Hacer lo necesario, hacer lo que hay que hacer.

Day 1,268, 06:01 Published in Spain Spain by Silvade


Desempolvo mi vieja pluma de algún cajón olvidado para hacer una reflexión que no sé siquiera si publicaré. Realmente me consta que este artículo no es lo que podría esperarse de un rojo como yo, pero a veces, hay cosas que deben ser dichas desde dentro para que nos demos cuenta de la gravedad de la situación, hay veces que hay que hacer lo que hay que ahcer. Todo esto viene a colación, como no, del enorme fail cometido por el equipo de economía del gobierno de X-mon.

Tras toda la polémica, no me planteo dudar de la honradez del ministro y su equipo, es posible que todo fuera una maniobra para hacer cambiar el dinero del estado a sus bolsillos, pero rechazo la hipótesis desde el principio. A raíz de las explicaciones dadas tanto por el presidente como por el ministro, aceptaré que todo se trató de un error de cálculo, que fue una mala idea llevada adelante con la mejor intención.

Por lo tanto, aceptando que fue un error, continuó con la reflexión. En política, los errores se pagan. O deberían pagarse. Estamos acostumbrados a una casta política RL experta en aferrarse a los sillones clavando las uñas si es necesario. Y parece que hemos extrapolado esta idea al juego. Un cargo de la responsabilidad que ostenta el ministro de economía debería haber dimitido inmediatamente después del tremendo fail. No poner su cargo a disposición de nadie, no. Dimitir de forma irrevocable. ¿Has fallado? ¿Te has equivocado? ¿Has metido la pata hasta el fondo? Dimite.

En esta situación el presidente podría haber hecho un comunicado aceptando la dimisión del señor Galizalivre, exponiendo que confía en él y que no quiso aceptarla, pero que el ya exministro no admitió nada que no fuera su inmediato cese. Habrían sido lo correcto, lo justo para con todos, para el presidente, para el ministro pero sobre todo para la ciudadanía. Habría sido una actuación impecable. Galizalivre hubiera quedado como un caballero, como un señor que asume sus errores y estaría legitimado para en el futuro volver a intentarlo con la conciencia tranquila. El presidente habría quedado libre de toda sospecha, actuando por y para el país y no influenciado por intereses personales. Y sobre todo el electorado hubiera quedado tranquilo, sabiendo que en el gobierno se asumen las responsabilidades, sabiendo que el presidente está a la altura. Sabiendo que se hace lo que hay que hacer.

Si el ministro por cualquier cuestión, y no digo que sea el caso, hubiera decidido no dimitir, aferrándose al cargo, el presidente debería haberse visto obligado a la difícil decisión de cesarle. Cesar a un miembro del equipo de gobierno nunca es fácil. Suele ser gente cercana, gente en la que confías. Pero nadie dijo que gobernar fuera fácil. En este caso, el ministro en cuestión hubiera quedado totalmente desacreditado, aunque el presidente hubiera salido reforzado. Habría dado la impresión de ser alguien que hace lo que hay que hacer. Que antepone las cuestiones de estado a las personales.

Y he aquí el peor de los escenarios posibles, y, tal vez, el que en más ocasiones se repite. Ni el ministro tiene intención de dimitir, ni el presidente de cesarle. Este caso suele darse en dos situaciones concretas. La primera, en la que un presidente débil, un simple títere de alguien más poderoso, es incapaz de dar un golpe en la mesa y hacer cumplir su voluntad porque se lo impiden desde las sombras. La segunda situación, y desde mi punto de vista es la que más se aproxima a la que vivimos, es en la que el presidente aprecia y confía en su ministro y considera que sus acciones han de ser perdonadas. E incluso aunque la intención del ministro sea la de dimitir, el presidente no lo acepta.

Esta situación deja tanto al ministro arropado como al presidente arropador en una posición muy vulnerable. Deja en evidencia a todo el gobierno al demostrar que está más preocupado por amiguismos y favores pendientes que por dar la cara ante la nación y hacer lo mejor por el bien del país. El presidente aparece ante la ciudadanía como alguien incapaz de hacer lo necesario.

Por eso me alegro de no ser congresista. Porque de haberlo sido, me hubiera visto obligado a votar a favor del impeach y contra algunos de mis compañeros de partido y de ideología. Porque a veces hay que hacer lo que hay que hacer, le pese a quien le pese. Lo siento, pero creo que el gobierno no ha estado a la altura en esta crisis.

Aún así, espero que la moción de censura no salga y que X-mon acabe demostrando que su gobierno merece pasar a la historia, junto al de Pechorin, como uno de los mejores. Pero ahora lo tiene mucho más difícil. Sólo quiero, desde aquí, desearle suerte y aconsejarle que en el futuro esté dispuesto ha hacerlo lo necesario.