Hombres de hojalata

Day 321, 15:31 Published in Spain Spain by polidori

Esta tarde, cuando andaba cortando tickets con toda mi pericia y nada de interés, ha pasado algo muy llamativo en la entrada. Bueno, para hacer honor a la verdad, más bien debería decir algo y alguien. O alguien y algo, por ese orden. Veréis, le estaba contando en ese momento a la gorrita cuánto han subido últimamente las tuercas y los remaches cuando por la puerta principal ha entrado un humano muy extraño. Normalmente no presto atención a la gente que va y viene, pero en este caso no he podido hacer una excepción. Para empezar, porque en su cara se dibujaban una barba y un bigote peor pintados que mis puntos rojo acné de rotulador. El tipo lucía un estilismo único, con la atrevida intención de malote pero quedándose en pollo de chapapote (la circuitería de mi lírica necesita un controlador mejor). Las gafas de sol, con una patilla blanca y otra negra, en forma de espiral. La gabardina, una pieza pret-a-porter último modelo bolsa de basura sin asas. Y los zapatos, acompañados de adornos de colores en los cordones, estrechos y con un exceso de al menos cuatro tallas.

Haceos cargo, todavía no había rebasado el umbral de la puerta y ya era el foco de todas nuestras miradas. Pero especialmente le estaban siguiendo con atención seis ojos. Dos de ellos ya levantaban un brazo señalando a nuestro peculiar visitante apenas este había dado tres pasos dentro. Y los restantes cuatro pertenecían a un par de señores, con un sombrero muy elegante, que hasta hacía un momento los mantenían ocupados leyendo el periódico del revés. A partir de aquí todo ocurrió muy deprisa. Los dos hombres, alertados por la señal, se abalanzaron sobre las gafas con patillas de espiral y su portador derribándolo. Este, por su parte, respondió con un alarido bien agudo, vaya usted a saber en que lengua, mientras un maletín enorme que llevaba de la mano daba comienzo a su pequeño viaje sin piloto. Al caer, como si fuera parte de una coreografía, se abrió violentamente desparramando una lluvia de papeles con pinta de billetes. Digo pinta porque en un abrir y cerrar de ojos uno de los hombres con sombrero ya había conseguido reunirlos y hacerlos desaparecer por la copa, en un truco que ni mi pequeño colisionador de hadrones en sus mejores tiempos.

Desaparecidos los billetes, los dos hombres agarraron a nuestro pataleante caballero oscuro, lo levantaron y se lo llevaron por la misma puerta que un instante antes anunciaba su entrada triunfal. Fue tan rápido que no nos dio tiempo a despedirnos. Me hubiera gustado hacerlo, tengo que amortizar el gasto en el chip de protocolo. Aunque un compañero me ha dicho que no me preocupe, que no tardaré en volverlos a ver aparecer por aquí. Estaré atento entonces, y la próxima vez trataré, no sé, ¿de aplaudir cuando partan?