¿Qué le pasó a heroldo? (primera parte)

Day 1,989, 10:54 Published in Paraguay Paraguay by heroldo

ADVERTENCIAS IMPORTANTES:

Todos los personajes en esta historia son ficticios, salvo algunos que son farsantes. Cualquier semejanza con la realidad es un error ortográfico. Cualquier semejanza con la saga de guarara es pura coincidencia.

El siguiente material contiene escenas que pueden causar disturbios emocionales a los jugadores de siempre. Evitense repetir comentarios ya emitidos con anterioridad. Si tanto le molesta, simplemente no lo lea. Como suele decir cierta cucaracha por ahi: "Si te pica, rascate!".


El tereré de guarara

Mientras heroldo caminaba buscando el mejor lugar para evacuar el exceso de líquido que cargaba, sólo podía pensar en la insistencia de guarara en preparar el tereré y en lo cargada que siempre le pasaba la guampa. No conocía bien al nuevo compañero, aunque sí lo recordaba. Fue guarara quién le respondió mucho tiempo atrás, cuando heroldo se iniciaba en el ejército, la primera pregunta que se atrevió a realizar. También recordaba la vez que le invitó unas galletas cuando se había quedado sin provisiones. Concluyó que no debía desconfiar de él, que sólo estaba siendo amable, que la idea de una trampa se debía sólo a su fértil imaginación.



El escuadrón eligió aquél lugar justamente por la espesa vegetación que los mantendría ocultos. Al costado del sendero que debían seguir más tarde, heroldo encontró un montículo de arena que serviría perfectamente a sus propósitos. Escuchó los primeros ruidos mientras terminaba de escribir la "r", pero los ignoró. Se decepcionó al darse cuenta que no le alcanzaría el líquido amarillo para terminar el nombre de su amada: "Borom". Hacía tiempo que estaba separado de ella, la extrañaba. "Debí haber tomado más tereré..." pensó. Recordó esas veces que secretamente escapaban juntos hacia lejanas tierras para cazar BHs en peleas intrascendentes, y cuánto disfrutó aquella madrugada en la que consiguieran más de media docena de ellas.



La segunda vez que percibió aquellos ruidos fue cuando supo que estaba en peligro. Sin inmutarse empezó a buscar un sitio seguro, pues se encontraba desprotegido. Llamó su atención un agujero en el terreno, hacia su izquierda, que parecía la madriguera de algún animal pero era pequeño, no serviría. Otro sonido aún más fuerte le hizo saber que ya era tarde, su agresor estaba detrás de él. Giró rápidamente sólo para darse cuenta que eran tres, no uno, los que se le abalanzaban. Trató de alcanzar su cuchillo que estaba sujeto a la cintura de su pantalón, pero a la altura de sus tobillos debido a su reciente actividad, por lo que al agacharse para lograrlo, perdió el equilibrio y cayó.



Con mucho esfuerzo pudo contener momentáneamente a los atacantes, aunque no logró evitar que uno de ellos le mordiera el brazo izquierdo que quedó manando sangre por una gran herida. Un rápido vistazo le sirvió para notar que había más de 40 extraños que se le acercaban con las mismas intenciones que los tres primeros. Se arrastró como pudo hacia el campamento y con un grito llamó la atención de sus amigos. Al pasar por encima de la madriguera, el terreno bajo él colapsó y, literalmente, fue tragado por la tierra. La brutal caída de más de 3 metros lo había salvado de sus agresores, pero el fuerte golpe recibido lo dejó inconsciente.

La cueva



¿Despertó? En realidad no lo sabía. ¿Cuánto tiempo había pasado? Nadie podría contestar esa pregunta. No sentía las piernas ni los brazos. En aquella penosa situación sólo podía pensar, recordar. ¿Quiénes eran esas extrañas personas que lo atacaron? ¿Cómo saldría de allí? En eso logró distinguir un destello luminoso tan intenso como lejano. Eso lo esperanzó. Volvió a desvanecerse.

Al recuperar la conciencia por segunda vez, se sintió más animado y logró incorporarse. Su brazo ya no sangraba, pero la herida abierta le provocaba mucho dolor. Estaba rodeado de una intensa oscuridad, sin embargo la lejana fuente de luz permitía distinguir algunos detalles que fueron suficientes para estar seguro de que se encontraba en uno de los pasajes secretos que se construyeron durante la guerra pasada, anterior a su ingreso al ejército. Estas historias las había escuchado mientras estuvo como integrante del Regimiento 9. Decidió ir en dirección al destello de luz: "Debe ser la salida.", pensó. Tenía la esperanza de que el Escuadrón, alertado por su grito, haya podido defenderse del ataque de la horda de extraños.

Mientras avanzaba gateando lentamente, debido a la baja altura del túnel y a sus pocas fuerzas, seguía recordando su pasantía en el Regimiento 9, al cual asociaba siempre con: "error". Poco tiempo después de ingresar al mismo por "error", había sido elegido como Capitán tras su postulación por "error". Fue por "error" que se enteró sobre "la muralla", sobre los planes para construirla y, también por "error" fue testigo una noche de las intimidades del Regimiento 9. Ni Flanalex, el ex-Capitán, ni Flanobi, su mano derecha, se imaginaban que heroldo volvería a las barracas e interrumpiría su meloso ritual privado. (La escena que correspondía fue censurada por el Comité de Buenos Modales). Lo que heroldo presenció esa noche obligó su partida, ya no podría volver a mirarlos a los ojos y si se quedaba no sería capaz de mantener el "Secreto de La Muralla".



Ya casi sin fuerzas llegó hasta el final del largo y húmedo túnel. Se encontraba en una especie de cámara que alguna vez sirvió como depósito. Enseguida notó que apilando varias de las viejas cajas de madera allí guardadas podría alcanzar el pequeño agujero del techo. Se incorporó torpemente y con mucho esfuerzo logró subir una de las cajas sobre otra más grande. Trepó sobre la primera y al subir sobre la segunda, ésta se rompió y heroldo cayó dándose un fuerte golpe en la cabeza.

La soberanía



Cuando logró enfocar la vista miró a su alrededor y vio que de la caja de madera recién destrozada habían caído suplementos médicos. Se estiró para alcanzar lo que parecía un botiquín de primeros auxilios y procedió a curarse la herida del brazo, que luego vendó cuidadosamente. "Debo salir de este lugar antes que anochezca.", pensó. Estaba seguro de que sus compañeros repelieron a la horda, pero al no encontrarlo seguirían su camino creyéndolo muerto.

Mientras buscaba otra caja más resistente, al mover unas muy malgastadas, encontró una que contenía un montón de papeles con aspecto de documentos. Como el día estaba bien soleado, en la cámara había luz suficiente para poder leerlos. Uno tras otro, todos los que atinaba a leer contenían información confidencial nunca divulgada. Al parecer, el grupito que manipuló al Paraguay a su antojo unos años atrás y que ahora estaba ansioso por retomar el poder tirano incluso a costa de la soberanía nacional, había escondido en este lugar toda la evidencia que los incriminaba.



Al cabo de unas horas de minuciosa lectura, heroldo estaba satisfecho. Esos documentos atestiguaban los episodios vividos en aquella oscura época de tí... titera... tíranía (¡perdón!). Se trazó el plan de seleccionar un paquete que llevaría consigo y el resto de los vitales documentos los enterraría en un lugar cercano que sólo él conocería para resguardarlos. Luego debería ir a la capital para enfrentar al grupito que recientemente había reconquistado el poder mediante un extranjero, traicionando las más comunes y ordinarias normas nacionalistas. No podía comentar esto con el Escuadrón, que a estas horas ya habría marchado asumiendo el deceso de heroldo, y esto era lo mejor porque estando "muerto" le sería más fácil cumplir su objetivo.

Apiló las cajas formando una especie de escalera por la cual pudo salir y reingresar en repetidas ocasiones hasta que ya no quedaron más documentos que proteger y luego de enterrarlos junto a una gran roca que serviría como marca, metió los que había seleccionado en una mochila encontrada en la cueva, la sujetó cuidadosamente a su espalda y empezó la larga caminata hasta la capital. "¡Falta muy poco para recuperar nuestra soberanía!", pensó.



por
heroldo