El infierno de noche

Day 2,431, 07:41 Published in Spain Chile by Dark Elmo

No logro dormir. El calor es una losa sobre mi cuerpo. Me levanto de la cama sudoroso. Me enciendo un cigarrillo y me asomo al balcón. La ciudad de noche. Se escuchan gritos a lo lejos. Una sirena aúlla. Perros ladran a los fantasmas. Hace tiempo que no se escucha ningún disparo.



Me visto. Vaqueros y una camiseta. La cartera. El móvil. Me calzo. Salgo. En el portal el portero ronca como un cerdo. La boca abierta muestra los dientes amarillos.
Afuera, sentados en sillas de plástico, algunos vecinos se abanican y miran la calle. Esperando algo que no tiene nombre. Eliseo me mira, inclina la cabeza saludando. Le respondo mientras me enciendo otro pitillo. Un gesto de ofrecimiento. El anciano niega con un gesto medido de la mano. Andan a la caza de uno, me dice. Donde? En la Cervantes. Me despido con una inclinación de cabeza.



Camino calle abajo. La gente, al fresco, me miran un segundo, sin interés. Almas atrapadas en un purgatorio de quietud. Todo está parado, una fotografía de la calma. Se oyen disparos. Dos. Apuro el paso y entro en la calle.



Son seis. Vestidos de paisano, alguno lleva gorra. No logran disimular. Su pelo rubio cenizo les delata. Un grupo de soldados polacos. Saco la cartera y les muestro mi pase de periodista. El más bajo lo mira un segundo y asiente. Le conozco. Es un capitán, se encarga específicamente de este trabajo. El también me reconoce. Paso al lado y lo veo. En medio de la calle, boca arriba.



La ropa son harapos. El zapato derecho tiene la suela medio despegada. Le falta el izquierdo. Donde estará, me pregunto. Miro alrededor pero no lo veo. La cara está llena de moratones. Le han roto el labio y le faltan varios dientes. No ha tenido suerte. Lo torturaron antes. Probablemente no sabía nada. Que podría saber. Lo dejaron atrás, solo y desesperado.



Me fijo bien en su cara. A pesar de las manchas de sangre y la hinchazón lo reconozco. Era capitán de un regimiento. Se llamaba Leonardo... Leonardo, que más... No lo recuerdo. Sí recuerdo que era altivo y orgulloso. Risueño. Hablaba de que su invasión duraría siglos. Está casado. Estaba. Una mujer llorará su muerte en Buenos Aires.



Llamo por el móvil a la redacción. Que me envíen un fotógrafo. Un polaco tapa el cadáver con la manta. Esperarán a que lleguen los soldados españoles para hacerse cargo del muerto. Saco un pitillo, ofrezco a los polacos. Dos de ellos aceptan, sonriendo. Cuantos van este mes, veintisiete? Soldados que quedaron atrapados cuando el ejército argentino huyó de aquí. Soldados rasos, capitanes, sargentos... Sin ayuda. El gobierno argentino ha negado que sean soldados suyos, los ha declarado desertores. Ya no tienen valor para sus generales.



La ciudad es un infierno esta noche...





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