Crónica Bélica croque-platanera (para guerras estoy yo)

Day 1,506, 08:54 Published in Spain Spain by Espaugyl




No soy un dechado de virtudes, lo sé, incluso hay quien testificaría en mi contra en cualquier juicio sin saber si quiera de qué se me acusa, pero son los riesgos de ser un periodista hecho y derecho, de los de siempre, un periodista completamente corruptible, subjetivo y alerta para mantener a sus lectores desinformados… soy un periodista de la vieja escuela, de aquella que había al final de la calle, de aquella de la que me desahuciaron antes de derribarla dándome apenas tiempo para recoger mis cosas y largarme. ¿Y por qué os cuento esto? Porque es por mi azarosa profesión, siempre corriendo delante de alguien o de algún enfurecido grupo, militar o del gremio de la hostelería, lo que me ha hecho vivir situaciones inverosímiles e incluso cercanas a la realidad… como cuando desperté esta mañana, con la boca pastosa, legañas del tamaño de una moneda, abrazado a una señal de tráfico arrancada de cuajo, con los calzoncillos en la cabeza, entre la basura de un callejón aledaño a mi hogar, y con una descomunal amnesia alcohólica.



La Gran Escuela de Periodismo Espaugyl poco antes de ser derribada… ¡Qué tiempos aquellos! Cobraba a mis alumnos con la escusa de que el saber sí ocupa lugar y que había que hacerle sitio en las carteras, por lo que me sacrificaba vaciándoselas.


Lo último que recordaba con claridad era la cena navideña de Lantanique, y también recordaba haber salido más bien perjudicado de allí, e incluso recordaba la resaca del día siguiente, pero los últimos días, hasta el presente, son un misterio para mí. En casos parecidos, cuando acabo con los calzoncillos a modo de vistoso sombrero de diseño (me lo han querido comprar algunos snobs en otras ocasiones… y los he vendido a buen precio, terminaré marcando tendencia en la moda), pues como decía, como ya he vivido algunas situaciones parecidas he desarrollado un protocolo que básicamente se reduce a dos puntos fundamentales: Averiguar si aún me puedo sentar como un hombre, sin dolor esfinterial, y repasar los periódicos por si salgo en primera plana por algo que no recuerdo o que he preferido olvidar.


Con dicho protocolo en mente, habiendo palpado lo suficiente de mi retaguardia como para suspirar aliviado, guardándome los calzoncillos en el bolsillo superior de la camisa dejando asomar dos picos cual Lord inglés, entré decididamente tambaleante en la oficina… vale, bien, en el bar bajo mi casa, que ya sabéis que es lo más parecido a una oficina que frecuento. Me senté en un taburete, pedí el periódico, una rebanada de pan de campo tan sólo un poco más pequeña que el susodicho periódico, le unté aceite y ajo, y comencé a saborear un café negro como los cojones de un grillo mientras veía que no era noticia gracias a eDios.



Mi oficina, el lugar de trabajo de todo buen periodista, donde surge la información y donde, movido por el alcohol, dije un fatídico día: “A que me voy a cubrir esa guerra” y me respondieron a coro: “¿A que no hay cojones?”. Fue el comienzo de mi andadura como Corresponsal de Guerra



Algo más recuperado seguí ojeando el periódico, había aún artículos en Serbio en la sección de Aragón, hablaban de no sé qué robo de millón y medio en las Fuerzas Armadas que al final era menos, que incluso podía ser que no fuera o que fuese todo lo contrario y que se les debiera a los militares, que la cosa cambiaba a cada párrafo; también leí algo que firmaba el desequilibrado de Avutardo sobre quemar a gente en efigie e incluso había una alerta sanitaria sobre sospechosa mortandad infantil en Eden, una especie de babyboom continuo que hacía que los infantes viviesen lo justo como para descargar sus bazucas en batalla y donar/gastar su oro… un misterio digno de ser investigado, de los que hace que la GestapoeRepublik se relama pensando en los chocopuntos que repartirá en sus oscuros sótanos a los que se atrevan a investigar… que no seré yo.



Oficina de gestión de denuncias de la GestapoeRepublik, siempre dispuesta a sancionar a quien investigue lo que no debe en este juego


Y entonces se me hizo la luz, recordé el porqué de mi lamentable estado, porque no sólo me dolía la cabeza, tenía el estómago como si hubiese comido cristales y tenía un mal sabor de boca comparable al que se pueda tener si se te mea un gato en la misma, que por otra parte podía haber ocurrido en el callejón mientras estaba inconsciente. La peor parte se la llevaba mi corazón, un corazón roto, destrozado y pisoteado. Ahora recordaba que el extraño desinterés de Lantanique hacia mi varonil persona había hecho mella en mí, más por lo inexplicable de no rendirse a mis muchos y olorosos encantos que por otra cosa, pero lo cierto es que mi corazón le había dado órdenes a mi hígado y la noche de Fin de Año me tomé las doce botellas de Whisky en vez de las doce uvas… que ruego encarecidamente que no imite nadie si no ha tomado la precaución de hacerlo en la sala de espera de Urgencias para ahorrar trámites. Todo estaba explicado, o casi todo, porque lo de la señal de tráfico y los calzoncillos en la cabeza seguirá envuelto en el misterio de las brumas alcohólicas.



Hay quien tras las doce campanadas deja restos de uvas, pepitas y otras mariconadas, yo este año dejé esto


Y con estos pensamientos, ensimismado, con el latir de mi destrozado corazón apenas rozando lo saludable, pensé que me moría, porque en vez del habitual pum-pum oí un extraño rugido, entre chirriar de máquinas mal engrasadas y rugido de león en celo en la sabana… afortunadamente eran mis tripas, que pedían algo para aplacarlas. Miré la pizarra para ver que tapa había por ahí para dejar a deber y vi que en ese momento, con furia salvaje, un parroquiano habitual del bar, un tal Cronos85, se subía de un salto a la barra, borraba a salivazos el sitio donde ponía “Croquetas de Jamón” y gritaba ”Guerra al enemigo croata-croquetero y a sus amigos simiesco-plataneros”.



Lamentable y única imagen que tengo en mi archivo de nuestros nuevos enemigos, la crueldad brilla en sus ojos… y los plátanos están por llegar


Estábamos otra vez en guerra, menos mal. Le dije apresuradamente al camarero que me apuntase en mi cuenta el desayuno y salí precipitadamente camino de mi casa a por mis cosas para cubrir a prudente distancia los combates… y mientras hacía esto vi como una real hembra de pelo rizado, con su uniforme de combate de camuflaje, que en nada camuflaba sus formas y contundencias pares, se encaminaba hacia un transporte de tropas mientras le gritaba por el móvil a un tal Pikoro para que se dejase de tonterías de dormir y querer cobrar y que siguiese trabajando en sus empresas. La vida seguía y el que la sigue la consigue, o se gana una orden de alejamiento.

Desde el cuarto de baño de mi casa, en donde acabo de expulsar la tostada y el café por donde mismo entró, se despide este Corresponsal de Guerra.


Espaugyl