8º - El tatuador

Day 4,758, 08:38 Published in Spain Spain by Carlos Galdon
LA FALTA DE INSPIRACIÓN

Hoy estaba pensando en que podía meterme a escribir, ya que útlimamente no ando muy inspirado para redactar, por ello me he dedicado a buscar algún relato no muy pesado que podría hacernos pensar a cada uno de nosotros en ciertos asuntos, sobre uno mismo.

Destacar que el escrito no es mío y al final os dejaré el enlace a la página en la que lo encontré. Me pareció muy interesante para pensar sobre lo egoístas que somos a veces y no somos capaces de ver mas allá de nuestro ombligo.


EL TATUADOR

Recién había llegado finalmente el circo ambulante, el cual era muy conocido por los diversos lares. Todos corrían con alegría a participar del mismo y visitaban con mucha emoción cada carpa que era parte de él. En una de esas carpas, se encontraba un misterioso tatuador, quien guardaba un secreto magistral. A menudo recibía a curiosos que deseaban conocer con ansias sobre su trabajo, pues por ahí decían que el tatuador poseía una tinta mágica que concedía deseos. El hombre esperaba ansioso al primer cliente del día; estaba listo para conceder el un deseo. Apenas en esos instantes, un joven de unos veinte años entró.

—¿Es usted el tatuador? —preguntó el joven con curiosidad.

—Eso es así. Puedes pasar —le respondió mirándolo directamente a su boca. Lo que nadie sabía era que el tatuador era parcialmente sordo y leía los labios de las personas para poder comunicarse con efectividad.

El joven tomó asiento y con rapidez preguntó información sobre los precios de los tatuajes.

—Para mi primer consumidor, es gratis —le respondió el tatuador—. ¿Deseas tinta regular o mágica?

—¡Mágica por supuesto! Por eso he venido —exclamó el joven—. Deseo eliminar todos los problemas de mi vida, todos.

—¿Todos? —le preguntó con curiosidad y dudando de que hubiera leído bien sus labios—. Pedir un deseo de esa magnitud puede traer graves consecuencias.

—Me escuchó bien, dije todos. Quiero un tatuaje pequeño en mi pecho; que sea un sombrero de mago con una varita mágica. Que así todos mis problemas desaparezcan de una vez y por todas.

—¿Estás seguro de lo que pides? —volvió a preguntar el tatuador—. No me responsabilizo de lo que ocurra por pedir tal deseo.

A pesar de las advertencias del tatuador, el joven estaba decidido. Con mucho cuidado, limpió el área del pecho del muchacho, y mojó la aguja con tinta mágica. Comenzó a realizar el dibujo que el joven deseaba aun estando consciente de que con gran posibilidad ocurriría algo inesperado. Y así fue.

No hizo nada más que terminar el tatuaje, cuando el joven desapareció del lugar. El tatuador soltó la aguja y la colocó sobre la mesa. Se dirigió hacia su diario y escribió las siguientes palabras: «Por más que les advierto, no aprenden. Los problemas no se resuelven con magia, y más cuando el dilema mayor es la misma persona que no quiere poner de su parte para encontrar una solución. Pobre joven, otro más que ha desaparecido».

Cerró su diario y tomó asiento. Era momento de esperar a su próximo cliente y rogar que éste se diera cuenta que era una persona sorda para así poder ser liberado de su propio hechizo.



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