Legitimidad del Congresista (I) El Mandato Imperativo como mal de males

Day 2,207, 09:08 Published in Spain Spain by Mr.Caine
La representación en democracia:

Entendamos como forma democrática aquella que a través de los partidos políticos recogen y articulan la voluntad general del conjunto de colectivos de la ciudadanía para trasladarla al Estado; a sus instituciones y así expresar el pluralismo político facilitando una convención social más justa y participativa. Esto es democracia, pero dependiendo de cómo se estructure y cómo su sistema y funcionamiento haga eficaces las características anteriores, dará lugar a un grado mayor o menor de democracia.

Cualquier forma que como mínimo no incluya el pluralismo político, la democracia, la libertad e igualdad, el estado de derecho, el bienestar social… No es una forma democrática, y por tanto, representará otras relacionadas con las autocracias, fascismos, nacionalsocialismos o comunismos al estilo soviético. Déjense de líderes a los que seguir, y guiémonos todos; evidentemente para esto necesitaremos representantes, pero no como los actuales.

El Mandato Imperativo:

Los Congresistas, por ejemplo, adquieren legitimidad como tales a través de unas elecciones donde el cuerpo electoral decide a sus representantes mediante sufragio universal, nótese que no hago uso del determinante posesivo “su” para indicar pertenencia sino para mostrar la relación existente entre representante (congresista) y representado (ciudadano).

Estimado/a lector/a, tenga en cuenta a partir de éste momento que mi referencia no es al representante o representado, sino más bien a la relación de representación, pues sin ésta no podríamos hablar de representación ni entender cualquier Democracia, en su verdadero significado.

Gobernar, desde la institución que sea, como el Congreso, puede interpretarse y realizarse mediante un mandato exclusivo o con una total independencia. Evidentemente, ambos son los extremos de la forma por la que regirse la democracia. El punto medio entre ambos sería el más indicado, pero es el menos regulado y menos garantizado en la actualidad.

Sin dar muchos rodeos y exponer los principales puntos de este ensayo de opinión evitando tecnicismos, cuando un congresista se encuentra en el Congreso para tratar una cuestión concreta, delibera con el resto de congresistas empleando la palabra como argumento y exponiendo fundamentos objetivizables. Hasta aquí parece todo correcto, pero se esconce un trasfondo oscuro al olvidar algo de mayor subjetividad sobre todo para aquellos que nunca han participado en el Congreso.

Representar es “hacer presente, en algún sentido, algo que literalmente no está presente” (Pitkin, 1985, págs. 269-283). Ese algo no se refiere a personas desde luego, sino a unos valores, ideas, propuestas y proyectos que tienen en común como colectivo –ideológico, religioso, filosófico…– un conjunto de personas y es eso lo que debe representar el representante de sus representados.

Cuando los congresistas deliberan en la cámara, deliberan con un discurso preparado por el partido, no en sentido literal sino atendiendo a unas precisas instrucciones para beneficio del partido y no de los representantes por mucho que digan que lo beneficioso para el partido es beneficioso para sus afiliados.

¿Pero los representados sólo deben ser los afiliados a un partido? ¿Y qué pasa con las filas críticas que no se sientan beneficiadas por las decisiones tomadas? ¿Debe ser la votación interna de los partidos mayoritarista o consensualista? ¿Y en las cámaras de representantes? La mayoría refleja lo mejor para unos y lo peor o lo malo para otros. ¿No habría que buscar métodos y fórmulas alternativas para votar o decidir lo menos malo para todos? Los partidos políticos fomentan el error que reflejan las cámaras de representantes a fin de cuentas por interés partidista y con el objetivo de alcanzar el poder.

En eR, y tras la experiencia que tuve como Congresista del Frente Patriótico Español así fue, unas directrices del partido a trasladar al Congreso a través del voto.

Esto rompe directamente con la relación representante y representado...¿represento al partido-dirigentes o a los afiliados-ciudadanos que me votaron? ¿Debo representar intereses partidistas que en alguna ocasión puedan ser contradictorios al bien común y a la propia Justicia? ¿Deberían representarse intereses partidistas que por uno u otro motivo no gocen o carezcan de la legitimidad de los afiliados? Cuando el representante se dedica únicamente a obedecer directrices de “vota en contra/a favor, o en blanco si acaso para aparentar” engañándose a sí mismo pierde casi la totalidad de su función, representar, y de hecho gran parte de su legitimidad.

Aquí acabo de señalar el mandato imperativo a través del cual el partido, cuyo funcionamiento se supone democrático, se encarga de dar instrucciones a los congresistas representantes y de recordar una y otra vez la lealtad que deben al partido. Pero esto es un ataque a la representación por lo anteriormente señalado y por crear representantes dependientes de la máquina del partido y no tanto de la decisión/opinión/votro de los afiliados o ciudadanos.

Cualquier representante, Congresista, en el momento de deliberar y en el momento de votar debe hacerlo desde lo profundo de su conciencia, debe reflexionar y emplear sus capacidades y conocimientos, jamás debe seguir órdenes impuestas. Si tras un juicio personal argumentado llega a la conclusión de que en una determinada ley debe votar lo contrario a lo que pide su partido, debe hacerlo. No por ello perderá ápice alguno de legitimidad y ni mucho menos dejará de representar por mucho que el partido (o cúpula) diga o de forma outgame le expulse.

Los representantes representan también aquellos aspectos subjetivos tales como valores, ideales, ideas, etc… con las que un colectivo –político- se siente representado, si el partido expulsa, no se interrumpe la representación.

Es por esto que el escaño corresponde al representante, no al partido. Los partidos políticos son herramientas de los Estados, son actores políticos pero en su institución de partido y no en la institución legislativa.

Conclusiones:

Por tanto el mandato imperativo da lugar varios problemas: Escasa representación efectiva para los representados y sí eficaz para el partido, gestación de redes clientelares dentro del partido e influencias fuera de éste, pérdida de legitimidad tanto en la institución del Congreso como de los partidos políticos, exclusión política de las hasta distintas corrientes dentro del partido al responder a una cúpula que puede ejercer medios no democráticos o con escaso grado de democracia bien por burocratización, estatutos que muestran una jerarquía y determinada manera de tomar decisiones…

Dejo algunos puntos por desarrollar profundamente, pero por extensión prefiero acabar con la conclusión de que los partidos políticos necesitan una redefinición, al igual que la cámara de representantes y su funcionamiento, para ajustarse a la esencial función que le otorga la democracia y no para ir más allá hacia la arbitrariedad partidista y convertirse en malas herramientas perpetuadoras de cometimiento de ciertas injusticias para la sociedad.