Crónica de la vuelta al hogar y de excesos navideños

Day 1,494, 09:24 Published in Spain Spain by Espaugyl




Muchas cosas han ocurrido desde que embarcásemos en el Ferry de las Canarias argentinas disfrazados de rocieros, rumbo a Andalucía, al puerto de Cádiz en concreto. ¿Rocieros, Ferry de Canarias? Es surrealista, lo sé, pero vuestras dudas de las peripecias de este Corresponsal son fáciles de resolver si os suscribís y os leéis los artículos anteriores, que no son tantos, porque seguro que os leéis el Marca todas las mañanas sin rechistar y ahí no hay ni violencia, ni Admins, ni GestapoeRepubliks, ni perroplátanos, ni sexo… bueno, en mis Crónicas en verdad no paso de la intención de ser sexualmente activo, que es lo que cuenta, qué le vamos a hacer, hay quien aún se empeña en negar su deseo oculto de poseerme.


Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador. Avutardo había organizado la fuga de lo que quedaba de la Resistencia Española en las Canarias simulando ser rocieros, a la cual Lantanique y yo nos unimos para poder llegar a la Península, donde ellos tenían la intención de combatir al invasor y yo de aprovechar alguna trinchera para convencer a Lantanique de que en el fragor de la batalla es raro que se escuchen nuestros gemidos entre los propios de heroicos combatientes heridos… qué aburrida sería la vida si no se tuviesen loables objetivos horizontales.


Nuestra travesía por el Atlántico fue extraña, porque en verdad creíamos que deberíamos seguir semiocultos en la Andalucía ocupada al llegar y seguir con nuestra pantomima de rocieros en peregrinación, pero el océano pronto comenzó a parecerse a la M30 en la operación salida, como si fuésemos los únicos que no nos íbamos de vacaciones: Decenas, más bien cientos de barcos argentos, con tropas maltrechas, medio escorados, humeando algunos, se cruzaban con nuestro Ferry en clara retirada desde Andalucía.



El "Ego de los 7 Mares", buque argentino maltrecho con el que nos cruzamos y que se retiraba con pertrechos militares hacia Las Canarias


Avutardo y su tropa, según nos cruzábamos con los argentinos, increpaba a su manera al desmoralizado enemigo con gritos como:"Así os coja Papá Noel y os haga un Reno", o haciendo referencia a tradiciones más españolas les decía con un megáfono lindezas como : "Ya me encargo yo de escribir a los Reyes Magos para que Baltasar os de el regalo de su raza cuando se os caiga el jabón en la ducha". No quise profundizar mucho en el oscuro significado de estos gritos de guerra, pero los gestos que los acompañaban me aclararon mucho.


Gran parte de la travesía la pasé durmiendo contra mi voluntad, pues una voluntariosa Lantanique, cada vez que intentaba convencerla de la proximidad de la muerte y lo conveniente de pasar nuestras últimas horas de vida sudorosamente juntos, me ofrecía unos sospechosos bombones que me quitaban las ganas de todo, incluso de estar consciente… ¿significaría esto algo? Supongo que las casualidades existen, no voy a pensar mal, porque el deseo en los ojos de Lantanique cuando me ve próximo es evidente, al menos para mí.


Entre bombón y bombón, con horas de sueño entre uno y otro, acabamos por llegar al puerto de Cádiz, donde al descubrir que Andalucía había sido liberada definitivamente nos alegramos sobremanera, tanto que fue imposible calmar a Avutardo que, de rociero aún, se empeñó en subir al balcón del Ayuntamiento a arengar a todo el que pasaba por allí, señoras haciendo las compras de Navidad principalmente.



Avutardo y algunos oficiales de la Resistencia Española de Canarias, aún ataviados de rocieros, arengando a las masas de españoles desde el Ayuntamiento de Cádiz (en verdad el público se limitaba a un par de señoras, que aceleraron el paso asustadas camino de sus compras, y al poco los municipales se encargaron de desalojarlo).


Tras despedirnos de Avutardo en las dependencias de la Policía Municipal de Cádiz, invité a Lantanique a acompañarme hasta Jerez, donde quería agasajarla en mi oficina… mi bar habitual en verdad, con las viandas tan de mi gusto y de cualquier español de pro (pescaíto frito, jamón de verdad y no el plástico de por ahí, fino, tapas variadas… todo lo que suelo dejar a deber y tanto añoré en el bárbaro extranjero). Mi generosidad tenía la intención de tantear otras posibilidades pero Lantanique no me dio oportunidad, ya que, con un casto beso en la frente, cual párvulo a la puerta del colegio, se despidió de mí antes de que pudiera reaccionar con mis manos y otras partes dispuestas de mi anatomía. La vi alejarse, felina, sonriente, con sus rizos al ritmo de su caminar, con sus turgencias al ritmo de sus rizos, calle abajo, pero antes de doblar la esquina me dijo: Te espero esta noche


¡Al fin lo había conseguido! ¡No era inmune a mis muchos encantos! ¡La verdad se había abierto paso! Pero… ¿dónde vivía Lantanique? ¿a dónde debía acudir para hacer que sus sueños carnales hacia mi persona se hicieran realidad? Afortunadamente, cuando fui a consolarme a mi añorado bar, el camarero me puso por delante, sobre siete folios con el desglose de mis consumiciones a cuenta, una tarjeta con coordenadas geográficas para que el GPS Admin de “Cambiar Localización” me llevase hasta el lugar.


A pesar de que probablemente mi sexapil se viese muy mermado decidí ducharme, quitarme bajo el agua caliente con una espátula las sucesivas capas semibiológicas acumuladas durante el último mes de sucesivas huidas de brasileños y argentinos, cambiarme de calzoncillos muy a mi pesar e incluso vestirme con ropa limpia: todo sacrificio es poco para complacer las melindreces femeninas si al final la horizontalidad es el premio. Tras estos arduos preparativos gasté 20 ESP en mi GPS Admin, introduje las coordenadas y aparecí en casa de Lantanique… y aquella casa decía mucho de ella.



La casa de Lantanique, fruto de su ahorrativa forma de jugar (es catalana, os recuerdo) y también motivada por el continuo acoso de sus innumerables pagafantas y algún Corresponsal de Guerra, o eso dicen.


Cuando llegué el alma se me cayó a los pies, porque no era el único invitado ni mucho menos, que he visto batallas con menos gente. Nada más llegar me hice con un plato de jamón y una copa de lo que me ofrecía mi anfitriona, pues aquello era una fiesta y no una cita, porca miseria. La gente era variopinta y de todo tipo y tendencia, ya que algunos iban con una icurriña cual capa de un superhéroe, otros usaban pequeñas señeras e icurriñas para sus secreciones nasales, y algún otro, pequeño y verdoso, componía frases en orden extraño,"una copa más tú traerás" le decía una y otra vez a los camareros, al tiempo que no paraba de contar el Esp de su monedero. Llegó gente misteriosa que estaba sin querer estar y otras que estaban porque querían estar, tanto allí como en la anfitriona, y yo entre todos ellos era uno más, así que me uní al pequeño sapo de frases extrañas y seguí bebiendo para pasar el rato.



El pequeño sapo de la fiesta al que me uní en la ingesta de bebida espirituosa… ¡con lo chico que era y como trasegaba el tío!


Como tanto beber suele tener sus consecuencias, al rato busqué donde aliviarme, cosa que no fue fácil porque mi verticalidad era complicada, tropecé con Avutardo varias veces mientras correteaba a los invitados montado en un triciclo y en los pasillos tropecé con una y otra pared como si hubiese tormenta en el Titanic. Cuando al fin encontré donde miccionar, con las prisas, confundí lo que me pareció un sobredimensionado váter, atascado hasta arriba, con lo que en verdad era una bañera que algún excéntrico había llenado de champán con desconocidos fines, que hay gente pa tó. Ni que decir tiene que según vi circular el champán a lo largo de la noche no hice ni por tocar las copas.



Claro ejemplo de mala idea en una fiesta: Nunca se debe llenar una lujosa bañera de champán cuando un Corresponsal de Guerra perjudicado por el alcohol llega a miccionar con muchas prisas y vista desdoblada


La anfitriona a todo esto era lánguidamente acosada por todos aquellos raritos, así que perdí la paciencia y pasé al ataque. Recordé el extraño efecto de los bombones del Ferry de Canarias, los encontré en su dormitorio y me dispuse a ofrecerlos a todos hasta que el último invitado en pie fuese un servidor, pero en cuanto ofrecí el primero alguien me quitó la caja y le dio uno a Lantanique… menudo cretino, a tomar por culo el plan.


Lantanique, drogada hasta las trancas, consiguió alcanzar su cama a duras penas, a donde una legión de invitados entre curiosos, cotillas y buitres la acompañaron. Ella, delirante, viendo gente que no estaba, animales de extraños colores y recitando fragmentos de canciones de un tal Iván Ferreiro, se fue quedando dormida, y en el tumulto de darle las buenas noches alguien me cogió el culo por equivocación (o no, que allí había mucho raro) y por desgracia a mí me ocurrió lo propio con alguien que desgraciadamente era de mi mismo sexo, como la mayoría de los presentes.


Cuando acabamos con el alcohol comenzamos a irnos unos antes y otros después, pero el pequeño sapo alcoholizado salió al mini jardín y, o se fue a nado con la borrachera o se quedó dormido bajo un matojo, lo cierto es que no se le volvió a ver hasta días después.


Desde la oficina, al fondo del bar, curándome la resaca con jamón y copas de fino, se despide este corresponsal y les desea a sus lectores, incluso a los que no lo son, una muy Feliz Navidad


Espaugyl