El fin del hombre: La Singularidad explayada por Mundo Enfermo y Triste

Day 823, 09:32 Published in Paraguay Paraguay by Francisco Tabakman

La materia es energía. Es todo aquello que tiene masa y ocupa un lugar en el espacio. Las transformaciones de la Energía tienen lugar en la alimentación de los seres vivos, en la dinámica de nuestra atmósfera y en la evolución del Universo. Todos los procesos naturales que acontecen en la materia pueden describirse en función de las transformaciones energéticas que tienen lugar en ella.

Las fuerzas constantes del Universo; el magnetismo, las fuerzas gravitacionales y la electricidad se manifiestan en nuestro alrededor rigiendo una y cada una de nuestras acciones. El clima del sol, por ejemplo (Si, el sol tiene tormentas y lluvia ocasional, de partículas de carbono incandescentes) determina la estabilidad de las comunicaciones a larga distancia.

Es cierto, estamos regidos por un constante cambio, un balance que se mantiene con dificultad entre la entropía y la voluntad propia del ser humano, las cuales nos permitieron evolucionar hasta donde hemos llegado.

Los seres humanos, desde el punto de vista biológico, constituye una sola especie animal: Homo Sapiens. El organismo humano, a pesar de su similitud con otros mamíferos, posee el nivel de complejidad más alto y especializado de la escala evolutiva. Cada órgano, tejido, aparato y sistema, está en compleja interrelación que lo mantiene en equilibrio… una verdadera pelotudez que muchos científicos aun no quieren admitir o se niegan a comprender.

El cuerpo humano tiene falencias, nace con imperfecciones genéticas, estas nos hacen diferentes, nos dan la individualidad y diferencia fisionómica. Es claro que a nivel biológico si la mente esta enferma, por alguna hormona al no ser segregada podría terminar contigo asesinando a una persona, véase la falta de vitamina B1 en las mujeres durante la menstruación, sin embargo la mente puede estar enferma en otras dimensiones y estar biológicamente sana, véase psicosis.

La propia naturaleza del ser humano por muchos filósofos, a lo largo de los siglos, ha sido tildada de cruel y violenta, pero nunca han propuesto una tentativa solución, es ahí donde comienza nuestra próxima escala evolutiva y es a donde las nuevas sociedades están llegando… el post-humanismo.

La singularidad tecnológica (algunas veces llamada simplemente la Singularidad) es un evento futuro en el que se predice que el progreso tecnológico y el cambio social acelerarán debido al desarrollo de inteligencia superhumana, cambiando nuestro ambiente de manera tal, que cualquier ser humano anterior a la Singularidad sería incapaz de comprender o predecir. Dicho evento se ha nombrado así por analogía con la singularidad gravitacional observada en los agujeros negros, donde existe un punto en el que las reglas de la física dejan de ser válidas, y donde la convergencia hacia valores infinitos hace imposible el definir una función. Un lugar donde Eris, diosa del caos, habitaría de manera ordenada.

En marzo de 1993, Vinge presentaba en VISION-21, un simposio patrocinado por la NASA, su tesis sobre la llamada “singularidad tecnológica” (puede encontrarse en la web, por ejemplo, en http://www-rohan.sdsu.edu/faculty/vinge/misc/singularity.html). Él mismo resumía así la idea: “En unos treinta años, dispondremos de los medios tecnológicos para crear inteligencia superhumana. Poco después, la era humana acabará”. Como siempre el horizonte temporal puede ser discutible.

La tesis de Vinge es que la tecnología nos está llevando hacia lo que podría ser un cambio hasta hoy inédito en el desarrollo de la vida sobre la Tierra. Como buen especialista en temas de informática e inteligencia artificial, Vinge centra ese efecto en la posibilidad de que la tecnología nos permita crear entidades con una inteligencia superior a la humana y ello pueda generar una inesperada y excepcional “singularidad” en nuestra historia futura como especie civilizada. Esa singularidad abriría la posibilidad de una nueva sociedad rotundamente distinta a la existente y en la que, muy posiblemente, los seres humanos no seamos ya los únicos artífices y protagonistas de la historia futura (Perros robots que ladran otros robots, hologramas que efectúan mitosis, y hasta quizá humanos que pueden causar cáncer con la mente, entre otras cosas)

En ese punto Vinge espera que la singularidad se manifieste como una combinación de elementos:

1. El Escenario IA: creamos inteligencia artificial (IA) superhumana en computadores.

2. El Escenario AI: mejoramos la inteligencia humana por medio de las interfaces humano/computador, logrando amplificación de la inteligencia (AI).

3. El Escenario Biomédico: incrementamos directamente nuestra inteligencia mejorando la operación neurológica de nuestros cerebros.

4. El Escenario Internet: la humanidad, sus redes, computadores, y bases de datos se vuelven lo suficientemente efectivas como para ser consideradas un ser superhumano.

5. El Escenario Gaia Digital: la red de microprocesadores embebidos se vuelve lo suficientemente efectiva como para ser considerada un ser superhumano.

Vinge dice que dependiendo de nuestro ingenio (y el de nuestros artefactos) existe la posibilidad de una transformación comparable al surgimiento de la inteligencia humana en el mundo biológico.

La otra tendencia es el aumento exponencial de hardware en los computadores descrito en la Ley de Moore, formulada por el co-creador de Intel Gordon E. Moore en 1965, y que actualmente sigue cumpliéndose — aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado. Esto indica que la complejidad de los chips aumenta, y debido a la producción exponencial, disminuyen los costos. Moore dijo en una conferencia en el año 2007: “Mi ley dejará de cumplirse dentro de 10 o 15 años”, pero también afirmó que nuevas tecnologías vendrán a suplir la actual. Sin embargo, las computadoras siguen siendo bien caras, pero nuestra convivencia con ellas cada vez es más fuerte.

Es aquí donde entra el señor Ray Kurzweil. Un empresario en serie que fundó toda una serie de negocios de éxito que hicieron adelantar los campos del software de reconocimiento óptico de caracteres (máquinas lectoras), la síntesis texto-a-habla, la simulación musical sintética de instrumentos, el reconocimiento del habla por ordenador y los análisis del mercado de valores. Curó su propia diabetes Tipo-II a través de una cuidadosa revisión de la literatura médica y la juiciosa aplicación de los primeros principios y la razón. Para un observador casual, Kurzweil parece ser la estrella de alguna novela tipo Heinlein, robando el fuego de los dioses y embarcándose en una búsqueda para llevar sus rebeldes ideas al público pese a los desaires de Fernando Lugo, y haciéndose rico o quemando el universo en el proceso.

Kurzweil cree en la Singularidad (como así vos también). En su manifiesto de 1990, “La era de las máquinas inteligentes”, Kurzweil argumentó persuasivamente que nos hallábamos al borde de una inteligencia mecánica significativa. Una década más tarde, usó el mismo argumento en un libro titulado La era de las máquinas espirituales, cuya más audaz afirmación es que la capacidad de computación del mundo se ha estado multiplicando lentamente por dos desde que la corteza terrestre empezó a enfriarse (e incluso antes), y que el intervalo de este multiplicarse por dos se ha ido haciendo más y más corto a cada año que pasaba, hasta el punto de que ahora lo vemos reflejado en la Ley de Moore de la industria informática, que predice que los microprocesadores se vuelven dos veces más poderosos por la mitad de su coste aproximadamente cada dieciocho meses. La alucinante velocidad de esta tendencia tiene una conclusión obvia: ordenadores más poderosos que la gente; más poderosos de lo que pueden llegar a ser comprendidos. ¿Aun puedes calcular sin inconvenientes 117 por 11 dividido 5 sin una calculadora? De ser así, eres un ser humano que podría llegar explotar su capacidad de manera exponencial al fusionarse con la tecnología… el quinto eslabón de Kurzweil y nuestra próxima escala evolutiva. (Ver cuadro, lo siento, no pienso traducir esto.)


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Cuando llegue la fusión con la maquina, no hablamos de cyborgs, sino de seres humanos mejorados nanotecnológicamente. Imaginen personas en estado vegetal cuyos recuerdos antes del accidente fueron descargados en cerebros biónicos, podrán desechar sus cuerpos a base de carbono y pasar a una vida mejor, y así todos alcanzaríamos la inmortalidad.

De modo que, ¿Cómo sabes que el tú extraído del backup que has restaurado a un nuevo cuerpo ─o un tarro con un altavoz unido a él─ es realmente tú? Bueno, puedes formularle algunas preguntas, y si responde de la misma forma en que lo harías tú, entonces es que estás hablando con una copia fiel de ti mismo, pero el yo que envió su primera historia a la revista Clip hace diecisiete años no podría responder a la pregunta: “¿Escribiste una historia para el Clip?” de la misma forma en que puede hacerlo el yo de hoy. ¿Significa esto que ya no soy yo?

Kurzweil tiene la respuesta.

“Si sigues esta lógica, entonces, si tomáramos mi yo de hace diez años, no pasaría por ser yo mismo en un Test de Turing relativo a Ray Kurzweil. Pero una vez la tecnología de almacenamiento y descarga se halle disponible dentro de unas pocas décadas, podrás crear una copia de mí lo suficientemente perfecta, y pasará el Test de Turing. La copia no tiene que igualar tampoco el estado cuántico de cada una de mis neuronas. Si me contactas al día siguiente, pasaré el Test de Turing de Ray Kurzweil; sin embargo, ninguno de los estados cuánticos de mi cerebro será el mismo. Hay tantos cambios a los que cada uno de nosotros se ve sometido cada día, que no examinamos tan de cerca la suposición de que somos la misma persona.

Cambiamos gradualmente el esquema de nuestros átomos y neuronas, pero cambiamos muy rápidamente las partículas de las que está hecho este esquema. Solemos pensar que, en el cerebro ─la parte física de nosotros asociada más de cerca con nuestra identidad─, las células cambian muy lentamente, pero resulta que los componentes de las neuronas, los túbulos y demás, cambian en sólo unos pocos días. Ahora soy un conjunto de partículas completamente distinto del que era hace una semana.

La consciencia es un tema difícil, y siempre me sorprende cómo mucha gente habla rutinariamente de la consciencia como si pudiera ser testada científicamente de una forma fácil y sin problemas. Pero no podemos postular un detector de consciencia que no lleve incorporado en él algunas de las suposiciones acerca de la consciencia.

La ciencia habla de observaciones objetivas de una tercera parte y de deducciones lógicas a partir de ellas. La consciencia es acerca de la primera persona, de la experiencia subjetiva, y hay un vacío fundamental aquí. Vivimos en un mundo de suposiciones acerca de la consciencia. Compartimos la suposición de que otros seres humanos son conscientes, por ejemplo. Pero eso se descompone cuando nos salimos fuera de los seres humanos, cuando consideramos, por ejemplo, los animales. Algunos dicen que sólo los seres humanos son conscientes, y que los animales son instintivos y mecánicos. Otros ven en un animal un comportamiento parecido al humano y consideran al animal como consciente, pero ni siquiera esos observadores atribuyen en general la consciencia a los animales que no son parecidos a los humanos.

Cuando las máquinas son lo suficientemente complejas como para poseer respuestas reconocibles como emociones, esas máquinas serán más parecidas a los seres humanos que los animales.”

La Singularidad de Kurzweil funciona así: Los ordenadores se vuelven mejores y más pequeños. Nuestra habilidad de medir el mundo gana precisión y se vuelve más barata. Finalmente podemos medir el mundo dentro del cerebro y hacer una copia de él en un ordenador que sea tan rápido y complejo como un cerebro, y voilà, la inteligencia.

Aquí en el siglo XXI nos gusta vernos a nosotros mismos como cerebros ambulantes, conectados a marionetas de carne que arrastran nuestra preciosa materia gris de un lado para otro. Tendemos a pensar en esa materia gris como trascendentemente compleja, y pensamos en ella como el elemento que nos hace nosotros.

Pero los cerebros no son tan complejos. Ya estamos empezando a desentrañar sus misterios.

“Parece que hemos hallado un área del cerebro íntimamente asociada con las emociones del más alto nivel, las células huso, profundamente embutidas en la masa cerebral. Hay decenas de miles de ellas, y abarcan todo el cerebro (quizás ochenta mil en total), lo cual es un número increíblemente pequeño. Los bebés no tienen ninguna, la mayoría de los animales no tienen ninguna, y probablemente sólo evolucionaron a lo largo del último millón de años o así. Algunas de las emociones de alto nivel que son profundamente humanas proceden de ellas.

Turing tuvo la intuición correcta: basar el test para la inteligencia en el lenguaje escrito. El Test de Turing funciona realmente. Una novela se basa en el lenguaje. Con el lenguaje puedes conjurar cualquier realidad, mucho más que con imágenes. Turing casi vivió para ver a los ordenadores efectuar un buen trabajo actuando en campos como las matemáticas, el diagnóstico médico y demás, pero esas tareas eran mucho más fáciles para una máquina que demostrar siquiera la maestría de un niño en el lenguaje. El lenguaje es la auténtica encarnación de la inteligencia humana.”

Si no somos tan complejos, entonces sólo es cuestión de tiempo el que los ordenadores se vuelvan más complejos que nosotros. Cuando llegue eso, nuestros cerebros serán modelables en un ordenador, y entonces es cuando empieza la diversión. Ésa es la tesis de Máquinas espirituales.

Si poseemos una informática a nuestra disposición y un modelo detallado de un cerebro humano, sólo necesitamos combinarlos, y de ello brotará el mecanismo en el que podamos descargar nuestra consciencia para su almacenaje digital y trascender así para siempre nuestra débil y fastidiosa carne.

Pero es una trampa. Los algoritmos evolutivos dependen de los mismos mecanismos que la evolución en el mundo real: las variaciones de la herencia en los candidatos y un sistema que elimina los candidatos menos aptos. Esto último ─el factor de adaptabilidad que determina qué individuos en una camada procrearán y cuáles desaparecerán─ es la clave de un sistema evolutivo de éxito. Sin ello, no hay ninguna presión sobre el sistema para lograr la meta deseada: sólo mutaciones y más mutaciones. Como Wolverine y Gambito.

Solo que una vez llegado al punto en que se cree una inteligencia superior a la humana, nos fusionemos y corrijamos nuestras falencias genéticas, se entraría en una etapa post-humana que probablemente conduzca a la extinción de la humanidad o a su subordinación a esos nuevos entes inteligentes que nos llevaran al trans-humanismo… a quienes por supuesto me pienso unir, ¿Vos no?

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