El eViejo y el Mar. Ernest eHemingway (Inspirado en un feed de Zheros)

Day 1,483, 16:35 Published in Spain Spain by supersofi

Para él, el arte de la pesca no tenía secretos. En los corrillos de pescadores se hacía un incómodo silencio cada vez que él se acercaba. Hablar de hazañas delante del maestro provocaba pudor en los que no habían conocido los viejos tiempos.



Yo solía quedarme callado, escuchando, cerca de él, esperando que hablara, que mostrara su sabiduría con algún gesto, una palabra... Pero casi nunca decía nada. Lustraba sus aparejos de forma que sus rudas manos parecían pulir las superficies. Se podía oler el sonido de cada áspera caricia. Su cara hablaba de mil batallas perdidas, y alguna ganada, a fuerza de esfuerzo y te ponía en contacto con la realidad. No había lugar al optimismo en su rugosa mirada. La piel quemada por el frío, congelada por el calor, hablaba de borracheras en los cinco continentes, de mujeres amadas intensamente durante algunas horas. De vida, de vidas vividas, todas ya pasadas.

Aquella mañana el viejo hizo el petate, preparó sus roídos enseres y se hizo a la mar. Como todos los días un poco antes del alba, cuando los que ya están despiertos se juntan con los que aún están levantados. A esa hora en la que los primeros tragos de ron quitan los temblores matinales, y los últimos acaban devueltos al aire libre junto a algún farol todavía encendido. Arrojó su atillo en la barca, mecánicamente, de la misma forma que había repetido todos los días. Vio la misión, pero no le interesó. Demasiada gente. Los peces huyen despavoridos al ver tanta gente.



Puso rumbo a aguas más tranquilas, a uno de esos bancos donde no suelen acercarse los pescadores que llevan consigo todas esas cosas modernas a las que él no estaba acostumbrado. Artes de pesca que barren con todo, y allí lanzó su caña, con la paciencia que dan los años. Y esperó. Puso un cebo de 400.000, y lo aguantó con cautela. Ya estaba cerca del final, la hora de la verdad cuando aparecen los peces gordos.



Y llegaron. Tras tantos días preparando aquella jornada llegó un barco de esos nuevos de hierro, donde los marineros no están en contacto con la mar y echó sus redes. Pronto comprendió que aquel cebo llevaba por lo menos 600 o 700.000 Y el viejo lo puso todo. Atareado en la cubierta de su viejo barco de madera carcomida por los años y la bruma, cargó su caña con todo su arsenal. Llegó hasta el millón, pero vio brillar algo en el puente de mando de su competidor, aquello no podía ser otra cosa más que... La banda magnética de una visa. Pero el viejo estaba dispuesto a seguir, a morir matando. A ciegas, sin saber en que acabaría aquello, dio hasta la última gota de sus sangre en aquella cubierta. Y al final... Al final como en casi todas las historias que son ciertas...



El viejo perdió. Volvió a casa roto, desecho, se acostó a dormir, y nunca lo volví a ver. A veces fantaseo y pienso que despertó, que al día siguiente volvió a aquel lugar perdido, y que por una vez en la vida, ganó. Ganó el derecho a ser recordado como lo que fue.

Feed en el que está inspirado este relato.

Zheros wrote yesterday
Hay que ser hijo de su madre,para a la hora y media,tener la BH en 200k de daño,la subo a 600k,y al final:
http://imageshack.us/photo/my-images/839/cabron.jpg/

Salud y teoría de cuerdas