Sal De Mi Habitación, FIN

Day 3,594, 05:45 Published in Venezuela Peru by Nelson26G

La mujer tragó saliva y ensayó un poco de autoridad.

– Leonardo, sal de aquí.

– No puedo dejar este lugar, Melissa.

Melissa se aproximó con cuidado. Se preguntaba si aquel charco formado en el suelo era real. Se mantuvo a una distancia segura del imprevisible Leonardo. Respiró profundo una, dos veces. Su respiración casi se convierte en un llanto descontrolado. Melisa necesitaba retomar el control, necesitaba encontrar las palabras correctas.

– Pero es necesario, amor. No hay nada aquí para ti, ni para mí.

– ¡Pareciera que no te importa! – dijo Leonardo apretando los ojos, aumentando la cantidad de lágrimas que escurrían por su rostro.

Carol no se atrevió a entrar en la habitación, se apoyaba en la pared al lado de la puerta, abrazando a su oso y escuchando a su madre hablar. Melissa, alterada, habló en voz alta, mostrando quien mandaba allí. Carol se intimidó, tomó las manos del oso de peluche y las puso en sus oídos, con la esperanza de detener la pelea.



Dentro de la habitación, Parecía que Leonardo entendía a Melissa. El miró a un oso que estaba en la cabecera de la cama de Carol, curiosamente muy parecido al que la niña cargada. Leonardo pasó a ignorar lo que decía Melissa, esforzándose por contener las lágrimas.

– No es justo que digas eso. Sólo intento seguir adelante y necesito que hagas lo mismo.

Leonardo miró a su esposa e intentó tomar el oso – ¿Puedo?

Melissa asintió con la cabeza, casi llorando. Leonardo extendió la mano para levantar el oso de la cama. Sus manos llegaron hasta él con una ligerea y gracia que parecía cruzarlo.

– ¡Noooooo! ¡Eso está mal! – Gritó Carol desde el pasillo.

Leonardo y Melissa salieron de la habitación, pasando de lado a la niña de ojos verdes, que abría sus manos en forma de garras con la intención de acertar en alguien.

Leonardo se llevó el oso de la habitación, abrazándolo fuertemente, mientras la niña los maldecía con todo el odio de una niña mimada que no tenía más que todos sus deseos cumplidos.

– Aun puedo verla abrazada a este oso – decía Leonardo, intentando contener el líquido en sus ojos.

– Adoraba ese oso. Lo llamaba Gimbo, creo. Ahora, toma su chocolate.

Carol dejó de gritar cuando se dio cuenta de que nunca sería escuchada, volvió a su cuarto, el lugar donde pasó los momentos más felices de su vida.



Mientras caminaba golpeando los pies con rabia, hizo algo rutinario de cuando la contrariaban: cerró la puerta con fuerza. El sonido tan extremadamente familiar despertó en Leonardo y Melisa la certeza de que no estaban solos en aquella casa.

– Wow – Dijo Osmar impresionado – ¿y qué pasó con la niña?

El hombre miró su vaso, como si no le importara la historia que acababa de contar.

– Vagó por la casa intentando que le cumplieran sus deseos. Tal vez haya tomado el valor y siguió adelante, pero la muerte prematura puede dificultar mucho a una persona que deje a los vivos… vivir.

–Concluyó el hombre con una oscura mirada sobre sus ojos.

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