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Un joven estudiante de literatura encuentra entre los polvorientos libros de la biblioteca un libro titulado “historias pasadas, relatos futuros”.

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Esto comenzó ese 13 de enero de 2015, a las 06:00 a.m. yo desperté en el frió de una mañana de invierno, camine a mirar por la ventana para ver si la nieve que anoche habia comenzado a caer todavía seguía allí, pues hay estaba pero no en el tono blanco que se supone la nieve debe estar, era un tono rojizo como el vino mas tinto derramado en una tela blanca, el bullicio de la ciudad no se escuchaba, y dormido todavía pestañee dos veces, refregué mis ojos, y pensé: esa droga de anoche me a jugado una mala pasada, tome mis cosas dirigiéndome hacia el baño, para lavar las jaquecas de una larga noche de insomnio y 3 horas durmiendo profundo gracias a las drogas que nos dan para el sueño, pero esa es otra historia, mientras veo mi cara en el espejo no puedo evitar ver mis cicatrices de batallas perdidas, pero afortunado de mi, nunca he sido herido de gravedad, excepto aquella vez, debe ser por suerte o por que él no me quiere en el cielo todavía, y pensar que fui ateo hasta que la mismísima muerte me tomo entre sus brazos y lo único que pensé fue encomendarme al mas grande. Aunque tengo la suerte de vivir, llevo en mi el peso de miles de camaradas que perdieron su vida a mi diestra y siniestra vi caer hasta a él mas valiente, dejando solo su mirada perdida en el tiempo, son recuerdos de los cuales no tengo tiempo de recordar y quisiera borrarlos de mi mente, dado que el presente no es mejor.



Ya alistando mis últimas cosas, mi mochila mi ropaje de invierno mi arma y demás, golpean la puerta, --Soy Jiménez el reemplazo del caído anoche -- empuñe mi arma mientras me dirigía hacia la puerta, cuando abrí no me sorprendió ver a un niño de 17 años en ropas de soldado camuflado invernal, por que nuestras fuerzas se agotaban y cualquiera que pudiera empuñar un arma de asalto era considerado apto para engrosar las filas.



Nuestras fuerzas caían día a día, tras los pesados bombardeos en los frentes de batallas, y la moral junto con ella, aunque la propaganda era buena, no podían engañar a una nación que despertó de tantas mentiras.
Pregunte al joven Jiménez si traía las instrucciones de nuestro próximo objetivo, -- tenemos que pasar por ellas en donde esta el Capitán de la Compañía Murciélagos --, salgamos pronto de aquí antes de que las luz del sol nos convierta un blanco fácil, - Jiménez - tiene razón anoche en la guardia sentimos los morteros explotar del lado derecho del edificio - … entonces comprendí que el tinte rojo en la nieve, solo era la sangre de la patrulla nocturna.



Continuara…

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