El poder de la invisibilidad en la vida real al igual que en eR (2ª parte)

Day 1,420, 12:42 Published in Spain Spain by Medusa 62


Ante todo, pedir disculpas por aburrir tan enormemente con mis artículos a parte del personal que anda por este juego, pero tranquilos, este será el último, pero soy una persona con palabra y me comprometí en mi anterior artículo a completarlo con este.

Antes de comenzar, se lo quiero dedicar a todos esos jugadores que ya no están por estos lugares, que por distintas causas, han decidido o les han invitado a salir del juego o simplemente parar por un tiempo.

Y sin mas, paso a narrar una historia que me contaron en la vida real, se titula “Si bizqueas los ojos te haces invisible”:

Cuando eras pequeño, eras tímido, y como tu madre era tan sabía, le preguntaste que podías hacer, cuando te sentías mal por tu timidez, ella inmediatamente te dio la respuesta: “ dirigir la mirada a la nariz y …. zas, ya no estás allí.”

Al principio no te salía, pero era necesario aprender, porque descubriste que ser invisible no era cómo el resto de las cosas, servía para algo. Si no te veían, no te podían hacer daño. Deseaste tanto ser invisible, que al final se cumplió. Tu visión se desenfocó y … zas, ya no estabas allí. O sí. Si que estabas, porque podías oir a tu alrededor: “¡Uy que raro!, ¿qué le ha pasado a este niño?”. Estabas allí pero no te podían ver. Eras invisible. Tu madre te advirtió: “Al principio te vuelves invisible, pero … ten cuidado, si lo haces muchas veces, puedes desaparecer”.

Y como todo hijo, desoíste su advertencia. Creciste, y en el colegio cuando algún profesor se metía contigo … zas, te hacías invisible. Llegó a ser tan habitual que se tomaban a broma tu extraña habilida😛 “¿Dónde estará? … ja, ja, ja, ¿vosotros lo veis?, a ver si llega para el final de clase, porque sino le tendré que mandar las notas por correo a sus padres”. Lo hacían porque, al igual que tus compañeros, tenían envidia. Envidia de no poder ser como tú. Envidia que a veces se transformaba en violencia, cuando te hacían y también te decían: “Si eres invisible a ver si notas esto …”. Al principio lo notabas porque no permanecías bizco lo suficiente. Ellos no entendían; que ser invisible no era lo mismo que ser invencible.

Te hiciste mayor, y fuiste conociendo sitios donde la diferencia no se gritaba a voces en un patio, pero si se intuía en cuchicheos de pasillos. Primero instituto, luego Universidad, luego un trabajo. Y siempre igual, burlas o, lo que es lo mismo; envidia. Cuando tuviste que presentar tu proyecto de fin de carrera: “Haga el favor de volver con nosotros, el tribunal, aquí en la tierra, y baje de la luna”. Cuando tu jefe te echó la primera bronca: “¡Pero qué cojones! … escúcheme bien, esto tiene que estar para mañana … o sea que; o vuelve con nosotros, o está despedido”.

Los años pasaron y aprendiste a hacerte fuerte. A esconderte de la gente que era envidia, y de la posible envidia que era la sociedad. Te fuiste haciendo invisible sin ritual, sin truco. Y así, dejaste el trabajo, la casa y las cosas que tu madre te dijo que hay que hacer. Pasaste varios años en la calle, entre cajas de cartón y periódicos, en una gran avenida de la ciudad, hasta que un día, mientras estabas durmiendo, alguien tropezó contigo. Era una chica hermosa. Una hermosura que debía ser alabada. Por eso, te levantaste y la perseguiste. Le gritaste a medias con timidez: “¡No te preocupes, estoy bien!”. Pero ella ni se inmutó de tu presencia; caminaba con paso firme como un soldado de un ejército ganador. Cuando la alcanzaste, le dijiste: “hola … yo … yo solo quería decirte que …” No te miró, sólo se paró para mirar su reloj. Entonces lo comprendiste. Como una última mezcla de lamento y desesperación gritaste a la gente que pasaba: “¿Acaso no me oís o me sentís?”. No hubo respuesta. La gente empezó a esquivarte con la facilidad que da el aire como obstáculo. Bajaste de la acera, te colocaste en medio de la carretera. Antes de que llegara el coche, supiste que habías desaparecido.




Pues bien, eso es todo, yo al igual que mi relato, he bajado al campo de batalla de eR y me he colocado en medio. Y antes de que llegara el tanque he sabido que había desaparecido.

Solo dar las gracias a los muchos jugadores que me han ayudado, pedir disculpas a los que he molestado.

Con sinceridad, no se me dan bien las despedidas y esta me ha parecido una forma excelente de decir adios a todos.

Hasta siempre y mucha suerte a todos.

Medusa 62 en su sarcófago de momia. (xdd)