[Junio] Algunos minutos

Day 934, 11:25 Published in Chile Argentina by Faunoskov

En respuesta a las pocas luces e-culturales que se han vislumbrado, sobre todo el último texto de M4yer, como consuelo de haber sido un ministro de cultura frustado. Hoy si no fomentamos con nuestras propias creaciones. Hoy si bien nos hemos alegrado de ver que de a poco se han retirado a sus callejones los artículos fails y los artículos con soberana sangre en el ojo, paso a publicar un texto que relata la historia de un personaje muy particular.

El llamado público es a seguir con la difusión de la cultura y la diversión en los periodicos tanto eChilenos como eLatinoamericanos para, así, promover la buena onda y un sentido de comunidad real.

¡La expresion cultural es la mejor manera por la cual comunicarnos!







Título: "Algunos Minutos"

"Cuando todos se restan, queda aún algo que resulta familiar"



Voy pasando por la alameda cuando sin reparo del semaforo me detuve. Abrí la ventana para tomar aire y contemplar el lugar (era un error ponerse a preguntar por qué había parado: era un momento nomás). El olor a goma era insoportable. Un poste tenía un foco que ilumana de frente a la calle con su luz amarillenta. &quot😉emasiada palidez", hubiera dicho mi vieja con un tono irónico. Yo le hubiera hablado de que me había acordado de la mostaza desabrida que le ponía al pollo cuando no tenía curry. "Nada que ver", me hubiera dicho,y todo hubiera pasado como un dialogo más.

Son las cuatro de la madrugada y el semáforo estaba en rojo cuando lo noté. Esperé la roja como cualquier conductor lo haría. Miré lo largo de la alameda, seguramente esa del hombre libre que anduviera caminando por ahí perdido, inquieto, inseguro, pero bueno: libre al fin y al cabo. No sé, me tomó más convicción que tiempo reconocer que no había nadie por las calles, o tendido en el pasto, o en compañía de alguien o de un vino envuelto en una bolsa. Supongo todos dormirían, salvo las cámaras que alguien está manejando alguien en alguna tenue oficina, quizá con un café que se enfrió y un periódico que nunca tuvo interés. Recuerdo esa camara: me parece que nos conocemos desde hace varios años ya. Por un momento pensé en saludarle con la mano, con ese saludo afectuoso que uno pudiera dar a quien no ha visto desde hace tanto tiempo, pero me daba por vencido de antemano: dormía o estaba distraído, en otra, haciendo guardia de otro lugar. No era ni falta ni ingratitud, tampoco esperaba algo de su parte.

Pese a todas estas especulaciones exageradas, aún así, esta cámara de sencillos movimientos horizontales y verticales los había visto a todos pasar: las micros de todos los colores de anteayer, las amarillas de ayer, y las albiverdes de hoy en día. Los innumerables peatones.

El mono verde del semáforo pestañea. Quizá cuántas rojas y verdes se batieron como el sol y la luna la atención de que yo hiciera caso: ¡detente! ¡avanza! me hubiera recalcado un peatón al querer cruzar la alameda, o algún chofer presionado por el tráfico. Cierro la ventana. Habían unos ancianos que se retiran con paso ligero a los callejones con sus bolsas y cartones. Parece que no les gusta que les molesten. Calle Meiggs de noche es un pesebre oscuro, un refugio de intercambios oníricos. Los cartones de mercancías darían la cuota de quién pasaría más rápido esa noche,más dormido, menos estremecido por lo frágil del cuerpo desnudo tendido sobre el olvido urbano.

Por fin un cambio: luz verde de automovil: avance, avance, mientras el mono rojo se posa rígido, entumecido, austero. Todo parece seguir igual. Prendo el motor adormecido. Le costó partir a este cachorro. Hace frío y todos podrían entender que este repentino partir sea difícil de tomar: el manubrio helado y el parabrisas blanco.

Avanzo hacia adelante, aunque la verdad de las cosas es que olvidé a donde iba. Me pierdo. No es lo mismo todo esto que ese calor humano que se entrevé en el día, a medio día, cuando la estación parece más central.Vuelvo de donde venía: me desestaciono.

El desandar. A eso me refiero. Por eso ahora voy en retroceso. Me lo permito porque aún es de madrugada y no hay alguien como para que te diga algo. Hago la pequeña revuelta urbana: Soy el hombre libre de la alameda haciendo el sueño de los difuntos.

La camarita amiga sólo mira. No tiene nada que decir más que su pestañeo rojo, como el del mono.




Saludos