EL GORDO ED

Day 1,967, 21:16 Published in Colombia Mexico by GianPortillo


Cuando llegué a la ciudad para presentar un seminario sobre Conducción Firme, un grupito me invitó a cenar para ponerme al tanto de la gente con la que debería hablar al día siguiente.
El líder evidente del grupo era el gordo Ed, un tipo corpulento con una voz profunda y estruendosa. Durante la comida, me informó que era mediador en una gran organización internacional. Su trabajo consistía en ir a determinadas divisiones o subsidiarias para poner fin al empleo del ejecutivo a cargo.
“Joe –dijo-, estoy ansioso por lo de mañana porque todos necesitan escuchar a un tipo duro como tú. Descubrirán que mi estilo es el indicado”, se rió socarronamente y me guiñó el ojo.
Yo sonreí. Sabía que sería distinto de lo que él suponía.
Al día siguiente, se mantuvo impasible durante todo el seminario y se fue al final sin decirme una palabra.
A los tres años, volví a esa ciudad para presentar otro seminario sobre administración más o menos al mismo grupo. Allí estaba nuevamente el gordo Ed. A eso de las diez, de golpe se puso de pie y preguntó en voz alta:
-Joe, ¿Puedo decir algo a esta gente?
Sonreí y dije:
-Claro. Alguien corpulento como tú, Ed, puede decir todo lo que quiera.



-Todos ustedes me conocen –retomó el gordo Ed- y algunos ya saben qué me pasó. No obstante, quiero compartirlo con todos. Joe, creo que me lo vas a agradecer cuando haya terminado.
“Cuando te oí sugerirnos que, para ser realmente firmes, debíamos aprender a decir a los que nos rodeaban que los amábamos, pensé que era un montón de basura sentimental. Me preguntaba qué tenía que ver eso con ser firme. Tú dijiste que la firmeza es como el cuero y la dureza es como el granito, que la mente firme es abierta, flexible, disciplinada y tenaz. Pero no veía dónde entraba el amor en todo eso.
“Esa noche, mientras estaba sentado en el living de casa frente a mi mujer, tus palabras seguían dándome vueltas en la cabeza. ¿Qué clase de valor se necesitaba para decirle a mi mujer que la amaba? ¿Acaso no podía hacerlo cualquiera? También habías dicho que debía hacerse a la luz del día y no en el dormitorio. En un momento dado, me aclaré la garganta, empecé a hablar y me detuve. Mi mujer alzó la vista y me preguntó qué había dicho, y respondí: “Nada”. De repente, me levanté, atravesé el cuarto, hice a un lado su diario y dije: “Alice, te amo”. Primero, me miró sorprendida. Después, se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo, suavemente: “Ed, yo también te amo, pero es la primera vez en veinticinco años que me lo dices así”.
“Hablamos un rato sobre el amor y llegamos a la conclusión de que, si lo hay, se pueden disolver todo tipo de tensiones, y de repente decidí llamar a mi hijo mayor que vive en Nueva York. Nunca nos comunicamos bien. Cuando atendió el teléfono, le dije abruptamente: “Hijo, vas a pensar que estoy borracho, pero no. Simplemente quise llamarte para decirte que te amo”.



“Hubo un silencio y luego le oí decir, despacito: “Papá, supongo que lo sabía pero te aseguro que es bueno oírlo. Quiero que sepas que yo también te amo”. Tuvimos una linda charla y después llamé a mi hijo menor en San Francisco. Nos habíamos llevado mejor. Le dije lo mismo y también en ese caso tuvimos una charla como nunca habíamos tenido.
“Esa noche, en la cama, pensando, me di cuenta de que todas las cosas que habías dicho ese día –sobre el management de verdad y todo lo demás- adquirían otro significado y de que podría arreglármelas para aplicarlas si entendía y practicaba el amor firme.
“Empecé a leer libros sobre el tema. Obviamente, Joe, muchos grandes tuvieron mucho que decir y empecé a darme cuenta de la enorme viabilidad del amor aplicado a mi vida, tanto en casa como en el trabajo.
“Como bien saben algunos de los que están aquí, cambié mi forma de trabajar con la gente. Empecé a escuchar y prestar verdadera atención. Aprendí qué significaba tratar de conocer los puntos fuertes de las personas antes que demorarme en sus debilidades. Empecé a descubrir el verdadero placer de ayudarlos a elaborar su confianza. Y tal vez lo más importante es que empecé a entender realmente que una manera excelente de mostrar amor y respeto a las personas es esperar que usen sus fuerzas para alcanzar los objetivos que elaboramos juntos.
“Joe, ésta es mi manera de decir gracias. A propósito, ¡hablando de lo práctico! Ahora soy vicepresidente ejecutivo de la empresa y me consideran un líder con carisma. ¡Muy bien, muchachos, ahora escuchen a este tipo!”



Joe Batten