[SN] Cuento de eRepublik: Segunda Estrofa

Day 2,582, 11:07 Published in Spain Spain by johnnhy



PRIMERA ESTROFA
Se recomienda leer la primera estrofa anteriormente aunque no es imprescindible





SEGUNDA ESTROFA


Se despertó y todo seguía tan oscuro como cuando se había ido a dormir. ¿Se había pasado durmiendo un día entero? Imposible. Miró la hora en su reloj y comprobó que eran las doce y media. O el sol estaba oculto por las nubes más negras jamás vistas, o se trataba de las doce y media de la noche. Empezó a sentir de nuevo el mismo terror que le había asaltado la noche anterior. ¿Era o no era un sueño?

Los próximos treinta minutos se le hicieron eternos a Herr Hans. A veces comprobaba el reloj y ni siquiera habían pasado quince segundos desde la última vez. Al fin, llegó la hora. Nada más alcanzar la aguja de su reloj la hora definida, Herr Hans escuchó como alguien abría la puerta de su casa. Rezó por que fuese su mujer.

Petrificado en su cama, inmóvil e incapaz de gritar, vio como se adentraba en su habitación el visitante ultraterrenal. Un extraño personaje, el reflejo del típico noob eRepublikano. Una persona con el rostro del jugador sin avatar. Era como un niño, con esa apariencia de novato, y a la vez parecía un viejuno, con aquel sombrero y aquel aura fantasmal que le rodeaba. Herr Hans empezó a balbucear tratando de decir algo.



«¿Eres tú el espíritu cuya visita se me ha anunciado?» logró por fín preguntar Herr Hans.

«Soy yoo» dijo con un susurro el espíritu.

«¿Quién y qué eres?» preguntó tartamudeando.

«Soy el fantasma del eRepublik del pasado.»

«Aha... ¿Y qué quieres?» dijo sin entender nada.

«¡Levanta y ven conmigo!»

Herr Hans quiso eludir su amable invitación argumentando que fuera estaba nevando y que hacía mucho frío, además de que sus ropas no eran las más adecuadas y podría sufrir un resfriado. Pero el espíritu le ignoró, le agarró la mano y le hizo levantar. El espíritu se dirigió hacia la ventana, y enseguida Herr Hans le suplicó de rodillas que él no podía volar.

«Hasta un vulgar y simple pollo sin cabeza tiene más fe que tú.»

Tras pronunciar estas palabras, le agarró de su americana y atravesaron el cristal de la gran ventana para ir a parar a un lugar lejos de la ciudad donde vivía, en un día claro y soleado de noviembre. Enseguida Herr Hans reconoció aquel lugar.

«¡Aquí es donde creamos eRepublik!» exclamó con fervor.

Herr Hans se emocionó con la visión de las primeras oficinas de eRepublik, allí donde dieron a luz a su idea y crearon el juego tanto él como Lemnaru. El espíritu le guió hasta el interior y pudo reconocerse a sí mismo de joven, frente a un ordenador algo más viejo que el que tenía ahora, leyendo un artículo de la prensa.

«¡Me acuerdo de esos jugadores! Tuput... Maltus... El verdadero y primer SombraX... Basquiat... ¡Taguaro! ¡Meiko! ¡Goldfinger! Sus trameos en el Think Thank...»



A medida que iba diciendo nombres se iba emocionando un poco más. Suspiró y observó con detenimiento los hermosos principios del juego, la ilusión tanto del pequeño equipo de admins del juego como de los cada vez más jugadores que tenían. Jugadores que más adelante habían pasado a denominar como clientes. Aquellos tiempos fueron buenos tiempos. Herr Hans levantó la vista de su antigua pantalla y buscó a Lemnaru, que trabajaba en otro despacho.

«Lemnaru estaba arreglando uno de los primeros bugs de los muchos que hubo.» se adelantó a decir el espíritu.

Casi se le olvidaba aquella parte de la historia, los interminables bugs que sufrieron en sus inicios, desde los más insignificantes hasta el famoso y catastrófico goldbug. Por sufrir sufrieron hasta ataques DDoS, pero salieron adelante y el juego sobrevivió a todos y cada uno de ellos. El incansable equipo de eRepublik trabajaba duro para solucionar con la mayor presteza cada uno de los bugs, antes de que apareciera el siguiente.

De repente la oficina desapareció y Herr Hans se vio envuelto en la habitación de un PONero, y no uno cualquiera. Se acercó a la pantalla para observar qué era aquello que absorbía tanto al que se convertiría en el mayor momio que haya pasado jamás por el juego, y enseguida se dio cuenta de que se trataba de la madrugada del día 31 del año 2009.

«¿Recuerdas aquella batalla?» preguntó el e-fantasma.

«¿Qué si la recuerdo...?» dijo con una sonrisa Herr Hans, «La inolvidable Toma de París, como no iba a recordar tan épica batalla.»

Hasta un recién llegado como aquel jugador se quedó enganchado varias horas aquel día, observando cómo se movía el muro, las tanqueadas que nada tenían que ver con las actuales, donde sin una buena estrategia no se ganaban batallas, donde había que hacer mucho más que poner COs y donde la influencia de los viseros era infinitamente menor que la de ahora. Entonces, la gente se quedaba horas y horas siguiendo las batallas, guardando daño, organizando pegadas. Las milicias eran realmente relevantes, y la pegada de las FFAA y las FAF aquella madrugada fue, sin duda, digna de ver. Porque entonces, las batallas eran especiales, tanto que eras capaz de acordarte de ellas tras varios meses. Ver la pasión que demostraban algunos de los jugadores, su esfuerzo en el juego, era algo que no tenía precio, algo que incluso escapaba a lo que jamás se hubiera imaginado Herr Hans cuando fundaron eRepublik.



El momento de gloria española enseguida se desvaneció. Seguía en la misma habitación, allí donde ahora una voz con acento sevillano llenaba la habitación de una momiez insuperable y maravillosa. Era una de las primeras eRadios, la RNeE. Aquellos jugadores realmente disfrutaban de eRepublik, era muchísimo más que un juego de estrategia, era un juego sin fronteras. El módulo político, combinado con las estructuras outgame que había creado la propia comunidad, emulaba casi a la perfección una política real, tanto en lo bueno como en lo malo. Trameos, robos, pactos, alianzas, y sobre todo, fails. Fails por todas partes. Maltus metiendo 16k gold, que se dice fácil, en una empresa que sería comprada por los húngaros. O las 987 multis del Sanedrín, capaces de decidir las elecciones. Los intentos de TO a Francia, entre otros países. El café de no querer cambiar las pass de los polvorines de las FFAA y ver como te roban todo el almacén de armas, que no era poco. La máxima traición de un presidente a su país, la Ramsada.

Cientos de momentos inolvidables para muchos, para los que se pasaban horas judeando en un mercado con divisas distintas para cada país, especulando para sacar la mayor tajada, haciendo cálculos, llevando hojas de excel sólo para administrar tus empresas y sacarles un buen beneficio; también para los que se pasaban horas y horas trameando en las oscuridades del IRC, o en foros incluso, como los del Think Thank; o incluso para los que se desvivían por crear aquello que llamamos contexto, subtitulando vídeos, haciendo concursos, tiras, viñetas, artículos que tardaban en escribir horas y horas.

Y avanzaron en el tiempo, unos cuantos meses más. La cara de Herr Hans cambió al instante, la luz mágica de eRepublik empezaba a apagarse, como un sol que se muere y su calor no es capaz de mantener a los planetas que le rodean con vida, muriendo uno a uno, lentamente. En la pantalla del jugador ya no tan novato se podía distinguir el perfil de Tuput, Taguaro, Pechorin, EduardoZ, Osculton, Guela, Skaycita, Catlander, Juan Costa, Charrito y cientos de ellos. Todos e-muertos. Jugadores que habían dejado huella con su paso por el juego, de distintas maneras, pero que se les echaba de menos.

eRepublik, por entonces, estaba cambiando.

«No es mi intención lanzarme ahora a criticar el juego ni a sus creadores. Les reconozco haber creado un lugar de encuentro, quizá un “circo sólo para locos” como dijo aquel, un sitio donde he disfrutado, penado, luchado y vivido muchos momentos que quedan para el recuerdo de mi avatar y de mi mismo.» escribía un Pechorin despidiéndose. «Para mi es el colectivo de jugadores y no el contenido u objetivo del juego lo que se ha convertido en el centro de este “nuevo mundo”. No soy nada original a este respecto, ya que muchos lo han dicho antes que yo y espero que muchos lo hagan después.»



Los buenos tiempos se acababan, ya la gente empezaba a criticar el camino que estaba tomando el juego. En esos tiempos, Lemnaru fue cuando abandonó dejándole sólo. Ni él ni Herr Hans eran ya los mismos que crearon el juego con tanta ilusión. Ya sólo pensaban en la cantidad de dinero que estaban ganando gracias al juego. No eran más que dos jóvenes emprendedores que se habían ganado su propia fortuna a base de crear su propia empresa: eRepublik.

Porque ya no era un juego, era una empresa. Y eso se vio reflejado rápidamente, tanto que muchos perdieron aquella ilusión mágica que les retenía en el Nuevo Mundo.

«Espíritu, sácame de este lugar» dijo entristecido Herr Hans.

«Sólo son sombras del pasado.»

El espíritu le hizo caso y viajaron a la casa de otro jugador e-español. A juzgar por lo que se veía en la pantalla del ordenador de aquella persona, se trataba del mismísimo Presidente de eEspaña. Y en la pantalla...

«¿Por qué me haces ver esto, espíritu?», preguntó Herr Hans a punto de llorar.

Ahí en la pantalla no tenía sino el trasfondo que provocó la huída de gente como Pechorin. Era el documento oficial firmado por prácticamente todos los presidentes de todos los países, el inicio de la efímera Revolución contra los Admins. No podía dejar de recordar cuál fue su respuesta cuando sucedió aquello. Fue la victoria con peor sabor jamás conseguida.

Misiones, misiones para romper la revolución, misiones para conseguir más dinero, misiones para empujar a eRepublik por una cuesta que nunca más sería capaz de remontar, y por donde caería sin descanso el resto de los días próximos, acercándose cada vez más a su fin, que seguía pareciendo lejos pero seguía siendo inevitable.

«¡Sácame de aquí! ¡No puedo soportarlo!» gritó Herr Hans.

«Te lo he dicho, sólo son las sombras de las cosas que sucedieron. Son lo que son. No debes culparme a mí.»

El e-fantasma se comportaba de un modo extraño, completamente indiferente a sus súplicas y ruegos. Su rostro empezó a cambiar, y en él, Herr Hans observó una infinidad de avatares que pertenecieron a jugadores ya e-muertos, que consiguieron atormentarle todavía más.

«¡Déjame! ¡Déjame en paz! ¡Por Varnish misericordioso!» proseguía Herr Hans.

Se puso de rodillas, apretando la cara contra sus propios muslos, huyendo de la visión que le mostraba aquel maléfico espíritu del eRepublik del Pasado. Cuando quiso darse cuenta, vio que estaba solo, en su dormitorio.

Volvía a ser de noche, una noche tan oscura como la del día anterior. Exhausto por el viaje incorpóreo del día anterior que se sumaba a las pocas horas que había dormido durante la noche, se echó sobre su cama y cayó sumido en un profundo sueño.




TERCERA ESTROFA


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