La buena educación.

Day 3,258, 14:03 Published in Argentina Spain by Barriga Verde

Tengo que reconocerlo, soy un tipo lleno de prejuicios, me molestan o simplemente no soporto acciones y actitudes que hoy en día se consideran no sólo correctas sino deseables. Y aún así por mi comportamiento nadie lo diría, mis notables carencias de empatía pasan inadvertidas gracias a que mis progenitores fueron de mano rápida y hablar después. Hoy día eso se llama maltrato infantil, pero no hace tanto tiempo era el eje vertebral de una buena educación.




Entre las muchas cosas que no soporto es las manifestaciones públicas de afecto homosexual, o dicho llanamente que dos tíos se metan la lengua hasta la garganta en mitad de la calle, sí, suena retrógrado, pero yo soy así; no obstante las veces que me he sentido sumamente incómodo en situaciones de ese estilo siempre, al apartar la mirada y pasar como quien no le da más importancia al asunto, he parecido una persona tolerante y permisiva, y es que cuando de pequeño te enseñan que es de mala educación quedarse fijamente mirando a desconocidos eso queda fijado como norma inquebrantable.

Tampoco soporto a la 3º edad, y sé que todos llegaremos a un punto donde todo será mucho más lento, quizás por eso jugamos a Erepublik, para ir acostumbrandonos. En mi bloque por ejemplo, donde vivo, hay un número importante de inquilinos que ya han llegado a la jubilación, y cada vez que tengo que pasar por el portal, parece una ginkana de obstáculos, entre andadores, garrotas y sillas de puestas al sol para tomarlo cual lagartos, sin embargo aquí la educación recibida vuelve a salvarme, bueno quizás más a ellos, y paso haciendo fintas y con una sonrisa de circunstancia hasta la puerta de mi piso que abro lo más rápido que puedo para librarme de la visión de un mañana cierto. Y aún así me tienen por buen vecino; el otro día ayudé a una señora a subir el carro de la compra a la 2º planta, iba delante de mi, tardaba yo menos en subir de espaldas y a la pata coja que esperar a que ella llegara, asi que cogí el carro, se lo puse en la puerta, y con la excusa de llevarselo pude adelantarla, no saben ustedes lo que es subir las escaleras detrás de una señora mayor cargada… Ya, ahora dirán, podrías haberla adelantado sin más, pero ahí vuelve a entrar en juego la zapatilla voladora de mi madre, y el cinturón elástico de mi padre que me enseñaron que había que cederle el paso a los mayores.



Ceder el paso a los mayores tiene además varias derivaciones, mujeres embarazadas, madres con niños en carritos, gentes con muchas cadenas de oro colgadas al cuello, si te bajas de la cera, te apartas unos metros, y les dejas pasar, todo son ventajas.

Me causa también cierto desasosiego el trato con personas de diferente estrato social al mío, que conste que aquí no hago distinciones, tanto por arriba como por abajo, querría yo ver a esos que dicen que los moros del top manta huelen mal, sentados al lado de una pija con un perfume tan empalagoso que ya te sube el azucar solo de olerlo, uno de esos perfumes que si se lo pusieran para ir al campo todas las avispas y abejas abandonarian la polinización de las plantas atraídos por esos efluvios. Sin embargo hasta en esos casos la educación siempre me ha servido de salvavidas, a parte de haber perdido el olfato con el tiempo, eso también, recuerdo aún la frase de mi madre, “niño está mal decir que la gente huele mal, si huele mal respira rápido”. Así que a fuerza de “respirar rápido” pude parecer en más de un momento asmático, pero nunca quedé mal.




Otro de mis muchos prejuicios es contra las frases hechas, ¿raro no? Pues como lo leen, no hay nada más que me ponga de los nervios que alguien abusando de su uso, así como les digo, que me caiga muerto si miento que me subo por las paredes cuando alguien lo hace. A Dios gracias doy sin que o aunque sirva, no recuerdo nunca como era, de precedente de nuevo la educación recibida, las veces que con gesto serio pero repleto de cariño, mi madre levantaba la zapatilla diciendo: “esta muy feo rectificar a los demás porque pareces un pedante y los pedantes caen mal”. En fin… creo que ahí faltaron más gestos de amor por parte de mis progenitores.

Aún quedan multitud de prejuicios de los que no les he hablado y contra los que lucho todos los días, porque es cierto que la educación si bien puede que no nos haga mejores, si al menos hace que lo parezcamos, y para vivir en comunidad con eso basta. Y ahora alguno de ustedes dirá: ¿A qué viene esto? La respuesta es simple; me acordé de eEspaña.