Miedo y asco en eR

Day 1,696, 12:22 Published in Spain Australia by Avutardo

Un mes entero sobrio es una experiencia aterradora, mi buen drugo y/o debovtchka. Uno termina relacionandose con el personal como un demócrata más, e incluso poniendo el grito en el cielo cuando alguien comete un atentado contra la decencia.

Por suerte, esa horripilante fase ha terminado. Nunca me alegré tanto de ver a la gente de la Redacsión, como cuando me esperaban en la puerta del ministerio el día que terminé el currele, todos al lado de un grotesco furgón naranja, tuneado con alerones, inyectándose sustancias aun por descubrir y espantando a los viandantes.

Me acerqué a darle un abrazo a los yonkis irredentos de I+D. Una caricia tras la oreja a Misifuz. Una colleja bien dada al empanao del Yordan. Una buena patada en el costillar al Rafita, por usar las rotativas sin permiso.

Tras ponernos al día, hicimos lo único sensato en esta situación. Decidimos vivir nuestra propia road movie yendo al Antro.



Pero para acometer tamaña empresa, necesitábamos equiparnos correctamente.

- Cucha tontolnabo, nosemoh quedao sin cacarulla ni romuelfles.
- No he entendido ni una mierda de lo que has dicho, yonki apestoso. Ergo es preciso que tratemos con el Turco para obtener mis medicinas para la audición.
- Posso, joiopolculo.
- Tu madre más, por si acaso.

Cuanto tiempo sin visitar al bueno del Turco. Menos mal que el tiempo no pasa por él, siempre seguirá siendo el mismo chanchullero hijo de mil cuentas. Estaba arreglando algún trato vergonzante con varios embajadores cuando fuimos a por suministros. Por lo visto, ahora alquilaba habitaciones para vis-a-vis entre embajadores de alianzas rivales, un negocio lucrativo ahora que el log vuelve a estar de moda.

Tuvimos que golpear repetidamente a uno de los embajadores para que el Turco nos hiciera caso, y un descuento. Y para que dejase de hablar con el Yordan. Solo faltaría que el guiri de los huevos tirase por los suelos los años de aprendizaje del idioma de Mojo que ha sufrido nuestro entrevistador, recordándole como se habla su patético idioma.

Cuando la clientela del Turco comenzó a decir nosequé de inmunidad diplomática, entendimos que era el momento propicio para hacer un breve receso. Dejamos al Rafita de responsable de embajadores, y procedimos a enyonkarnos en nuestro reservado particular, tras amenazar con una hipodérmica a un par de políticos que aseguraban haber pagado por él.

Gracias a Varnish, el suelo se convirtió en lava rápidamente, y el ambiente se cargó de notas musicales armadas con pistolas Q1. Entonces teníamos el ánimo perfecto para tratar con la fauna erepublikana.

Al salir arrastrándonos del reservado, para evitar el fuego de cobertura de la infantería mongol, observamos que el lerdo del Rafita se había dejado capturar por el corpus diplomático. O el corpus christi. ¿Corpus interruptus? Quien sabe. Yo desde luego, no.

- Cuchaltontolpijo, c’alancazao
- Efectivamente, mi buen yonkarra. Esos malditos reptilianos se han hecho con nuestro único esclavo. Y pretenden cocinarlo en una olla. Salvajes.
- Miau.
- Guat de jel? Ai puedou hablar coun ellous quisas lous counvesca.
- Salvajes a tope. Los becarios se cocinan a la plancha, para quitarles la grasa. Morirán de un infarto si lo preparan así.
- Meow?.
- Ot-tia, é veldá lo qu’ice er micho, cucha, cucha, tien un helicostero.
- Marramiau.
- Me convence el plan de Misifuz, ¿votos a favor?
- Dale, tron.
- Its a faquin cat.
- Adelante pues.

Lo que siguió sería recordado como la maniobra militar del año, de no ser porque ni era militar, ni era maniobra. Pero que destripen al Rafita con una cuchara si no hubo sangre y gestas épicas. No es cosa baladí asaltar a un grupo de reptilianos saltando por islas en un mar de lava, con balazos Q2 a tu alrededor, un helicóptero de combate usando el rotor para desestibilizarnos y cinco elefantes mariachis narrando el avance a ritmo de tuna.

Cuando nos hicimos fuertes en el mueble bar/polvorín, recordamos que no se trataba de búsqueda y destrucción, sino rescate y extracción. En un gesto de valentía sin precedentes, el Yordan insultó a uno de los diplomáticos que estaba tirado sobre la lava, buscando su bazo. Aprovechamos esa maniobra táctica para desmontar el rotor del helicóptero.

Desgraciadamente el Turco se debió sentir ofendido por los destrozos o porque manchásemos su lava con vómitos. Siempre ha sido un tipo raro, el Turco. Puede que sea por lo de camello y chanchullero. Nadie normal se pone botines blancos hoy en día.

Sus guardaespaldas aparecieron. Valiente panda de estafadores. En vez de proteger sus espaldas, nos golpearon. Suerte que para entonces la anestesia había hecho efecto. Que se jodan si ahora tienen agujetas y los nudillos en carne viva.



Colocamos el rotor del helicóptero encima de nuestro vehículo. Así lograríamos mayor maniobrabilidad y sobre todo, molar mucho más. Uno no puede llegar al Antro de cualquier forma. Sólo hay una oportunidad de crear una primera impresión, o de timar a un admin. Hay que ser fieles a la sabiduría popular. Hacerlo evita estar en el lado equivocado de la turba.

Recuerda, ponte siempre con los que tienen las antorchas más grandes.
A mi me verás del lado de los tipos con armas automáticas.

La helifragoneta funcionaba como la seda. Lo cual es un inconveniente porque jamás se ha usado la seda como medio de transporte. Bueno, quizás los gusanos. Pero son unos capullos. No cuentan como ejemplo.

- Ostitú, y sil’eschamos mandangal fragoneto?
- ¿Sería provechoso para nuestro objetivo tamaño sacrificio? Reducir el aprovisionamiento nos impedirá un regreso en condiciones, forzando el punto de no retorno... nos veríamos forzados al forrajeo, de salir algo mal.
- Yaleschao sinco pollos y cualto y mitá de frunjilina
- No queda sino probar el mejunje.

Sacamos un litro de mezcla de combustible con especias del depósito, y le pegamos un buchazo cada uno, antes de arrancar.

Tras alcanzar la altura de vuelo comercial, pusimos el automático. Misifuz se encargaba del cañón de proa, friendo a los cazas imperiales que se atrevían a acercarse demasiado. Yordan gritaba piropos ininteligibles a las mozas de buen ver que paseaban por las aceras de la estratosfera. Rafita... Rafita se nos había olvidado en casa del Turco.

- Deberíamos volver a por él. Si no, alguien se dará cuenta de que la misión de búsqueda y rescate ha sido un fiasco. Eso es mala publicidad, casi tanto como decir que un cambio de los admin está bien.
- Siur. An Rafita is muy impourtante en nuestrou equipou. Sin ji, yu proubablemente guant haserme a mi esclavou. Es beter que sea el. Moar experiensia.
- Prrr.
- ESTREYEMONOS CONTRAL CHABOLOL TURCO
- ¿Votos a favor?
- Miau
- Guat?
- BIBAHL BINO
- Se aprueba.

Hicimos una pirula del 15 en plena rotonda, y nos lanzamos en picado contra la casa del Turco, emocionados, invadidos por el llamado del deber, henchidos por el orgullo de salvar a un compañero, drogados hasta las cejas como un congresista cualquiera. Canturreábamos canciones corales épicas a grito pelado, para que todo el mundo fuera consciente de la magnificiencia del acto. O para asustarlos. No todos los días se ve una furgoneta tuneada por un manatí, con un ventilador en el techo, llena de infraciudadanos berreando “la puta de la cabra”.

Pero alguien tenía que hacerlo, y ese alguien éramos nosotros.



Debo admitir, para mi vergüenza, que los detalles de la explosión, derrumbe y demás cosas chachis resultantes de estrellar un furgón lleno de bombonas de gas (son nuestras costumbres y debe respetarlas) contra un centro de rehabilitación de políticos, se han difuminado en una impertinente laguna mental.

Si que recuerdo perfectamente la sensación de inhalar todas las sustancias químicas presentes en nuestro vehículo y en el almacen de drojas del turco, combinadas y pulverizadas.

Es algo así como volver de pillarte una melopea del 15, tras 48 horas sin dormir, comerte dos docenas de guindillas con chile y golpearte la cara con una pala hasta ver el rostro de Varnish. En la pala, claro.

Obviamente, esto solo mejoraba mis posibilidades de encontrar al becario. El problema era que la explosión había revelado que el Turco había plantado su casa de curas para drojatas encima del Antro, que consistia en todo un laberinto de plantas subterráneas.

Y la explosión que habíamos provocado, destruyendo por completo la estructura, me había mandado abajo del todo. Debía subir rapidamente, antes de que le pasara algo malo al Rafita. A saber que le estarían haciendo los diplomáticos.

Pero no pude subir. Los químicos inhalados me habían convertido en un besugo. Y me habían proporcionado una caña de pescar y una sillita, al lado del lago artificial creado por la explosión. Enfrente había otro besugo, o posiblemente besuga (aunque se autodefinía como beluga), por el bikini de flores que llevaba. También armada con silla y caña.

Tras seis horas intentándonos pescar mutuamente, le comenté que el rescate de Rafita era prioritario y urgentísimo, y accedió a posponer la pesca a un horario definido, periódico y múltiplo de tres. Se ve que le caía bien el becario.



Resuelto el primer nivel, ascendí al siguiente empleando a tope mi vejiga natatoria. Allí me topé con una hilandera, preocupada por la calidad de sus tejidos. Me pidió consejo, algo que, si bien tiene toda la lógica del mundo, puesto que los besugos son expertos mundiales en hilar a los demás, tenía el riesgo añadido de que llevaba tal ciego que cualquier consejo que le diera iría enfocado única y exclusivamente a liarsela parda innecesariamente.

Lo cual entra dentro de las competencias de la hilandera, obviamente. Tras aceptar mis sugerencias, empleó uno de sus hilos para activar a un vendedor de coches usados, que empezó a hacer cosas de vendedor de coches usados.

No, vender coches usados no. Decir pamplinas y llamar la atención.

Visto que el plan marchaba, me transmuté otra vez en mi forma cuadrúpeda, no sin antes empujar a la hilandera sobre un charco (gesto universal de muestra de buena voluntad) y denunciar al vendedor de coches usados por cometer latrocinio, a lo que respondió con una mezcla rara de satisfacción y escozor.

No, ni idea de que es latrocinio. Pero siempre desee denunciar a alguien por ello. Hay que aprovechar las oportunidades conforme llegan.

Dotado otra vez de pies y manos, y notando que se me bajaba el colocón, aproveché el ascenso para inhalar el polvillo de la demolición, rico en nutrientes como fibra de vidrio y amianto. Una vez que volví a estar rodeado de cervatillos voladores con lanzamisiles, proseguí con mi objetivo: lograr la paz mundial. O lo que fuera.

En el siguiente nivel me encontré con un esquelético preso, encerrado en una celda de barrotes herrumbrosos, que me solicitó ayuda, puesto que iba a ser sacrificado en nombre de un bien mayor. Vi muy claro lo que debía hacer en tal tesitura: felicitarle por su performance y el ejemplo que iba a dar al mundo, y le deseé un feliz cumpleaños y que cumpliera muchos más.

Me respondió con un lacónico “mamón”. Tengo que preguntarle a los de I+D que significa eso en jerga carcelaria. Supongo que será “gracias”.



Empezaba a estar harto de tanto nivel, como debes estarlo tu, mi querida debovtchla y/o drugo, de tanto texto sin conclusión. Con ese ánimo tan poco combativo, me vi rodeado de repente de gente que parloteaba sin cesar acerca del precio de los automóviles.

Y mezclados entre ellos, los diplomáticos que habían causado todo este descalabro.

Con tanto cacareo, me resultaba difícil pensar un método seguro y fiable de someterlos, que no consistiera en una carga frontal. Por suerte, siempre tengo tres docenas de neuronas dedicadas a tiempo completo a malmeter.

- Pues fíjate que se dice y se comenta que esos de allí dicen de gastarse tu dinero en barritas sin tu permiso.
- No me hagas caso, pero me han soplado que lo de los coches es una tapadera para que no os fijéis en el precio del alfalfa.
- Uy, si yo te contara la que van a liar esos de ahi... ¡y sin avisaros de nada! dicen que sois tontos y no podéis entender los chanchullos de bar que se traen.
- Hay logs, hay logs. Los he visto, en serio.
- Te lo juro por el seguro de mi becario, te están manipulando como a un pollo de peluche para que no les molestes ejerciendo tus derechos.
- Que no, que están todos compinchaos. Se insultan de cara al publico, pero en el Antro traman cosas junticos, como siameses.
- Vaya ¿en serio no vas a publicar en tu periódico el tema del chanchullo de las trócolas? ¿Que no lo sabías? Lamantabla. Te lo digo por encima, pero el resto lo investigas tu, claro.
- Me han dicho que esos tipos de allí, los del bigotillo y maneras refinadas, han dicho nosequé de tu madre. Co-mo-lo-o-yes.

Una vez que el gentío comenzó a transformarse en terribles saurisquios, y los diplomáticos en dianas, pude infiltrarme hasta el lugar donde abandonamos al Rafita. Perdón, donde lo secuestraron los malvados diplomáticos. Y el Turco. Y sus guardaespaldas mentirosos que le pegan a la gente normal como yo.

Y allí estaba Rafita, junto a los chumachos de I+D, el Yordan y Misifuz. Corrí hacia ellos, y ellos corrieron hacia mí. Porque hay que aprovechar los momentos épicos para joderlos con una escena típica de película de sobremesa dominguera. Nada como un momento cutre en cámara lenta, con un filtro rosa, para sentir la épica en la piel.

Entonces me golpee contra el espejo.

Odio cuando el bajón es drástico y todos los efectos combinados se disipan como un pedo en un vendaval. Pero lo que más odio es darme cuenta de que he agotado los recursos acumulados, y destruido el almacén del Turco. Eso significa sequía temporal indefinida, y cuarentena forzosa por mi propio bien.

Pero un día volveré a tener la despensa llena, y el Turco habrá olvidado todo este asunto.