Los chilenos según Nietzsche

Day 1,892, 10:27 Published in Argentina Argentina by Sarcolestes

El suplemento cultural del corriente pasquín se inaugura con estudios enjundiosos de obras selectas del pensamiento, y en estos tiempos de moscas zumbonas aguijoneando como tábanos nuestras fronteras, nada más indicado que la radiografía de las miserias humanas subyacente en el magistral escrito de Nietzsche: Así hablaba Zaratustra, especialmente su apartado De las moscas del mercado, que arroja luces sobre la idiosincracia del enemigo natural: el chileno, y del que se ofrece un suscinto análisis. Reemplazando moscas por chilenos, la descripción está servida.

Huye, amigo mío, a tu soleda😛 te veo acribillado por moscas venenosas. ¡Huye allí donde sopla un viento áspero, fuerte!

¡Huye a tu soledad! Has vivido demasiado cerca de los pequeños y mezquinos (de hecho, son limítrofes). ¡Huye de su venganza invisible! Contra ti no son otra cosa que venganza.

¡Deja de levantar tu brazo contra ellos! Son innumerables, y no es tu destino el ser espantamoscas.

Innumerables son esos pequeños y mezquinos; y a más de un edificio orgulloso han conseguido derribarlo ya las gotas de lluvia y los yerbajos.

Tú no eres una piedra, pero has sido ya excavado por muchas gotas. Acabarás por resquebrajarte y por romperte en pedazos bajo tantas gotas.

Fatigado te veo por moscas venenosas, lleno de sangrientos rasguños te veo en cien sitios; y tu orgullo no quiere ni siquiera encolerizarse.

Sangre quisieran ellas de ti con toda inocencia, sangre es lo que sus almas exangües codician - y por ello pican con toda inocencia.

Mas tú, profundo, tú sufres demasiado profundamente incluso por pequeñas heridas; y antes de que te curases, ya se arrastraba el mismo gusano venenoso por tu mano.

Demasiado orgulloso me pareces para matar a esos golosos. ¡Pero procura que no se convierta en tu fatalidad el soportar toda su venenosa injusticia!

Ellos zumban a tu alrededor incluso con su alabanza: impertinencia es su alabanza. Quieren la cercanía de tu piel y de tu sangre.

Te adulan como a un dios o a un demonio; lloriquean delante de ti como delante de un dios o de un demonio. ¡Qué importa! Son aduladores y llorones, y nada más (nada más cierto, es de notar el hábito de patalear del chileno).

También suelen hacerse los amables contigo. Pero ésa fue siempre la astucia de los cobardes. ¡Sí, los cobardes son astutos! (referencia a la supuesta cordialidad del chileno para con el foráneo)

Ellos reflexionan mucho sobre ti con su alma estrecha (no solo su alma es estrecha, sino su misma geografía), - ¡para ellos eres siempre preocupante! (siempre somos noticia). Todo aquello sobre lo que se reflexiona mucho se vuelve preocupante.

Ellos te castigan por todas tus virtudes. Sólo te perdonan de verdad - tus fallos (la proverbial chaquetería chilena).

Como tú eres suave y de sentir justo, dices: «No tienen ellos la culpa de su mezquina existencia». Mas su estrecha alma piensa: «Culpable es toda gran existencia».(la palabra ¨estrecha¨

Aunque eres suave con ellos, se sienten, sin embargo, despreciados por ti; y te pagan tus bondades con daños encubiertos(la natural hipocresía chilena, aunada con un perenne complejo de inferioridad).

Tu orgullo sin palabras repugna siempre a su gusto; se regocijan mucho cuando alguna vez eres bastante modesto para ser vanidoso.

Lo que nosotros reconocemos en un hombre, eso lo hacemos arder también en el. Por ello ¡guárdate de los pequeños!

Ante ti ellos se sienten pequeños, y su bajeza arde y se pone al rojo contra ti en invisible venganza.

¿No has notado cómo solían enmudecer cuando tu te acercabas a ellos, y cómo su fuerza los abandonaba, cual humo de fuego que se extingue? (ciertamente, sin aliados son pura ceniza)

Sí, amigo mío, para tus prójimos eres tú la conciencia malvada: pues ellos son indignos de ti. Por eso te odian y quisieran chuparte la sangre.

Tus prójimos (los chilenos) serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es grande - eso cabalmente tiene que hacerlos mas venenosos y siempre más moscas.

Huye, amigo mío, a tu soledad y allí donde sopla un viento áspero, fuerte. No es tu destino el ser espantamoscas.



Así habló Zaratustra.