataque a sus reducidas defensas. Más aún cuando, un temporal arruinó las pocas reservas de pólvora, inutilizando los arcabuces y provocando una lucha únicamente cuerpo a cuerpo, en la que participaron hasta los heridos, con excepción de los moribundos.

La presión otomana sobre la ciudad dirigió a los supervivientes hacia el fuerte en el que la población civil aguardaba el resultado final de la batalla. Allí, Sarmiento, junto con el resto de los oficiales y soldados capaces para el combate, lideró una última resistencia que los llevaría hasta la muerte, por agotamiento o por mano otomana.

El 7 de Agosto de 1539, el ejército de Jeireddín Barbarroja se hizo con el control de la ciudad. Con un alto precio a cambio de sus muros, un total de 20.000 caídos en combate por los 3.500 hombres del Tercio de Castelnuovo.

Durante algo más de un siglo en adelante, los Tercios dominaron los campos de batalla de Europa y el mundo, llegando a combatir y derrotar enemigos tan dispares como los piqueros suizos en la batalla de Bicoca, 1522 y los ronin japoneses en la batalla de Cagayán, 1582.

Con una España presente en prácticamente todo el mundo y un campo de batalla que se extendía en casi todas sus fronteras, fueron los protectores de un imperio que se alzó a la cabeza del mundo durante dos siglos. Mucho antes que el león inglés o el águila americana, hubo un tiempo en el que un aspa roja doblegó al sol hasta hacerlo imperecedero en sus dominios.



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