No debería ser yo mismo III - Nomeolvides

Day 2,447, 06:18 Published in Spain Spain by pabs11


Me acerco a la ventana, y te veo en la calle, corriendo por los oscuros callejones, escondiéndote en las sombras…

Pero no sera tan facil, sin pensarmelo dos veces, bajo corriendo a buscarte. Pero obviamente ya no estás…

Recorro las calles, callejones y plazas, buscándote… Solo quiero preguntarte… ¿Por qué?



Ha llegado a la oficina. Entra corriendo, casi atropellando a la recepcionista, y sube por las escaleras. El jefe la espera.

— Llegas tarde y con el encargo a medias.

Don Snake la espera sentado en su butaca de cuero, detrás de una gran mesa de cristal, delante de un gran ventanal desde el que ve gran parte de la ciudad.

— Lo siento. No he podido. Hay un lazo.

— Un lazo. Interesante. Muy interesante. — Don Snake se levanta, y se acerca a una estantería. Una planta crece allí. Don Snake arranca una flor y se la da a la asesina — Un regalo, por tu primer lazo.



— Es nomeolvides… — susurra con miedo la asesina.

— ¿Sabes que es lo que marca la especialidad de cada miembro de esta hermandad no? Los ojos. El color de los ojos. El azul de tus ojos marcó que estarías relacionada con la velocidad, con la astucia, con la magia. Pero hay una cosa más relacionada. Cuando un asesino encuentra un lazo, se le entrega una flor. Esa flor debe ser del color de los ojos del asesino. Y al tuya es nomeolvides.

— ¿Tiene algún significado en especial?

— El que tú le des. Tienes que matarlo. Ese joven debe morir. Y tienes que hacerlo tú.

— Pero hay un lazo… Sabes que es lo que pasa si se rompe un lazo… Tú mismo me lo explicaste.

— Por eso mismo. Encuentra la manera de acabar con él sin romper el lazo… Si no, sabes que es lo que hay si no cumples un encargo.

— La condena eterna… — Susurra la asesina mientras abre la puerta del despacho para salir.

— Mucha suerte Mnemósine





Me siento en la terraza de un bar, y pido la carta para comer. Estoy cansado. De buscarte, de llamarte, de amarte.

—Merluza al horno, por favor. Y una caña. — Le digo al camarero, que toma nota de mi pedido.

He dejado a Stauros en casa, pero la daga que tiraste en la cocina sigue en mi poder, en la mochila. Emite un potente zumbido cada vez que toco su empuñadura, como deseando sacar todo su poder.

No entiendo porque te quiero, sin saber siquiera tu nombre, sabiendo que debes matarme



La tarde termina en casa… Todo el día tomando el aire por la ciudad… Te siento cerca.

Entro en el portal del edificio. El portero me saluda, mientras friega el rellano. Subo por las escaleras, con tranquilidad, contando los pasos, cada paso, un latido, un latido helado…

Saco la llave del bolsillo, unida a ese llavero de la Sagrada Familia, que me trajo ella de Barcelona y abro el piso.

Vuelvo a quedar paralizado, pero solo unos instantes. Tus poderes ya no tienen poder sobre mi.

— Me han enviado a matarte, aunque no puedo hacerlo. — Dices mientras sales de detrás de la puerta de cocina…

— Pues si no puedes matarme, ámame.

Segundos que parecen milenios, esos cuatro pasos que nos separan tardas a recorrer, y llegas a mi, daga en mano, intentando clavarmela, pero no puedes, la daga en mi piel rebota, y lloras, incapaz de matarme, pues ese lazo que nos une es cada vez más fuerte…

En la habitación, Stauros vuelve a caer, y esta vez nadie va a recogerla...




pabs11, profeta de la Diosa Nevera, poseedor de Stauros, y tormento de asesinas.