PEACE: La historia con fin

Day 659, 23:05 Published in Peru Peru by cundrin

Era la madrugada de luna llena en el invierno del día 700 desde el nacimiento del Nuevo Mundo. La guerra aún no terminaba pero estábamos tranquilos. Sabíamos que la invasión -según la prensa- no iba a llegar hasta nuestras casas, no alcanzaría a nuestras familias, a nuestra tierra, a Latinoamérica.

Desperté asustado tras escuchar el feroz disparo de un cañón, que supuse -por el sonido de los ladrillos que se golpeaban entre si- habría destrozado una pared no muy lejos de donde me encontraba, en mi cuarto ubicado en el quinto piso de un edificio, a pocas calles del Palacio de Gobierno.

Al ver por mi ventana, quedé espantado, horrorizado. Cerca de la casa de Estado, en donde dormía el presidente, se habían apostado decenas de tanques, que aparentemente, con un lento andar, lograron aproximarse sin que los guardias los notaran, ocultos bajo la espesa noche y apoyados por la escasez de luz que brotada timidamente desde los focos colgados en algunos postes que aún funcionaban, más que se vieron obligados, al escuchar una voz impetuosa que les gritaba desde lejos y ayudado tal vez por un parlante, a rendirse y ceder sus armas. ¿El enemigo?

Aunque las calles eran estrechas, estas no mostraban ser problema para que los grandes vehículos formaran perfectas filas, uno detrás de otro y que ocupadan las pistas, de vereda a vereda. Eran varias columnas. Noté que venían adornados con una tela enganchada en un asta y clavada en la parte del casco de su inmensa estructura metálica.

Por la forma rectangular, aunque muchas estaban desgarradas en sus bordes, precisé que eran banderas, de color blanco, en la que flameaba un escudo. El dibujo mostraba una espada en forma vertical, con la punta hacia abajo y su entorno rodeado de laureles verdes, además de otros símbolos que no supe distinguir por la distancia, aunque lo que si diferencie fue que mi temor se elevó y el miedo pronto se convirtió en angustia. Ya que reconocí que el símbolo representaba al imperialismo que castigaba sin piedad al mundo bajo un solo nombre: PEACE.

Las calles respiraban soledad. No había ni un alma, ni una persona transitando por las pedregosas avenidas. Las casas (todas de un piso), que recordaban a la época colonial, y que a la vez producían una sensación de tristeza puesto que la mayoría a penas luchaban con el viento para seguir en pie, se confundían al estar apretadas entre los nuevos edificios (ahora viejos y con la fachada desgastada) construidos y donados por El Estado a los que no tenían ni un pan que comer, ciudadanos, entre obreros y empresarios, que no supieron ahorrar dinero ni guardar alimentos, previendo la llegada del conflicto bélico de las alianzas, y que en consecuencia sumió en la más absoluta pobreza a cientos de miles en el continente.

Nos acostumbramos -después de varios enfrentamientos con la policía- al toque de queda, a la orden de permanecer en nuestras viviendas cuando las manecillas del reloj que se mostraba en la parte alta de la torre, levantada en el centro de la plaza, al frente del Palacio de Gobierno, tocaba las 6 de la tarde, teniendo en cuenta, de que si alguno no acataba lo dispuesto, podría morir baleado por los militares que vigilaban hasta las 6 de la mañana acompañados de sus ametralladoras MP-40, silbatos y botellitas de aguarrás para calentarse durante la guardia.

De pronto, una orquesta de voces invadió mi cabeza al ver que los largos cañones de los tanques apuntaban con total armonía al previo en donde descansaba en esos momentos el excelentísimo gobernante de nuestra nación.

-Fue su culpa- pensé –eso le pasa por confiar en ellos, quien iba a saber que algún día, traicionarían a toda América, PEACE tenía miedo de que todos formáramos un frente junto con los del norte, México, Canadá y Estados Unidos- Latinoamérica no puede hacerlo, se habrán dicho-.

Momentos después, desperté de mis conjeturas. Como si hubiera caído un rayo del cielo, una potente ráfaga de disparos fueron hechas al mismo tiempo por los monstruos de fierro, resolviéndose en una mortal melodía. Solo les bastó una línea de fuego para dejar en escombros el Palacio de Gobierno, ultimando así a sus moradores, entre ellos el presidente, al que un día elegimos por comprometerse en que el país se uniría al Frente Americano, pero no cumplió su palabra y nos jaló a todos, al bando equivocado, quienes finalmente lo asesinaron luego de utilizarlo para -irónicamente- traicionar a los países cercanos, nuestros vecinos, nuestros hermanos, vendiéndose por el sueño de conquistar cada continente del mundo, el sueño que mantiene en un estado de avaricia a PEACE. Me senti solo.