Crónica Pseudo-económica de Carestía y Estrecheces

Day 1,612, 12:53 Published in Spain Spain by Espaugyl





Del incidente post-operatorio y holográfico de mi anterior Crónica estoy casi recuperado, tan solo tengo cierta insensibilidad en el índice de tanto darle al botón de encendido del reproductor holográfico hasta que agoté las baterías y… otras rojeces donde aún los puntos cicatrizan tras tanto incidente post-operatorio, pero ya he aprendido, no soy tonto, he comprendido que para mi próxima operación de fimosis me tendré que someter a un coma inducido para no poder pensar en Lantanique ni en cualquier peligrosa curva que se le parezca.

Bueno, pero volvamos a la semana actual, una semana en la que he conseguido sobrevivir a duras penas, ya que mis menguados ahorros han debido sufragar toneladas y toneladas de hielo terapéutico para mi hipersensibilidad post-fimótica junto con mi habitual suministro de alcohol, pues un hombre de bien no concibe hielo sin su parte proporcional de whisky para que este flote, lo contario sería contranatura y anti-arquímedes.



Aberración de la naturaleza: el iceberg, otra equivocación más de eDios… porque menos Él todos saben que el elemento natural donde ha de flotar el hielo es el whisky, el agua líquida sólo debería existir para poder llenar las cubiteras de las neveras


Por todo esto los últimos días estaban resultando un infierno, una tortura sin fin, una sucesión de horas en El Bar en las que estaba más tiempo ideando como dejar a deber mis consumiciones que en disfrutar del sopor alcohólico de las mismas. Para colmo guerras, lo que se dicen guerras, más bien pocas y un Corresponsal de Guerra sin guerras es como un jardín sin flores o un Guardia Civil sin bigote… lo cual me lleva a uno de los problemas con faldas que he debido de sortear por mi paupérrima situación.

Habiendo acumulado ya una deuda en El Bar que a veces confundía con un número de teléfono, estaba comenzando a decantarme por poner kilómetros de por medio en una de mis hábiles maniobras evasivas, pero mi calidad de cliente habitual, siendo confundido a veces por otros clientes con parte del mobiliario, hacía que se me vigilase estrechamente e incluso que me pusiesen estratégicos obstáculos a mi alrededor para que cualquier comienzo de carrera alocada hacia la libertad acreedora fuese detectada desde sus comienzos, por lo que en una situación más que surrealista hubo un día en el que apenas se me veía sentado en mi taburete rodeado de cubos, cajas de coca-cola, bolsas de basura, un par de perros durmiendo y varios barriles de cerveza.


Semioculto y con mis movimientos restringidos sólo tenía despejada la visión hacia la barra, por lo que no tenía más remedio que seguir pidiendo mis etílicas distracciones. En una de las veces en que llamé la atención del camarero descubrí que no era el habitual, que debía haberse sucedido un cambio de turno y alguien nuevo me atendía.


-Otro whisky, camarero- dije señalando el vaso- al parecer este ha desaparecido en los últimos minutos de forma paranormal.

-Camarera- me contestó el bigotudo empleado.

-¿Perdón?- respondí confundido intentando enfocar la vista hacia quien me corregía.

-Digo que soy camarera, de hecho soy la hija del barman, que me ha enseñado el oficio.

-¿Eres la hija de un superhéroe?- pregunté confuso mirando a mi alrededor por si veía a un enmascarado con capa y los calzoncillos por encima de los pantalones.

-Del barman- se reafirmó.

-Pues tanto gusto, nunca había hablado con la hija de un superhéroe- contesté amable- ¿Y cuales son los superdpoderes de tu padre?-pregunté por educación.

-No sé aún de qué hablas, pero te aseguro que si tú quieres puedo emplear los míos y hacer desaparecer tu abultada cuenta… a cambio de otros abultamientos que supongo- me insinuó sutilmente mientras pestañeaba provocando una extraña corriente de aire que hacía ondear su abundante bigote.

-Esto… verás… me llaman por teléfono, ahora vuelvo, voy un momento a la calle que aquí la cobertura es malísima- le dije a la hirsuta criatura, que me miraba embelesada, que no sé qué les doy a todo lo que me repugna.

-Aquí te espero, recuerda que hay más camareros y todos tienen órdenes de disparar a matar si intentas huir- añadió melosa.



La hija del tal barman, un superhéroe del que nunca había oído hablar, que me proponía libidinosos terrores sin fin en su lecho… a veces me gustaría tener menos atractivo animal y atraer a menos bichos.


Salí de El Bar y me quedé a la vista, con miedo a que me disparase por la espalda un pérfido camarero celoso de su deber, pensando en cómo podía salir de esta. Para disimular me puse un zapato en la oreja simulando un teléfono móvil que no tenía e hice honor al adjetivo de estos diabólicos aparatos y comencé a moverme arriba y abajo de la calle. En mi deambular me paré a leer un cartel que anunciaba un concurso, de hecho conocía a la convocante, que no era otra que mi empleada, la voluptuosa Lantanique, la culpable de que el médico que me ponía una y otra vez los puntos que saltaban tras mi operación mal llevada me llegase a advertir de que me pondría una cremallera si tenía que volver a coserme. Vi en lo que consistía el concurso y los premios… eran insuficientes, no podía arriesgarme a no ganar y encima sin que cubriese ni los primeros dígitos del total. Cuando reanudaba mi deambular tropecé con algo pequeño que no vi.


-Perdone- me disculpé un segundo antes de darme cuenta de que me disculpaba con un perro de extraño aspecto.

-Chissssss- me mandó callar el perro- digo… guau.

-¿Sumsura?- pregunté al reconocer esas orejas verdes llenas de pelo que son su seña de identidad.

-Sí, pero cállate, voy disfrazado de perro y no quiero que se me reconozca- me contestó en un susurro- estoy en misión especial de economía, estoy siguiendo al B.O.T.


Sumsura hábilmente disfrazado de perro mientras vigilaba el ir y venir del B.O.T.


-¿El BOT?- pregunté lamentándome de haberme levantado de la cama ese día, porque a extraño pocos le ganaban.

-Sí, coño, el B.O.T. ¿o nunca has oído hablar del Bicho Omnipresente Tramero? Es un robot que se dedica a comprar aquí y allá y a hacer que los precios estén como les sale de ahí a los Admins.

-Ah, entonces… ¿va con dinero en efectivo en ingentes cantidades comprando aquí y allá? Es un concepto económico interesante- añadí con una chispa de esperanza para mi cartera.

-Sí, sí, dinero y oro, que compra de todo, y ahora no molestes, que acaba de entrar en ese mercado y quiero ver con qué sale y a qué precio lo ha comprado.


Sin despedirme siquiera volví a entrar en El Bar y tras esquivar a mi bigotuda enamorada me dirigí al encargado para dialogar con él. Tras unos minutos, vigilado de cerca por un camarero armado, salí con una palanqueta y el bate de béisbol que suele estar tras la barra para no tener que gastar dinero en llamadas a la policía o a urgencias, y en una rápida sucesión de hechos dejé inconsciente al distraído Sumsura, que aún vigilaba tras un árbol y que no me vio llegar, arrancando una salva de aplausos de varios novatos agobiados por los impuestos. Seguidamente entré en el supermercado en busca del B.O.T. de marras, al que encontré en su quehacer de compras.



El B.O.T (Bicho Omnipresente Tramero) en el momento en el que lo encontré, pocos segundo antes de dejar de ser operativo


Como un poseso comencé a arrearle con el bate de béisbol hasta estar seguro de que aquello no se iba a volver a mover y con la palanqueta forcé cada recoveco con apariencia de caja fuerte de su anatomía, consiguiendo un interesante botín en oro y ESP con el que pagué la cuenta a mi vigilante camarero, tras lo cual emprendí la huida cargado con los restos del B.O.T., convertidos en chatarra, antes de que la GestapoeRepublik acudiese a ver qué había pasado con su maravilla tecnológica. Paré en una chatarrería, donde al peso aún conseguí unos ESP, y paré en la tienda de disfraces donde me hacen buenos descuentos cuando me hallo en busca y captura, que es casi siempre.



Lugar donde acabó el B.O.T. y donde realizó su última transacción monetaria… a mi favor cuando lo vendí al peso.


Con gabardina y un bigote postizo, algo más pequeño que el de la hija del superhéroe, se despide este Corresponsal camuflado entre las estanterías de una desierta librería de eRepublik, porque igual hasta participo en el concurso de Lantanique, que vuelvo a estar tan escaso de fondos como cuando comencé la Crónica.



Espaugyl