Inmortal

Day 2,469, 12:15 Published in Spain Chile by Dark Elmo



En el sueño caminaba tambaleándose, como si estuviera ebrio. Notaba el costado derecho húmedo, la sangre caía copiosamente por la pierna. Sabía que no le quedaba demasiado tiempo pero necesitaba llegar a la plaza, un lugar reconocible para que pudieran encontrar su cadáver. Ya sólo faltaban unos metros. Entró en la plaza tambaleándose y se dejó caer, la espalda apoyada contra la pared de una taberna. Con esfuerzo, se quitó el talabarte donde colgaba la vaina con la espada, la desenganchó del cinturón, la apoyó contra el suelo mientras sujetaba la empuñadura con la mano derecha y cerró los ojos.



Despertó sudoroso, el corazón golpeaba rápidamente en su pecho. Se levantó de un salto, sabía que aquello no había sido un sueño. Todavía notaba el dolor sordo en su costado derecho, como si le hubieran apuñalado también. Se vistió, cogió todos sus enseres y los guardó en una bolsa. No tenía demasiado.
Bajó las escaleras y se despidió de sus padres y de su hermana. No comprendían muy bien lo que estaba pasando pero, aunque era joven, ya tenía una edad y era hora de que buscase su lugar en el mundo. Salió seguro y en ningún momento dirigió la mirada atrás a la vieja granja. Su vida como un pobre granjero estaba a punto de finalizar.


Tardó 3 días a paso ligero para llegar a la capital. La plaza que aparecía en su sueño era muy reconocible, había estado allí dos veces con su padre para pagar los impuestos al Recaudador del Rey. Cuando entró le sorprendió el aluvión de gente que allí había. Siempre estaba muy concurrida pero esta vez había mucha más de lo normal. Se dirigió a la parte donde se agolpaba más gente, que era la pared donde se había apoyado el caballero del sueño.


La gente había formado una cola y, uno a uno, intentaban acercarse al cadáver para coger la espada. Pero en cuanto daban unos pasos un viento helado los empujaba de vuelta y los arrojaba al suelo. El joven cruzó sin dudas, pasó por delante de la gente y agarró la espada. Notó el tacto frío de la empuñadura y una voz en su cabeza susurró: Stauros.




Metió la mano en un bolsillo interior del jubón del caballero muerto y cogió una bolsa con monedas de oro. Las arrojó a la gente, se cargó el cadáver al hombro y se alejó para siempre de aquella ciudad.

En un claro del bosque una hoguera gigantesca aleja la oscuridad de la noche. Dentro el cuerpo del antiguo caballero arde y desaparece, ante la mirada del joven. Vivir, morir, renacer. Los hombres mueren pero el héroe que empuña la espada de hielo no morirá nunca.








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