Clemencia - Prólogo : Parte II

Day 1,925, 00:50 Published in Spain Spain by Debhon

Tras el primer acercamiento al personaje principal de la historia, extraños sucesos han ocurrido en el Cruce: un niño desaparecido, unos misteriosos lobos vistos por un viejo borracho, Pacificadores que no regresaron... y el Ministerio.

Clemencia - Prólogo : Parte I






Se cruzaron con poca gente por la calle de camino a la casa de Viejo Zorro. Varios niños jugando con sus proyectores holográficos y algún que otro lugareño de camino a su casa tratando de resguardarse del frío. Pocos se hubiesen fijado en ellos. Su deslizador era un modelo antiguo, un Galeno T-5593X de diez años de color plateado. Lo compró de segunda mano por unos tres mil grines a un ex vecino. El núcleo que lo alimentaba tenía una autonomía bastante aceptable y, con algunas pequeñas modificaciones que le había incorporado, conseguía alcanzar más de doscientos kilómetros por hora en pocos segundos. Pero lo que más le gustaba del deslizador era el amplio maletero donde llevaba sus herramientas de trabajo.

- ¿Eres del Ministerio, forastero? –le preguntó Viejo Zorro con la cabeza agachada tratando de no mirarle a la cara. Tenía agallas, sí. Pero cuando se trataba del Ministerio hasta el más valiente agachaba las orejas como un cordero yendo al matadero.

- ¿Quién no es del Ministerio? De todas formas no tienes que temer nada, soy de una rama… extraña.

- Me meo en el Ministerio ¿sabes? –Viejo Lobo parecía haberse envalentonado y carraspeó para aclararse la garganta-. Les dije que sí que existían esos lobos y se rieron de mí. Lo vi en sus caras. Ellos lo sabían. Todos lo sabían. ¿De qué rama eres?

Giraron en un cruce y el navegador de abordo le informó de que estaban a un kilómetro de la casa del anciano. Los edificios del pueblo eran bastante antiguos de poca altura, no más de cinco plantas. La oscuridad en las calles rota a veces por la débil iluminación de los comercios le daba al pueblo un aspecto tétrico.

- Mi coche es del Ministerio, no te mees en él. No somos muy conocidos. Somos algo así como historiadores biólogos. Sí. Historiadores biólogos se adapta bien.

- ¿Y qué hace un historiador aquí en el Cruce? Por cierto, ¿podrías bajar la ventanilla? El humo del cigarro me da tos.

- Estás loco. No quiero que se me moje el coche por dentro. Fúmate tú uno. Notarás menos el humo.

Viejo Zorro aceptó el cigarro que le ofrecía con cierta reticencia y se lo encendió inspirando fuerte.

- En el pueblo ya no venden tabaco. Por lo menos del que a mí me gusta. Packbol. Normas del Ministerio. Que les jodan. Bueno a ti no, pareces un buen chico.

- Por favor, que me jodan a mí también. No quiero ser descortés.



El navegador le informó de que ya había llegado al portal del anciano y frenó a un lado de la calle. La lluvia ya había cesado y las pequeñas farolas del pueblo comenzaron a iluminar la calle.

-¿Irás a por el chico? Sé que me has creído y te aconsejo que no vayas. Esas jodidas bestias mataron a un Pacificador.

- Soy historiador biólogo. Quizá me dé una vuelta por ese bosque a ver si me encuentro con esos lobos –le dio una palmada en el hombro y le guiñó el ojo-. Deberías de bajarte ya, la gente podría sospechar cosas raras sobre ti si te ven hablando mucho tiempo conmigo. En estos momentos Sonrisas ya debe de haber alertado a los Vigilantes sobre mí y me estarán buscando para interrogarme.

- ¿Sonrisas?

-Sí, la mujer del bar.

- Irene. De todas formas tienen tu identificación, te encontrarán.

- Ya te dije que somos un tanto extraños, cuando vayan a ver mi identificación no tendrán nada. Sólo podrá decirles que era un hombre blanco de unos treinta y cinco, barba de tres días, chaqueta de cuero marrón, ojos marrones y pelo corto oscuro –bajó la ventanilla del conductor y tiró la colilla ya medio consumida-. Anda, bájate. Cuando vayan a verte hazte el borracho y di que no te acuerdas de nada.

- Eso se me da bien, créeme –abrió la puerta del deslizador y se bajó trastabillando-. Es más, creo que ya estoy un poco borracho. Gracias forastero.

- Gracias a ti, Viejo Zorro.



La puerta del deslizador se cerró y continuó su camino. Echó un vistazo por la pantalla retrovisor para asegurarse y ver al anciano entrar en su casa. Si hubiese hecho alguna otra cosa hubiese tenido que volver para silenciarlo. Nunca se podía estar del todo seguro en cuanto a quién formaba parte de la red de espías del Ministerio. Había realizado una grabación de la voz del hombre y la cotejó con la base de datos de Inteligencia. No le llevó más que un par de minutos ver que el viejo ex militante de los zaranís estaba limpio. Sacó del bolsillo de la chaqueta una mini grabadora y la conectó al vehículo para procesar las voces de Sonrisas y Peligro. Peligro estaba limpio pero Sonrisas era una agente informadora que ni siquiera se llamaba Irene. Su único trabajo era tomar nota de todo lo que escuchaba e informar a su superior sobre posibles incumplimientos de las leyes gubernamentales. Si eras sospechoso mandaban a alguien a hacerte una serie de preguntas. Si después de eso seguías siendo sospechoso te pacificaban.

El sonido de su localizador le hizo detener el coche a un lado de la calle. Marcó el número que se le indicaba y esperó a que alguien contestase.

- ¿Galio?

- Augur.

- ¿Dónde estás?

- En el Cruce, terminando.

- Te necesito aquí cuando acabes. Dale recuerdos a Mela.

Apagó el comunicador y volvió a conectar el deslizador. El suave zumbido del núcleo alimentando los propulsores inferiores le hizo darse cuenta que tendría que recargar en verdad el vehículo. Pero no aquí. Inteligencia podría haber rastreado ya la llamada. Desconectó el deslizador del mundo exterior y volvió a ponerse en movimiento. No podría recibir ni enviar llamadas pero estaría oculto.

Mela era el código que utilizaba Augur para avisar de problemas. Si Inteligencia estaba espiando a Augur quería decir que algo muy gordo se estaba cociendo en las altas capas del Ministerio que salpicaba a todos. “En esta mierda de pueblo y encima con prisas”. Pisó el acelerador y se dirigió hacia el bosque.





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