El Demonio Dormido - Capítulo 1

Day 2,579, 19:05 Published in Chile Chile by TrasuMiante

Leer Capítulo anterior:
http://www.erepublik.com/es/article/el-demonio-dormido-intento-de-novela--2473772/1/20

Capítulo 1

Primero lo primero, dicen por ahí y aunque siempre me pareció que decir lo obvio era una falta de respeto para el interlocutor, bueno… a veces hay que ser majadero y ser extensivo y redundante: mi nombre es Alberto. Alberto Ahumada Arce –“el Triple A” me decían en el Liceo- y no es que un nombre importe demasiado, pero al fin y al cabo así es como se lo conoce a uno y el mío ya lo habrán recordado, así es que quiero que me conozcan más allá de lo que la prensa dijo de mí en mis quince minutos de triste fama.

Nunca me gustó trabajar y eso es completamente cierto. Hice muchas cosas, pero siempre hasta el mínimo, sin esforzarme y sin destacar. Cobraba lo mío y con frecuencia menos, porque regatear también supone esfuerzo y yo me reservaba para algo que de verdad importara…. Algo que no me significara demasiado esfuerzo, claro. Ahora, de allí a que fuera el crápula que dibujaron los diarios, hay mucha diferencia, porque jamás me aproveché de nadie y nunca tomé más de lo que me pertenecía por derecho.

Como ya dije, muchas veces tomé de menos.

Por supuesto éste no es el modelito de macho proveedor del que se enamorarían las mujeres y las mujeres, amables lectores, son mi debilidad máxima, la razón de mi existir y mi única meta. No sé por qué, pero desde que tuve uso de razón me puse como meta consagrarme a una mujer. O quizás no me lo impuse yo mismo, sino que venía metido en mi ADN ¡qué se yo!

Tampoco tengo una figura atractiva –nunca la tuve, ni de niño- así que no contaba con ninguno de los atributos que una mujer normalmente considera a la hora de optar por un hombre: ni belleza, ni dinero ni personalidad. Así que, desde pequeño, fui apartado y olvidado a la hora de la selección natural, la cual, como explicara Darwin, consiste en la elección que las hembras hacen de los machos que les parecen más capacitados… Si aciertan, la especie avanza; si se equivocan… Bueno. Ya se entiende ¿no?

Así es que yo estaba en aquella parte de la especie que se extinguiría, observando como eran “elegidos” otros menos dotados que yo. (Bueno, eso de que estaba más dotado era mi opinión, no la de las muchachas, por supuesto. Y ni siquiera sabía todavía de las otras connotaciones de la palabrita “dotado”).

Pero la perduración de mis genes no me preocupaba entonces –ahora tampoco, en realidad, sino tan sólo la parte en que “se trabaja” por su perpetuación- y, mientras crecía y me veía obligado a observar la buena suerte de otros, descubrí que esa suerte era pasajera, volátil y, con frecuencia, una total desgracia.
Me lo demostraban las continuas confidencias de las mismas muchachas que yo en silencio pretendía, porque ocurre que esas mujeres que no me consideraban como pareja, sí me consideraban de suficiente confianza para decirme cosas que a sus pololos, novios, amantes y maridos, nunca les dirían. Y me convertí en el confidente de toda mujer en el Liceo: no había dado un beso aún pero ya sabía de la vida emocional y sexual de casi todas mis compañeras de curso… e incluso de alguna que otra profesora.

Entonces descubrí mi talento personal para cazarlas: oír, simplemente. Y usted dirá que no es un gran descubrimiento, porque ya lo ha oído mil veces antes, pero yo lo descubrí por mi mismo y lo puse en práctica –a propósito, mi amigo: ¿ha intentado oír realmente a su mujer?- con resultados bastante magros al principio pero mucho más frecuentes y sustanciales a medida que me fogueaba en las lides amorosas. Y por amorosas hablo de sexo, porque del amor no supe nada hasta mucho después y me estoy adelantando.

El punto es que, al salir de la adolescencia, ya había abandonado mi proyecto inicial de consagrarme a Una mujer, reemplazándolo en cambio por la fría y cínica certeza de que podía tenerlas a todas sin jamás atarme a ninguna y sin tener que engañarlas ni llevar una doble vida ni ninguna de esas artimañas pelotudas que otros machos recios usan con el mismo fin.

----
CONTINUARÁ...
----