Descubrimiento de un relato octopaulista

Day 1,383, 00:25 Published in Spain Spain by galizalivre


Quizás me acusen de hereje los octopaulistas, no es mi intención, pero recordaba haber leído una vez algo sobre un pulpo en esos juegos extraños que nos hace sentir a veces la mente y supuse que era literatura de su tradición, con lo que me entró la curiosidad, lo busqué con insistencia hasta encontrarlo y en estos difíciles días erepublicanos, donde unos pocos pretenden reírse de unos muchos solo porque consiguieron más votos y nos van salvar del tedio, según ellos claro, yo he buscado la calma en la lectura de un libro de relatos del que os traigo esta historia y ya los octopaulistas me comentarán si es o no herejía, o si se puede considerar o no dentro de su tradición.

Por cierto que en la región que habito, donde el octopaulismo no tiene cabida por desgracia, arrinconado entre prácticas priscilianistas, católicas y mistéricas, el número 3 5 7 2 tiene un especial significado.

3-Son las veces que hay que sumergir al pulpo en el agua hirviendo antes de cocinarlo.

5- las veces que hay que mazarlo contra una piedra para que no quede correoso.

7- los días que debe permanecer congelado para quedar delicioso

2- los comensales mínimos que deben degustar un plato de pulpo a la vez


Sé que así quizás mis compañeros erepublicanos encuentren la forma de conocer mejor nuestras costumbres y así poder introducir su creencia entre estas gentes, que somos bárbaros indomables de tradiciones ancestrales, les dejo con la historia.



El pulpo que se enamoró de una sirena





Cuentan los más viejos del lugar, que sus abuelos les contaban una historia en la que un pulpo se enamoró de una sirena…


En la isla de Sálvora, en la boca de la ría de Arousa vivía una sirena llamada Iria, era un ser de una belleza infinita pero al mismo tiempo un ego tan elevado que le llevaba a rechazar a todos sus pretendientes. En aquel tiempo no existía en la isla palacio alguno, ni siquiera las salinas, todavía no la había tomado como base de operaciones Olaf Haraldson para sus saqueos de Compostela y mucho menos la escuadra de la Mariña Galega del arzobispo Andrade.


Los marineros y los peces, al pasar por la orilla y ver aquel ser tan maravilloso, se quedaban prendados de ella y no eran pocos los que decidían trasladarse a la cercana isla de Vionta y su hermosa, playa donde vivían entre las gaviotas y cormoranes para no separarse de ella. Unos por mar, otros en tierra y todavía en los días de temporal se escuchan sus súplicas entre los gritos de las gaviotas que hoy la habitan a millares.





El pulpo venía de otros mares, unos dicen que de las afortunadas, otros que si de Mauritania, el caso es que decidió adentrarse en nuestras aguas y lo primero que pudo ver fue a la hermosa sirena oteando el horizonte, posada en una roca en la Isla de Sálvora. Aquella vista lo perturbó y quedó tan prendado que no dudó en acercarse a pedir su mano. Pero la bella sirena no tenía en la forma octopaulista su canon de belleza y el ser, afligido y despechado, se internó en nuestras aguas.


No sabía que los caníbales arousanos, gustaban de comer pulpo, cuando su carne era respetada en casi todos los confines y nunca degustada, aquí las trampas en forma de nasas eran tan numerosas que no pudo evitar caer en una justo a la altura de ghidoiros o como diría uno que no es de la zona, “pedregoso” como rezan las cartas naúticas en contraposición a “Areoso” otra isla con una maravillosa playa. Aquel hueco perturbador lleno de camarones, parecía llevarle a una comida segura, pero en cuanto entró no tuvo forma de salir.


El caso es que una vez llegado a tierra en el Peirao do Xufre da Illa de Arousa, el pulpo le habló al marinero, rompiendo su juramento de silencio eterno. El homiño lo escuchó atento, pues antes ya había escuchado hablar a nécoras y centollos, a camarones y caramuxos, a percebes y navajas, pero nunca jamás a un pulpo… El cefalópodo le conto de su enamoramiento, de que no podía morir de aquel modo y que quería ganarse el amor de la sirena o como poco ir a morir a su tierra. Tanto conmovió al marinero, que este le contó a todo el mundo que aquel pulpo tenía el don de la palabra y todos le indicaron de soltarlo, pues no estaría bien conociendo su don, que terminara como sus iguales en un plato con patatas como era allí tradición, con aceite y pimentón, a la brasa o en una deliciosa empanada, aquel pulpo merecía vivir.





El buen marinero se decidió a soltarlo, aconsejándole que si quería el amor de la sirena que lo intentara con herba de namorar del illote de Rúa, pues era demasiado orgullosa para hacerlo por voluntad propia. Le advirtió que no volviera nunca por aquel lugar, pues sus gentes gustaban en demasía de las delicias del mar y correría un gran peligro, cosa que no mucho más tarde se pudo demostrar que había sido un sabio consejo.


Así el ser tentacular, cumpliendo su promesa, no podría divisar nunca más los caballos salvajes que cabalgaban por los montes, ni las torres defensivas a lo largo de la ría, ni las playas, ni sus bellos pazos, ni sus gentes, ni sentir aquel agua cristalina mezcla de agua dulce y salada… Se dirigió raudo y silencioso al Islote señalado, en el que podemos imaginar todavía no existiría faro alguno y encontró sin dificultar la “herba de namorar”.





Se dirigió una vez más a la sirena, que seguía buscando en el horizonte, se acercó con la hierba como esperando que sucediera un milagro, pero nada aconteció, no se había imaginado el marinero que no sería efectiva con pulpos faladores, con lo que su decepción fue grande, su grito de resignación pudo escucharse hasta desde las ruinas del Castillo de Doña Urraca en Lobeira.





Su camino cara el mar abierto fue triste. Desde Vionta los marineros y los peces “namorados”, pudieron verlo todo claramente y aunque no escucharon sus palabras, se podía haber divisado la decepción en el gelatinoso rostro del pulpo y así contaron la historia a quien quiso escucharla.


La sirena allí se quedó, tanto tiempo que su belleza se hizo piedra y hoy se confunde entre las olas, cansada de tanto esperar aquel amor que nunca le llegó, como cualquier María Soliña. Algún marinero aún piensa que está viva y se lanza loco de amor al bravo mar para intentar rescatarla, perdiendo en muchos casos la vida y su cuerpo pues no son encontrados jamás.



[img]Del pulpo nunca más se supo, pero la impronta de su historia del “polvo falador namorado dunha serea” recorrió todas las bocas de confesionarios y tabernas. Algunos dicen que Julio Verne, que conocía bien estas tierras pues en la cercana Ría de Vigo hizo atracar el Nautilus del Capitán Nemo, conocía esta historia y existiría una versión de 20.000 leguas de viaje submarino donde el famoso capitán habla con el pulpo, descartada al final pues su editor creía que no debería parase tanto en una región tan extraña y que pocos lectores le daría, pero esto es solamente una teoría que nunca pudo confirmarse hasta el día de hoy.[/img][img][/img]No fue hasta la romaría de San Amaro, que se celebraba en lo que hoy no es más que la ruina del Mosteiro Suevo de Cálago, donde el cura se enojó con varios feligreses al portar de exvoto un tentáculo y aquel mismo día en la predicación se escucho en voz del cura maldecir a aquel ser y condenarlo a ser comida para siempre, aunque de su cuerpo saliese una voz, por eso desde aquella se dice, “vale máis cura calado que polbo falador”. Desde aquel día en todas las romerías se come el pulpo, recordando aquellas palabras del cura de Cálago y haciendo a nuestra región lugar incómodo para los octopaulistas, que desde aquel día deben predicar en secreto, pues sus costumbres no son bien entendidas.