SI YO FUERA GENERAL...

Day 3,472, 13:18 Published in Spain Netherlands by BloB IV The Great



SI YO FUERA GENERAL...

El General Angus McGrant acariciaba su sable con una suavidad casi obscena.

-Habrá que tomar una decisión , y rápido, Mi General - Le urgió el coronel Robinson.

McGrant dejó de tocar la afilada hoja y miró inquisitivamente a su subalterno. Carraspeó y dirigió su mirada al infinito, encontrándose con el retrato del Rey Warm XI.

-La decisión está tomada desde hace tiempo, coronel: la invasión será o nosotros no seremos. Así de simple y así de difícil. No hay otra.

El consejo empezó a deliberar ruidosamente. El General, entonces, se levantó arrastrado su silla. El gesto acalló a la sala.

-Si hay alguien que no esté de acuerdo, puede decirlo ahora…

Silencio.
-...Y se expondrá a un consejo de guerra.

Diciendo esto, empezó a andar con aire marcial y salió por una puerta lateral.

Robinson tomó la palabra: dijo que era obvio que el plan era una locura y que seguramente les llevaría a una segura aniquilación. Expuso sus dudas estratégicas y tácticas, los pocos recursos logísticos y sobre todo y más preocupante, armamentísticos con que disponían desde que el Rey Warm X dejó secas las arcas del estado antes de huir con su amante Erkaki a eAndorra.
Los demás miembros del sanedrín allí reunidos expusieron sus argumentos a favor o en contra del plan maestro: Unos apelaban al honor. El desagravio sufrido no podía quedar impune; otros defendieron con vehemencia el agotamiento de la diplomacia, viendo la precaria situación de su amado país. El volumen de los comentarios fue subiendo hasta que Robinson dio un estruendoso puñetazo en la mesa.

-Es obvio que no hay consenso aquí. Señores esto es muy grave, estamos hablando de un golpe de estado si no nos ponemos de acuerdo. El General debe ser...apartado del poder para repensar los planes.

El Coronel ,una vez dicho esto, se levantó y se encaminó decididamente hacia la puerta por dónde salió McGrant instantes antes. Entró en el despacho del General y le vio sentado de espaldas a la entrada e inmóvil en la penumbra. Robinson se acercó mientras desenfundaba su sable. Cuando llegó a su altura, comprobó que alguien se le había adelantado. La querida espada del General ahora estaba hundida en medio de su pecho, traspasando el tronco del cuerpo y llegando al respaldo del sillón. Robinson bajó la mirada y vio que la rígida mano derecha del General agarraba un fajo con varios billetes - luego se sabría que eran 400.000 cc -; en la izquierda, una foto de un tal Hitman, con una dedicatoria:

“para mi amolsito, para que se acuerde de mi cuando las cosas vayan mal”

El coronel sonrió maliciosamente y se volvió hacia la salida.


AHÍ LO DEJO