Crónica desde el paraíso (no me rescatéis hasta que no os avise)

Day 1,466, 08:24 Published in Spain Spain by Espaugyl




Hoy estoy feliz, mira por donde, y eso que estoy sobrio, pero no sé si estoy escribiendo para los peces o habrá alguien en el eMundo que encuentre esta crónica y la publique. ¿Se le ha ido la cabeza a este Corresponsal de Guerra? ¿la locura marmoteña le ha afectado y el alcohol lo ha rematado y convertido en mentalmente inestable cual Plato y sus nuevas medallas? Más quisiera yo que haber encontrado alcohol suficiente como para evadirme hasta después de esta guerra-bucle-marmota, pero no me puedo quejar de cómo he acabado. Pero empecemos por el principio.


Quienes me hayan estado leyendo hasta ahora sabrán que mi última crónica la mandé en una marmota mensajera hasta Canarias desde Norte de Brasil (sí, suena extraño pero fue así, leedla y comprenderéis). Desde entonces he estado corriendo valientemente de agujero en agujero, ocultándome de las patrullas de la GestapoeRepublik, de sanguinarios ebrasileños que siempre gritan con sus mayúsculas y de sus jaurías de perroplátanos. Los víveres me escaseaban y, lo peor con diferencia, el alcohol brillaba por su ausencia, por lo que ya mis temblores eran como para ir a robar panderetas y comenzaba a no distinguir realidad de alucinación (llegué a ver incluso primates con armas automáticas, fijaos si alucinaba o no, pero son cosas normales de los delirium tremens). Cuando llegaba a una ciudad desconocida en mi deambular, en plena apoteosis alucinatoria, un extraño vehículo frenó a mi lado y oí una voz conocida que se dirigió a mí.


-Por fin doy contigo Espaugyl. Sube, date prisa, y deja de intentar beberte esa piedra, ni es un coco ni tiene alcohol, que nos conocemos.


Aunque el vehículo parecía parte de mi alucinación no me atreví a replicar a Lantanique, pues era ella, sonaba segura y autoritaria, además tengo por norma no despreciar una invitación así cuando quien te la hace lleva su uniforme de combate más apretado que los tornillos de un submarino y más escotado que un legionario (con las obvias y apetecibles diferencias pares).


-No alucinas, es mi nuevo vehículo de combate- me explicó al ver mi cara de extrañeza al subirme- el negocio de los pagafantas me va bien y distribuyo yo misma el producto con pingües beneficios ¡Y DEJA DE BEBERTE EL AMBIENTADOR, QUE NO TIENE ALCOHOL!



Vehículo de combate-empresa de Lantanique para tener surtidos a sus pagafantas y que el beneficio no se lo lleve otro (obsérvese al alevín de pagafantas saludando… cada vez son más jóvenes, criaturitas)


Tras descartar que hubiese algo que me quitase mis temblores de abstinencia en la cabina del camión lantánico, opté por callar y apostar si en el siguiente bache o en el de un poco más allá de aquel infernal camino de tierra vislumbraría algo más de la conductora escapando de su apretado uniforme, pero no hubo suerte, y eso que di al menos dos veces con la cabeza en el techo con tanto bache… misterios de la anatomía femenina. Gracias a eDios no mucho más estuvimos dando botes a toda velocidad y nuestra frenética carrera acabó frente a una instalación militar con un gran cartel en extraño gallego.

Centro experimental da Força Aérea. Se você é um bastardo espanhol não entrar, esperando na porta para voltar Dia da Marmota e vamos exterminá

Afortunadamente al lado, y con tanta visita que hacemos a eBrasil últimamente, el Ministerio de Turismo Brasileño había puesto otro cartel en español.

Centro experimental del Ejército del Aire. Si eres uno de nuestros apreciados enemigos españoles no entres, espera en la puerta a que regresemos del Día de la Marmota

Lantanique, sin hacer caso al cartel, arremetió contra la valla, haciendo saltar todas las alarmas, y no se detuvo hasta que no llegó a un hangar junto a las pistas de aterrizaje. De un salto se bajó de la cabina, armada hasta los dientes y más voluptuosa si cabe con su trotar felino, sus rizos negros al aire, y su penetrante mirada hacia los barracones en medio del ulular de las sirenas. Yo por mi parte me bajé como pude de aquel camión de los cojones que me había molido el cuerpo con una amortiguación propia de una atracción de feria, casi caigo al descolgarme, porque encima era alto como él solo, y me puse virilmente tras mi salvadora, cubriéndole las espaldas y con la mirada puesta más abajo.


Los primeros soldados y platanazos no se hicieron esperar, así que Lantanique comenzó a correr hacia el hangar más cercano y yo, con ese don que tengo como velocista en momentos de peligro, la tuve que esperar en la puerta tras pasarla como una centella. En cuanto entramos Lantanique corrió hacia un aparato experimental brasileño, de desafortunada aerodinámica, al que subí pisándole los talones. En medio de disparos y gritos mi voluptuosa piloto puso en marcha el motor, encaró la salida del hangar llevándose por delante a medio pelotón enemigo y despegó.



Avión experimental brasileño pilotado por Lantanique rumbo a Canarias


Ya en el aire me tranquilicé. Al fin salía de aquel infierno, poníamos rumbo a eEspaña y se vislumbraba un gran final de jornada, porque es de bien nacidos ser agradecidos y pensaba agradecerle a mi rescatadora varias veces aquella noche todo lo que había hecho por mí. Así que, con una bobalicona sonrisa, me relajé como no había podido en los últimos días y me dispuse a sestear mientras no llegábamos a suelo patrio.


Con tales pensamientos estaba, acurrucado y casi soñando despierto con lo que haría esa noche, cuando una ráfaga de plátanos silbó a mi alrededor. De un bote me volví y vi, mientras Lantanique hacía una maniobra evasiva, que no estábamos solos en el aire: Un avión de combate brasileño nos había dado alcance e intentaba derribarnos.



Avión brasileño de diseño un poco más serio que el nuestro pero igualmente poco convincente para venderlo a otros países


Nuestro aparato era mucho más lento, estaba desarmado y era menos maniobrable así que estábamos condenados, por lo que, mientras veía que nuestra ala izquierda era destrozada en la siguiente pasada y caíamos en barrena, insulté como nunca al piloto enemigo con nulos resultados y Lantanique me conminó a saltar en paracaídas a las azules aguas atlánticas (y frías cual moco esquimal, doy fe). Ya en el agua, el enemigo nos deshaució y volvió a su base, pero tuvimos la suerte de caer en medio de los restos de alguna batalla naval, o en un accidente de tráfico marítimo de tanto ir y venir con el Día de la Marmota porque aquel océano ya parecía la M-30 en la Operación Salida. Lo cierto es que extrañamente entre los restos encontramos una solitaria nevera que navegaba a la deriva, a la que abordamos y con unos maderos a modo de remos navegamos hacia el horizonte a lo que parecía una isla.



Lantanique y su valiente Corresponsal de Guerra, ejerciendo de intrépido Capitán en aguas desconocidas, rumbo a una isla que no aparece en los mapas (como medio eMundo que sigue en gris)


La crónica la he escrito en la isla y la voy a enviar en lo más sofisticado que en materia de correos he encontrado tras llegar: una botella vacía. No sé si llegará pero tampoco os deis mucha prisa en rescatarnos… Lantanique quedó con su uniforme muy deteriorado tras nuestras aventuras y da gusto verla pasear con dos medios cocos unidos por una cuerda… y yo le he prometido que estoy pidiendo ayuda… mira que puede ser inocente



Crónica de Espaugyl enviada por botella-correo a eEspaña, no os deis mucha prisa en venir, estamos bien e igual incluso llego a estar mejor


Desde debajo de una palmera, al sol, en una isla desconocida y con Lantanique aún reticente a mis favores, se despide este corresponsal.


Espaugyl