Crónica de una amarga Medalla y del auge ferretero

Day 1,542, 11:21 Published in Spain Spain by Espaugyl




Escribo desde una extraña clandestinidad, desde un escondrijo, algo aparentemente normal en mi evida pero sin embargo impensable hace unos días, y no lo digo por el sitio, que suelo esconderme mucho y bien en lugares no más grandes que una caja de zapatos si hace falta y soy perseguido con esmero, sino por mis perseguidores, por quienes ahora me buscan y hacen que me replantee mi destino inmediato… pero empecemos por el principio, desde mi huida de las mazmorras del Cuartel General de los Admins de la GestapoeRepublik tras ser chocopunteado.


Con más de una docena de cucharillas de café conseguí hacer un túnel hasta la libertad (léase mi Crónica anterior), pero llegué a una libertad relativa, porque eEspaña estaba invadida y repartida entre eBrasil y eEEUU, y ni que decir tiene que la GestapoeRepublik campaba a sus anchas, como si ahora eEspaña fuese un parque temático Admin en el que incluso se pudiese cambiar el curso de las batallas por diversión. Mi Andalucía había caído, la efímera capital, mi patria chica, mi tierra de excelentes caldos, de buen yantar y excelente climatología, de paisajes abruptos de sierra, de paisajes amables de costa, de chiringuitos y tapeo, de inocentes camareros y grandes cuentas a deber, ese paraíso era ahora brasileño… pero la lucha continuaba, a cada poco había un levantamiento y al grito de ”Me vi a cagá en los putos monos” se le inflamaban a los patriotas las venas del cuello y se lanzaban contra el enemigo ciegos de furia por ver a tanto primate hoyando nuestras tierras con sus defecaciones.



Andalucía intentaba librarse del invasor una y otra vez, pero había más patriotismo que resultados, el enemigo era más fuerte y organizado


Como buen Corresponsal de Guerra no quise molestar a los muchachos que luchaban a brazo partido con los ebrasileños, que importunar en esos momentos solo puede llevar a que te den un tiro o un platanazo y luego ponte a reclamar, así que decidí hacer mi Crónica a salvo, desde mi oficina (el bar que hay debajo de mi casa, para los que todavía no me conozcan), un lugar relajado donde las musas acuden en mi ayuda cuando tengo que escribir, y afortunadamente son musas en forma de cerveza y/o vino fino, acompañadas de alguna tapa y media ración de jamón. Cuan cierto es que cuando las musas no quieren venir es imposible escribir, al menos yo raramente escribo sobrio.


Con tan idílicos pensamientos me encaminaba hacia el bar cuando el horror me salió al encuentro, la peor de mis pesadillas se hizo realidad y quise morir por la apocalíptica visión que me encontré, pues el bar, perdón, El Bar estaba siendo sitiado por fuerzas enemigas, por legiones de primates que, tras ajusticiar contra una pared a los últimos soldados españoles, se disponían a arrasar con sus vehículos blindados y sus terribles platanoexplosivos este rincón de Andalucía tan especial para mí. No sé si seré capaz de transmitir lo que significa El Bar para este Corresponsal porque para mí es el mágico lugar de mis mejores Crónicas y partidas de cartas, el bucólico sitio donde la inspiración me acompaña hasta al cuarto de baño, el único lugar donde suelo ser feliz, donde sonrío por las mañanas ante mi café y mi tostada de campo con aceite y ajo del tamaño aproximado del hocico de un mulo, el único lugar donde dejo a gusto que mi conciencia etílicamente me abandone y a veces amanezco relajado bajo un taburete con sabor a colillas en la boca a pesar de que no fumo (ya he aprendido a cerrar la boca cuando barren, incluso cuando estoy inconsciente) y no podía permitirlo, no, no podía permitir que me arrancasen, que me extirpasen esa parte de mí. He soportado chocopuntos, persecuciones en varios continentes, continuos e inexplicables rechazos carnales por parte de Lantanique, el expolio de mi fábrica durante la caída de Andalucía, la quema sin motivo de mis cajas de herramientas, pero El Bar, eso no… no…. no… ¡QUE NO, COÑO!



Pelotón de fusilamiento brasileño acabando con la última Resistencia española entorno a El Bar


Cegado por lo que sentía hice algo que no sabía ni que era capaz de hacer: Me dispuse a combatir. Aprovechando que las tropas enemigas estaban despiojándose unos a otros en cordial camaradería propia de su especie, me infiltré entre ellos dando los buenos días y rascándome la cabeza y el culo al mismo tiempo para no parecer diferente. Me dirigí hacia un tanque Q6 reluciente y con las insignias de eBrasil que estaba al ralentí frente a El Bar esperando órdenes para arrasarlo todo, introduje la cabeza por la escotilla, enseñé un plátano y cuando conseguí la atención de los tripulantes del blindado tiré el plátano bien lejos. Aproveché la carrera desesperada y la pelea subsiguiente que hubo por el plátano en la nieve, me metí en el tanque y cerré la escotilla… ¿nieve? sí, había visto bien, había nieve por todas partes y gélidos vientos siberianos comenzaban a hacerme tiritar, pero la cuestión en ese momento era otra, mi determinación era evitar la destrucción de mi particular santuario.



Gracias a mi astucia seguían peleándose en la nieve mientras yo me hacía con un magnífico tanque Q6


Sin que se lo esperasen comencé a arrearles cañonazos a los desprevenidos brasileños, que saltaban y gritaban mientras me tiraban plátanos y heces. No me amilané por el horror que estaba causando, por la carnicería de mi alrededor y seguí disparando, repeliendo contrataques, sólo pensando en mi objetivo, en la salvaguarda de El Bar. Durante casi dos horas, hasta que me quedé sin munición, estuve disparando a cada hocico que veía asomar, a cada soldado que intentaba darme un platanazo, era una marea incesante y estaba solo, pero cuando se hizo el silencio vi que algo había conseguido, porque las tropas enemigas pasaban de largo, no queriendo molestar a tan bravo soldado, no queriendo despertar de nuevo a la bestia que habita en mí. Por radio me comunicaron que se me concedía una Medalla de Héroe por lo que había hecho, mi primera medalla, pero había sido una satisfacción personal, de nada había servido, sólo salvé aquel rincón: el levantamiento de Andalucía había vuelto a fracasar.


Salí del tanque, me adentré en mi preciado Bar y busqué una botella de Brandy de Jerez tras el mostrador para ver si entraba en calor. Me serví una copa de balón (casi de reglamento, todo hay que decirlo) y contemplé la calle, los escombros, la nieve haciendo remolinos con el viento siberiano… joder ¿por qué hay nieve en esta parte de Andalucía, si la última vez que nevó en Jerez fue en el 54? Y entonces vi que había cosas que habían cambiado desde que me detuviesen los Admin de la GestapoeRepublik ¿desde cuando había una ferretería frente al bar? Al menos eso parecía, porque el logotipo era una hoz y un martillo ¿por qué había tanta gente con gorro de piel y una estrellita roja en el gorro? ¿por qué corría ese muchacho de la División Azul y por qué otros españoles con gorros y estrellitas iban tras él? Debía ser algún juego. Pero lo curioso de todo esto es que los de las estrellitas te transmitían la sensación de que iban a su bola, como si no estuviesen en un país ocupado, de hecho el enemigo pasaba en formación a varias calles de distancia como si no los temiesen… ni idea.



Logotipo de la nueva ferretería que han montado frente a El Bar. Deben estarse poniendo las botas o es una franquicia porque veo el mismo logotipo por todas partes


Uno de aquellos españoles de gorro de piel y estrellita roja en el gorro entró a El Bar.


-Buenos días, camarada- me saludó al tiempo que se presentaba, aunque era la primera vez que me encontraba con alguien que añadía su nombre al final de un buenos días.

-Buenos días, Espaugyl- contesté para no ser menos, presentándome de igual manera.

-¿Cómo dices?

-Que me llamo Espaugyl, Sr Camarada.

-No te entiendo

-YO ESPAUGYL, TÚ CAMARADA- le contesté en el idioma universal de los gritos pensando que igual era extranjero y me tenía que hacer comprender aunque le sangrasen los tímpanos.

-No me grites, camarada- me respondió.

-Y dale. Camarada eres tú, yo soy Espaugyl- le contesté con paciencia, sabiendo que el idioma español a veces los extranjeros lo hablan y prostituyen con alevosía.

-Lo que tú digas, camarada, yo sólo he venido a beber y olvidar.

-Pues has dado con la persona adecuada para acompañarte- le repliqué olvidando nuestras diferencias lingüísticas y por qué se empeñaba en llamarme con su propio nombre- ¿Trabajas en la nueva ferretería?- le pregunté amablemente mientras le llenaba su copa.



Generosa copa de Brandy de Jerez que le puse al Sr Camarada y en la que habría miccionado si llego a saber lo que vendría después


-¿La qué? Ah, sí, ya entiendo, un disidente ¿no? No te preocupes por mí, puedes hablar en confianza, llevo esta estrella roja por seguridad, no quiero acabar como otros- me comentó en tono cómplice y bajando la voz.

-¿Como quienes?- no entendía una mierda, pero en los siguientes minutos me enteré de que al parecer había gente que trabajaba en las ferreterías de buen grado, gente que trabajaba obligada y no estaban bien vistos y gente que perseguía y vigilaba a los que trabajaban y a quienes no querían trabajar. Y por supuesto hice la pregunta del millón:

-¿Y la guerra, cómo la llevan los ferreteros?

-De allí vengo, un desastre- me contestó- Acabamos de perder otra batalla, hemos perdido el respeto que nos tenían, hasta nuestro aliados van a su bola.

-¿No erais suficientes?-pregunté intrigado.

-Éramos el ciento y la madre, verás: Había como 50 Generales, 300 Comisarios Políticos, 20 Jefes de Propaganda, 40 Animadores Culturales, 15 Ideólogos del Partido y la tropa.

-No entiendo- añadí aún intrigado- ¿pocas armas quizás?

-El problema era otro, no me dejaste acabar. La tropa la componíamos otro soldado y yo, que avanzamos mientras los comisarios políticos nos observaban desde las trincheras y los cincuenta generales nos gritaban órdenes contradictorias… al final el otro soldado desertó a ePolonia y yo me retiré aún a sabiendas de que me esperaba un Tribunal del Pueblo para juzgarme por Alta Traición.

-Vaya panda de incompetentes estos ferreteros- dije entre sorbo y sorbo de Brandy- mejor que monten una papelería, parece que aparte de cargos y logotipos no hacen mucho más ¿Y saliste mal parado del juicio?- pregunté en tono distraído.

-En verdad fatal, pero pude conmutar mi pena de muerte por servicios al Pueblo, de hecho si entrego a Traidores que no sean del Partido y hablen mal de ellos incluso podré hacer carrera en la franquicia de ferreterías, en la URFF (Unión de Representantes de Ferreterías y Ferralla)- me explicó al tiempo que sacaba una pequeña grabadora en funcionamiento y la depositaba sobre la barra. Ver la grabadora, ponerse a gritar ese energúmeno para que viniesen sus amigos, y yo salir corriendo a buscar un buen escondrijo fue todo uno. Ahora son mis compatriotas, los españoles, quienes me persiguen, como si no tuviese suficiente con los Admins y los brasileños.


Escondido en un iglú, bajo la nieve de importación que han traído estos ferreteros, se despide este Corresponsal de Guerra soñando con la calidez no conseguida de Lantanique, esté donde esté.


Espaugyl