Una noche que duro 100 años

Day 2,025, 07:37 Published in Venezuela Venezuela by Falfi8

Uno de los grandes genios de la humanidad, Leonardo Da Vinci, estimaba que así como una dura jornada bien empleada produce un dulce sueño, una vida bien usada causa una dulce muerte. La misma que tuvo ayer San Mamés, la vieja Catedral que vivió una de las noches más vibrantes que se le recuerdan, una noche que nadie de los presentes olvidará. Una noche en la que crujió su esqueleto hasta donde parecía imposible que crujiese. Todo el Athletic cabía en un puño, ese que boxeó dentro del pecho de los miles de aficionados que acudieron al adiós durante una noche que duró cien años.

La pasión con la que los ayer presentes vivieron semejante espectáculo -en el que hubo 85 minutos de descuento, hasta que en los últimos cinco salieron los viejos capitanes, desde Pablo Orbaiz a Iribar, cuya presencia sobre el césped de negro y de corto, con el 1 a la espalda y las medias franquirrojas horizontales cautivó incluso a los corazones más duros, pasando por el idolatrado Julen Guerrero, Genar Andrinua y Dani- es una emoción crónica. Se siente así el Athletic desde que se nace hasta que se muere. Y si no, no se siente.

Todo comenzó con una procesión de la historia rojiblanca sobre un césped sembrado de abanderados rojiblancos. ¡Qué desfile! La gloria de Rafa Iriondo, el único vivo de aquellos cinco; el majestuoso Iribar (Marcelo Bielsa, que llegó a botar con San Mamés, le cruzó un sentido abrazo....), el corazón de león de Maguregi, presente rebelde, anteponiéndole el sentimiento a la mala salud; y así decenas y decenas. La Sociedad Coral de Bilbao y la Orquesta Municipal de la villa revestían la aparición con el himno marcial del Athletic y un tremendo irrintzi que agrupaba, en esa voz, miles de voces del pueblo.

Hubo entonces un mar de abrazos y reencuentros. Se diría que por última vez, la historia del Athletic pisaba San Mamés, adornado con las viejas porterías de base negra. Otro guiño más al pasado, a los viejos tiempos.

¡Athletic, Athletic! era el grito más frecuente, sobreponiéndose a la incompresible actitud de parte de Herri Norte, un sector enfadado con el mundo. El Athletic, habrá que decirles, no es eso; no es unos contra otros, sino todos juntos. Pero no merece la pena hacer sangre de ello sino recordar lo vivido durante toda la tarde, incluso en el descanso del encuentro donde la Coral recordó el Ikusi Mendizaleak de antaño, aquel que a caballo de los años 70 y 80 escalofriaba al más pintado y una sucesión de canciones tradicionales que fue un viaje al pasado, un canto a la vieja historia de este campo.

La emoción corría a raudales antes de que el aliento inflase un iglú central y San Mamés se alumbrase de mil y un maneras, desde las barras fluorescentes que se repartieron entre el público a la proyección de rayos láser; desde un vídeo emotivo en el que se recreó la larga vida de San Mamés -qué ovación cuando se dibujó la silueta del arco...-, hasta ese ejército de hombres y mujeres jóvenes vestidos de rojo y blanco que dibujaron sobre el césped imágenes, mensajes y banderas; desde la proyección de imágenes de los viejos y los jóvenes tiempos, del Athletic, galerna del Cantábrico y león embravecido, de las copas, los títulos y las gabarras, hasta los cánticos de las gradas y tribunas, hermanados, al fin, en una despedida cuya huella no borrará el paso del tiempo. Era San Mamés -que digo San Mamés, Bilbao entero- entregándose a un sueño, a una idea del fútbol que ayer volvió a demostrarse que en esta tierra es puro romanticismo.

Y el desenlace de tanta emoción, de tanto llanto derramado a lo largo de la tarde (al son del Agur Jaunak San Mamés era un mar de lágrimas...), con la pirotécnica de Astondoa. Los fuegos artificiales se estrellaban en el cielo como un remate de Zarra, de Fidel Uriarte, de Carlos, de tantos y tantos otros se estrellaban en las redes. Y a su son estruendoso, en una traca in crescendo, sonó una versión conmemorativa del himno del Athletic (al principio recordaba al rock de MCD pero no era esa la versión...), con San Mamés ya en carne viva, roto, entregado no a un equipo de fútbol sino a una manera de ver y sentir la vida. En cualquier tiempo y lugar, no se vive el fútbol con un sentimiento tan profundo como aquí, como en casa. Bielsa, cuyo nombre acabó coreado en masa, ya sabe lo que se pierde si se va. Lo que hemos perdido tantos y tantos...