Guerrero sin guerra

Day 3,724, 13:16 Published in Spain Spain by Siddy Tramero

Levantarse, sin el estrés de antaño, con el único objetivo de seguir al servicio del país, un país denigrado por los hombres de gris. Cumpliendo con el deber, cuando no queda nada, absolutamente nada. Nada por lo que luchar. Pero ahí seguimos, al pie del cañón. Me dispongo a ponerme el uniforme, me coloco la gorra encima de mi pelo rizado y totalmente cano, casi lanudo, y cojo las armas. Salgo, buscando al pelotón. Hoy nos tienen preparada la llamada “Operación Olaya”, 1200 soldados que debemos abatir, situados estratégicamente para que desarrollemos la operación en 34 minutos y 12 segundos.

Sí, mi pelotón de 15 hombres tenemos que derrotar a los 1200 soldados. Aunque claro, es posible que no tengamos el mismo concepto de soldados. En nuestro país, los enemigos son maniquíes de madera que se activan al ser derrotados. Inmóviles, inertes e incapaces de sangrar siquiera, más allá del LED rojo situado en su cabeza.



Cada día una nueva operación, un tiempo objetivo. Nos preparan, durante años, para vencer a los grandes enemigos del sur, como conoce la línea oficialista a nuestros enemigos. No sabemos si existen, ni su poder de fuego real.

Desde que el gobierno Gris tomó nuestra nación, no sabemos muy bien que pasa más allá de las fronteras. No hemos salido desde entonces, no han entrado desde que se alzaron con el poder. Nada enturbia el país. Son como las olas que llegan una y otra vez a la tranquila orilla mediterránea, sin parar. Y a nosotros, el ejército, nos siguen preparando para la batalla, que nunca llega. Hace 928 días que no salimos de expedición real. Antes era complicado estar lejos de casa, tomar los diferentes países por los cuales se iba expandiendo nuestro glorioso país, recordando gloriosas batallas. Paris, Gauteng, Liaoning, Florida... Ahora, sólo queda eso, el recuerdo, y unas viejas fotos de las victorias.

Soy un guerrero que no lucha, un poeta que trabaja en un banco o un artista que pinta fachadas de blanco. No sabría que hacer si el enemigo esquiva mi disparo. Hace años que no se mueve. Tampoco sabría como responder si el plan original saliese mal. Siempre tan perfecto, tan organizado. Todo controlado, como un reloj, el tac se escucha tras el tic, y el tic tras el tac. ¿Qué pasaría si un día dejase de sonar el Tic?



Pero es a lo que nos han acostumbrado. Acostumbrados a la costumbre. No les gustan las sorpresas, todo es previsible, lo imprevisible es el mal. Y la guerra, es lo más imprevisible de todo. No somos útiles, no somos serviles. Tampoco nos quieren para mantener el orden. Podríamos cometer errores. Hacen falta hombres sumisos para esas tareas, hombres que crean en el concepto de nación que se han formado. Un mundo feliz, un mundo donde los hombres de acción no valemos.

Soy Fernán, antaño uno de lo que llaman héroe de guerra; y estoy cansado de la rutina. No creo que siga mereciendo la pena luchar. Ahora los héroes llevan camisa gris y pantalón negro, y corbata, según su posición. Ellos, héroes que nos mantienen en paz y nos dan de comer. Gracias, pero no es para mí, no es mi lucha.

Sin embargo, un mensaje encriptado se coló bajo mi puerta, hace un par de días. No creo que una revuelta tenga sentido, ya han parado decenas, y cuando ven posibilidades de derrota, llegan a un acuerdo para comprarles. Todo el mundo tiene un precio, dicen.



Pero cuando no queda nada, cuando no hay aventura, ni sorpresas, es difícil ser comprado. Iría contra sus principios. No me concederán mis deseos. Por ello, creo que nos merecemos algo más. Estoy nervioso, mañana nos han convocado a una reunión. Pueden haberla enviado ellos, quizá una trampa. Puede ser mi último día.

Pero no me importa. Es el día más inquietante y emocionante desde que mi mundo se volvió gris, y a mi me gustan los colores. Recuerdo que me gustaba el naranja, y el miedo. Soy Fernán, y en mi posible final comienza esta historia.